Capítulo 68: La Revolución Comienza...

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Miro con hastío la tarjeta con mi nombre y mi número de identificación. Eso soy para el Capitolio: un número. Uno más de los tantos mineros que se rompe la espalda doce horas diarias para abastecer al país de carbón. Ganas no me faltan de romperla y luego meterle cada pedazo al capataz en la boca. O hacer un tubo con ella y metérselo por el culo a ese pseudo experto en seguridad que no es más que un lacayo del gobierno. Pero sólo la introduzco en la ranura, porque es lo que debo hacer... cada día.

Entonces noto las miradas. No las veo directamente, pero mi instinto de cazador me indica que estoy siendo observado. No por uno, por varios. Pasó lo mismo a la mañana siguiente que Katniss, mi mejor amiga, se fue al Vasallaje y también el año anterior. Miradas intensas, escrutadoras. Aunque hoy, en vez de lástima, son miradas de curiosidad. Que se jodan, pienso, caminando con paso firme al elevador, sin mirar a nadie. 


— Miren quién llega a trabajar. —Escucho a Bristel con tono burlesco cuando estamos ya dentro del ascensor que nos lleva a las profundidades de la tierra—. Nada más ni nada menos que el galán del distrito 12: Gale Hawthorne...

— Cierra la boca, Bristel —respondo entre dientes—. No converses en el trabajo, el capataz nos va a regañar a ambos.

— Vamos, Gale. Estamos en el ascensor, aún no llegamos a la galería. No nos vas a dejar con la copucha, ¿verdad? Anda, suéltalo ya...

— No sé de qué estás hablando, cabeza de chorlito —espeto mientras el ascensor sigue bajando.

— Vamos, no te hagas el tonto, Gale. Ayer todos te vimos en la plaza con Madge Undersee, ¡estaban abrazados! Y su padre el alcalde estaba ahí, al lado... —exclama Bristel con asombro—. Después te vimos entrar a la alcaldía con ellos... y por la tarde, te vieron salir de la mano con Madge. 

— Mi vida privada no es asunto de nadie —interrumpo.


Sabía que la gente se iba a dar cuenta, lo que no me importa, tampoco que Bristel la agarre conmigo... pero no en un ascensor lleno de mineros, hombres y mujeres, que parecen ansiosos por saborear el último chisme del distrito 12.


— Vamos, chico, no nos dejes con la intriga, ¿cómo es eso?, ¿estás saliendo con una señorita del pueblo? —me interrroga Jill, una mujer de mediana edad de otra cuadrilla.

— Nada menos que Madge Undersee, la hija del alcalde... ¡eso sí que es apuntar alto, muchacho! —exclama un minero cuarentón, me palmotea el hombro, como si hubiera logrado una tremenda hazaña.

— Sí, anda, Gale... cuenta, ¡queremos saberlo todo! —Se suma Blaze, dando saltitos al lado de Thom, que hasta ahora seguía callado, pero con una retorcida sonrisa en sus labios.

— Vamos, cuenta... ¿cómo la conquistaste?, ¿y cómo es que el alcalde no se opone? —Ahora Thom la agarra conmigo también.


Todos me miran sonrientes, con esa sonrisita cómplice, mezcla de admiración y asombro. Todos aguardan que yo diga algo. Exhalo aire.


— Ellos salen hace tiempo, aunque primero era a escondidas del alcalde. —Leevy toma la palabra por mí, sin que nadie le pregunte nada—. Por cierto, Gale y yo nunca fuimos pareja. Era una tapadera: yo salía con Barley Mellark y él con Madge Undersee... a escondidas de nuestros padres, que no estaban de acuerdo con eso de mezclar las clases sociales...

— Gracias, Leevy —siseo—. No era necesario que le contaras todos los detalles a todo el mundo. Y sí, es cierto, salgo con Madge Undersee, ¿y qué?

Gale y Madge: Fresas en el BosqueΌπου ζουν οι ιστορίες. Ανακάλυψε τώρα