Capítulo 58: El Castigo

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¿Qué es lo que acabo de hacer? ¿En qué rayos estaba pensando? Obviamente no en que Madge iba a estar justo ahí... no sabía que había ido a buscarme al Quemador. No es que fuera a mentirle o engañarla, yo la quiero, en verdad la amo, pero tuve la estúpida idea de besar a Catnip como una forma de despedirme de ella, de lo que fue para mí alguna vez. También porque deseaba averiguar si ella tenía algún sentimiento especial por mí (aunque eso habría complicado la situación y nuestra amistad aún más). 

Ya me quedó claro que no. Si Catnip me quisiera me lo demostraría, me habría buscado antes, ella cree que oculta bien sus sentimientos, pero conmigo no le resulta, yo puedo leer su rostro o su mirada como un libro abierto. No fue amor ni nada parecido lo que vi en su cara. Mientras la besaba se quedó tiesa cual poste de la alambrada, no se movió, sus manos no me abrazaron o acariciaron, las puso contra mi pecho, cerradas como puños, como sin saber dónde ponerlas. Quizás pensaba golpearme o empujarme pero no hizo nada. Su cuerpo no se movió hacia mí ni sus labios buscaron los míos. No respondió al beso. Fue como besar a un borracho, o peor.

No pude evitar comparar aquel insípido roce de labios de parte de Katniss (porque apenas fue eso, ella apenas hizo nada) con los miles de besos que había compartido con Madge. Desde ese primer beso en la pradera, en nuestra primera cita una estrellada noche de verano, ella respondió con entusiasmo, ternura y pasión a mis besos. Sus labios carnosos queman los míos, buscándolos, su lengua juega en mi boca y se enrosca con la mía, Madge acaricia mi pelo con sus manos o bien recorre mis músculos en respuesta cuando yo la beso, incluso se impulsa saltando, aferrándose a mi cintura con sus piernas tan bien torneadas y yo la sostengo por sus muslos y sus perfectos glúteos. A veces la estampo contra una pared, buscando más roce de nuestros cuerpos... es como una casa de dos pisos: lo que se siente arriba, se siente abajo también. Nuestros besos son pura pasión, amor verdadero, no ese teatro actuado que Katniss se ve obligada a representar con Peeta para el Capitolio. También se lo eché en cara, que es una marioneta.

Solté a Katniss a los pocos segundos, besarla no duró más que unos segundos, porque hizo un extraño ruido, como si su garganta quisiera articular alguna palabra pero le faltara el aire. La solté explicando en una breve frase por qué la había besado. "Tenía que hacerlo, al menos una vez". Entonces mi mente volvió a la realidad y mis oídos escucharon una serie de pasos apresurados emprendiendo una rápida carrera hacia el interior del mercado. Alcancé a ver aquellos rizos dorados en los que solía enredar mis dedos. ¡Madge! ¡Nos había visto... demonios! No podía dejarla ir creyendo lo que no era, tenía que explicárselo también. Madge es rápida corriendo, aunque puede ser bastante patosa en ocasiones... se metió por el pasillo más estrecho, donde apenas cabe una persona en medio de los puestos y botó un sinnúmero de cosas en su atolondrada huida hacia la puerta principal del Quemador. Logré alcanzarla saltando sobre los objetos desparramados en el suelo, ni ella ni yo nos molestamos en pedir disculpas a los desconcertados vendedores. Todos se preguntaban qué rayos estaba pasando, qué hacía la hija del alcalde en el mercado negro y por qué yo la perseguía, llamándola, como si me fuera la vida en ello. Agradecido de mis largas piernas, le di alcance y la retuve por un brazo.


- Madge, déjame explicarte, por favor -le rogué desesperado.

- Déjame, Gale... suéltame. -Madge se debatió intentando zafarse de mi agarre, orgullosa pero a punto de llorar.


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Gale y Madge: Fresas en el BosqueWhere stories live. Discover now