Capítulo 24: Jarabe de Bayas

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Me levanto muy temprano como siempre aunque no hay clases hoy... están suspendidas porque ya se aproxima el final de los Juegos del Hambre. Seguro hoy va a pasar algo crucial para el desenlace. Sólo espero que no sean mutos sanguinarios.

Sin embargo, como destiné el fin de semana a surtirnos de provisiones para al menos uno o dos días, puedo remolonear un poco tomando el desayuno con calma. Me sirvo un té y unto con queso de cabra una rebanada del buen pan que el señor Mellark me dio a cambio de las ardillas. Luego le doy un vistazo a mi familia que todavía duerme y acomodo las mantas de mis hermanos. Quisiera tanto que ellos tuvieran su propia habitación, igual que Posy, pero todas las casas de la Veta tienen un único dormitorio con dos camas. El gobierno cree que con eso es suficiente y si quieres tener un cuarto extra, pues hay que pedir un permiso especial en la alcaldía para hacer una ampliación. Pero poca gente lo hace, más que nada, porque no hay dinero para comprar los materiales de construcción y está prohibido ir al bosque a cortar árboles para madera. Hay que comprar madera proveniente del Distrito 7 lo que, teniendo el bosque al lado, es como una cachetada. 

- ¿Qué haces con ese saco, Gale? -pregunta mi madre cuando me ve levantando el saco de diez kilos de cereal mixto que nos da el gobierno cada mes en intercambio por firmar teselas.

- Ejercitando -le contesto y como sigue con las cejas enarcadas, sigo explicando:- No hay colegio, no hay gimnasio... así que tengo que buscarme otras pesas para ejercitar los brazos.

- No vaya a ser que se te rompa y termines desparramando el cereal en el suelo... porque ahí si que te doy... -advierte, haciendo un puño y da un coscorrón en el aire. 

Espero que mamá esté de espaldas y desprevenida, me acerco en silencio por detrás y la tomo en brazos de sorpresa.

- ¿Qué te parece si te levanto a ti mejor? -le digo riendo.

- ¡Gale, bájame! Ya sé que tienes fuerza, hijo, pero bájame... tengo cosas que hacer -me reclama pero se ríe.

- ¿Cómo qué? ¿preparar el desayuno para mis hermanos? Esas sabandijas todavía duermen y no hay clases... 

Mamá alega que tiene pedidos de ropa para entregar y que no puede retrasarse, la bajo con cuidado y le hago cariño en el pelo por detrás.

- ¿Yo soy una sabandija también? -pregunta Posy, aún en camisón y despeinada. Es silenciosa como yo, no la sentí llegar.

- ¡Por supuesto! Eres la sabandija número uno -exclamo y agrego acercándome lento hacia ella:- Y yo soy un gran cazador de sabandijas, ¿sabes que les hago?: las atrapo, las destripo... ¡y me las como crudas! 

Me restriego la barriga y empiezo a perseguir a Posy por la pieza que es living, comedor y cocina. Ella ríe, corre y chilla asustada de mentiras; armamos tal alboroto que mis hermanos se despiertan y se asoman desde el dormitorio a ver por qué hacemos tanta batahola. Vick y Rory se suman a la persecución de Posy, por toda la casa. Ahora sí tenemos un gran zafarrancho. Posy finge ser la presa perseguida y se mete por todos los rincones que puede, lo que no es difícil con su escaso tamaño, entre tanto mamá prepara el desayuno para todos ellos. Hasta que la diversión se acaba cuando Rory, Vick y Posy chocan, se enredan, se tropiezan y caen los tres sobre el saco de cereal, que se revienta por una costura y una buena parte de los granos se desparrama en el suelo. Mamá no está contenta. En castigo, nos pasamos una hora recogiendo granos mientras ella nos regaña desde el fregadero.


Después de hacer las camas me llevo a los tres a jugar en la pradera un par de horas para que mamá pueda trabajar tranquila, sin los tres saltando de una cama a otra o volviendo la casa patas arriba. Mis hermanos y Posy son muy traviesos y juguetones, pero sin duda nos alegran la vida. Vick, Rory y yo jugamos con una pelota de medias viejas, Posy corta flores para mamá y junta dientes de león en un canasto. Un conejo salta entre la hierba alta, mis hermanos lo persiguen pero el bicho es más rápido y se escabulle bajo la alambrada, perdiéndose en el bosque.

Gale y Madge: Fresas en el BosqueWaar verhalen tot leven komen. Ontdek het nu