Capítulo 53: Minero

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Un desagradable chirrido al deslizarse la hoja de la ventana sobre el carril (al que le falta engrase, por cierto), me despierta de sobresalto, restregando mis ojos. Contengo el aliento sentada en la cama... ¿un ladrón? Los castigos son muy severos para cualquier delito, pero la desesperación cuando no hay qué comer puede ser más fuerte que el miedo al castigo, sobre todo si papá sólo manda a la cárcel un mes al ladrón en vez de azotarlo o fusilarlo como dicta la ley de Panem. ¿O será algo peor, un pervertido? Sería mucho atreverse en la mismísima casa del alcalde.

Entonces una silueta alta y delgada ingresa a mi habitación por la ventana. El morral cruzado en bandolera y las botas en la mano, que deposita en el suelo. Suelto el aire que estaba conteniendo y aunque su voz grave y sexy me eriza la piel, no dejo de soltar un bufido por el susto que me ha pegado.


- ¿Por qué me dejaste plantado?   

- ¡Gale! ¿Cómo subiste? -Él se sienta a mi lado en la cama y veo unas hojas de la enredadera que trepa por un costado de la casa. Ambos sonreímos mientras se las quito, tras percatarme por dónde subió a mi pieza.

- Estuve esperándote en la casa de la Aldea de Vencedores... ¿Leevy no te dio mi mensaje? -Juraría que también se está riendo de haberme asustado.

- Barley salió a hablar con Leevy, no la dejaron entrar porque no vestía de etiqueta, pensaba que vendrías con ella. Sólo mandó decir que no ibas a asistir porque te lesionaste en el partido...supongo que era sólo una excusa, ¿por qué no fuiste a la cena? Katniss dijo...

- Ya basta de Katniss, no vine a hablar de ella... si subí esa enredadera, fue porque quiero estar contigo.

- Pues en qué topamos... ven acá -digo haciéndole espacio en mi cama.


Gale se desliza a mi lado, quitándose primero los pantalones y la camiseta, lo que me permite admirar su torso tonificado. Es delgado pero fuerte. Empieza a acariciarme sin demoras mientras nos besamos y yo recorro su torso, sintiendo su piel morena bajo las yemas de mis dedos. Poco a poco sube mi camisón, aprovechando de besarme desde el ombligo hasta mi cuello, y lo pasa por mi cabeza, lanzándolo por el aire. Nos enredamos entre las sábanas, hambrientos de besos y caricias. Su mano no tarda en introducirse bajo mi pantaleta, provocándome gemidos en tanto que mi propia mano busca su sexo endurecido bajo aquel boxer, acariciando su virilidad. Gale suelta un gruñido de satisfacción.


- Hazme el amor despacito esta noche... -sugiero, Gale sonríe asintiendo.

- ¿Te gusta despacito? -ronronea en mi oído, excitándome más con el sonido de su voz seductora y sus manos acariciando el filo de mis caderas antes de quitarme la última prenda.

- ¡Me encanta! -exclamo antes de morder su mandíbula.



Gale entra en mí suavemente, ya no duele como la primera vez, rodeo su cintura con mis piernas para sentirlo más a fondo. Busco sus labios para beber de ellos con ansias, pero luego me separo un poco porque no puedo impedir los gemidos que suben por mi garganta, pidiendo salir. No puedo evitarlo, mientras lo siento entrar y salir de mi interior; Gale y yo hemos descubierto que al hacer el amor más despacio ambos lo disfrutamos más y duramos más antes de acabar en un orgasmo mutuo. Aunque yo tengo uno o dos antes de llegar a eso. También grito menos, más bien son gemidos o ronroneos suaves y lentos, lo que nos viene bien, no conviene despertar a mis padres allá abajo. No sé en qué minuto terminamos en posición 69 y poco después estoy boca abajo en las sábanas para que Gale se acomode en mi espalda. Ahora sí tengo que morder con fuerza la almohada para no pegar un grito gutural cuando Gale me penetra una y otra vez. A pesar que fue lento, fue intenso y nos quedamos dormidos agotados. Al amanecer Gale me despierta para hacer el amor bajo la regadera de la ducha, ahora grito sin culpa sabiendo que el chorro de agua y la puerta cerrada ahogarán cualquier ruido.

Gale y Madge: Fresas en el BosqueWhere stories live. Discover now