Dark Beauty © Libro 1. (TERMI...

Von MiloHipster

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Dicen que los asesinos y criminales para que puedan ejercer su labor de asesinar o torturar, necesitan tener... Mehr

Prólogo
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#Nota VI
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#Nota VIII
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CAPÍTULO FINAL 92
Epílogo
Extra
Personajes
Aviso.
DEDICATORIA
RECOMENDACIÓN ;)
AGRADECIMIENTOS

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Von MiloHipster

Gabbe McCall se ofreció amistosamente a ayudarla a pasar las maletas pesadas de Egon, Austin y Thomas a su habitación. Mientras arreglaba las cosas en el suelo, notó que el chico se estaba tardando de más en la otra habitación cuando solamente faltaba trasladar la mochila personal de Egon, por lo que decidió ir a ver qué es lo que estaba haciendo. Y lo encontró golpeando los cierres con insistencia.

—¿Qué haces? —le preguntó con los brazos cruzados sobre el pecho, mostrando total desconfianza. Gabbe apenas y se dio cuenta de su presencia y prosiguió golpeando la mochila con el mismo frenesí.

—Había una cucaracha pegada a la mochila y la aplasté, pero quedaron sus restos y traté de quitarlos, aunque ahora es puré—bromeó y se levantó con la mochila sobre el hombro. Shelby juntó las cejas con sospecha, pero nada en él le inspiraba desconfianza, por desgracia. Estuvo a punto de replicar, pero el chico se aproximó a la puerta y pasó junto a ella, dejándola de pie con el ceño fruncido. ¿Qué le pasaba? Se dio la vuelta para seguirlo, pero Gabbe ya estaba de vuelta y se estaba quitando la chaqueta café que estaba empapada al igual que todo su cuerpo. Su cabello seguía adherido a su cabeza, frente, cuello y mejillas y se lo apartó con la mano en un movimiento hipnótico el cual hizo que Shelby pensara en Egon en vez de mirar fijamente al desconocido—muchas gracias por tu generosidad, esta noche no pasaré frío—añadió de pronto, con una sonrisa lobuna y terminó de quitarse la chaqueta, dejando al descubierto su escultural cuerpo debajo de una playera blanca sin mangas. Su piel, al parecer, estaba llena de pequeñas pecas cafés, haciéndolo lucir tierno y a la vez rudo; pero obviamente nada comparado con Egon. Egon era perfecto.

—Por nada. Buenas noches—se despidió de él y salió al pasillo. No miró hacia atrás, pero estaba segura que ese chico la estaba mirado, podía sentir sus ojos azules quemarle la espalda. Cuando entró a su habitación, cerró la puerta enseguida y recargó su espalda en ella para retomar el aliento. ¿Qué había sido aquello? ¿Por qué se comportó como una tonta frente a ese chico? Era guapo, sí. Pero, ¿Por qué? Pensó en Egon y en su fabulosa sonrisa maliciosa y se tranquilizó. Pensó en sus hermosos ojos negros que la miraban como nunca mirarían a alguien más. Sacudió la cabeza y esbozó una sonrisa. Pensar en él la tranquilizaba. Echó a Thomas en una esquina de la cama, ya que extrañamente no pesaba casi nada y se acomodó en el otro extremo. Sabía de antemano que a Egon no le iba a agradar la idea de haber dormido con Thomas y tampoco saber que había dejado dormir a un sujeto desconocido en la habitación continúa, pero, era eso o dejar que el pobre chico sin dinero se quedara durmiendo en el vestíbulo del hotel en medio de la noche lluviosa. Abandonó todo rastro de incertidumbre y cerró los ojos, hundiéndose en un sueño pesado. Cuando amaneció, despertó gracias a algo que le rozaba la nariz. Apartó aquello que le molestaba de un manotazo y abrió los ojos. No esperaba encontrar el pie de Thomas sobre su cara y gruñó. Miró el reloj con desprecio que marcaba estúpidamente las nueve de la mañana. Se levantó de un salto y aprovechó que su amigo seguía dormido para ducharse a gusto. Rebuscado entre sus cosas, sacó un short de mezclilla porque el sol quemaba deliberadamente la habitación, señal de que había demasiado calor como para andar con Jeans. Encontró una blusa sin mangas y metió la ropa al baño junto con su ropa interior. Le echó un vistazo a Thomas y entró a bañarse. Mientras se frotaba el jabón por el cuerpo, escuchó claramente a través de la pared que alguien la golpeaba del otro lado. O sea, en la habitación en la que se encontraba ese chico, Gabbe. Y palideció. ¿Era posible que Egon hubiese llegado ya y lo estaba masacrando? No. Egon no lo haría, él hubiera llegado primero a verla a ella y después iría a la otra habitación... a menos que... Sacudió la cabeza y se apresuró. Ni si quiera se arregló el cabello. Salió disparada a la habitación de al lado, preparada para interponerse entre Egon y el chico desconocido, pero se llevó tal sorpresa que la hizo detenerse en seco. La puerta estaba abierta y se quedó inmóvil en el umbral. Parpadeó estupefacta al divisar al chico de pie, frente a una pared, dando de golpes fuertemente al muro. Estaba bien vestido con la misma ropa, que en ese momento ya estaba seca al igual que su cabello. Y cuando se percató de su presencia, sonrió. Se apartó de la pared y se acercó a ella dando zancadas.

—Hola, buenos días.

—¿Qué estabas haciéndole a la pared?

—Ejercitaba mis puños—le mostró los nudillos enrojecidos que estaban a punto de brotar sangre de ellos y después se apresuró a meter las manos en sus bolsillos. Miró a sus pies y después levantó la mirada a ella— ¿te molesta que lo haga?

—Un poco. Mi baño queda justamente en esa pared y me asusté.

—Lo lamento—dijo y se pasó una mano por el cabello, y como la luz del día se colaba a la habitación, sus ojos azules brillaron—de todas maneras, ya me iba. De seguro tu familia debe estar por volver y no les hará gracia verme aquí...

Gabbe dejó de hablar y miró por encima del hombro a Shelby con una sonrisa.

—¿Ya vinieron...? —preguntó Thomas y cerró la boca al darse cuenta de la presencia de alguien más. Shelby se dio la vuelta rápidamente y se frotó el antebrazo con la mano, esperando la reacción de Thomas. Pero no ocurrió nada, pese a que, su amigo se quedó mirando bobamente a Gabbe.

—Thomas, mira, él es Gabbe—se apresuró a decir ella—Gabbe él es Thomas, mi amigo.

—Un gusto—Gabbe movió la mano de un lado a otro sin estrechársela.

—¿Quién es él, Shelby? —preguntó Thomas como si el otro chico no estuviera ahí, pero pareció no importarle, porque miraba al par de amigos con simpatía.

—Lo conocí ayer—respondió ella, mirando a Gabbe—no tenía donde pasar la noche y le ofrecí la habitación.

—A Egon no le gustará la idea de que invites a desconocidos a dormir cerca de ti en su ausencia—se mordió el interior de las mejillas sin dejar de darle vistazos a Gabbe de soslayo.

—Egon no tiene por qué enterarse—masculló.

—¿Egon? —preguntó Gabbe juntando las cejas.

—Sí, así se llama el novio de Shelby y es un chico de cuidado—le informó Thomas con aire protector. No le agradaba en lo absoluto ese sujeto. Era guapo, pero algo le decía que traería problemas y que ya le había echado el ojo a su amiga, pero sonrió al saber que Egon lo destrozaría si se enteraba. Entonces Shelby percibió un fugaz cambio en los ojos de Gabbe. Creyó verle rabia e ira contenida, pero al parpadear, sus ojos azules volvieron a sonreírle como si nada hubiera pasado. Le recordó a Egon. Y sacudió esa idea de la mente.

—¿Tienes novio? —preguntó Gabbe con tranquilidad.

—Sí.

—Me encantaría conocerlo.

—¿Por qué? —preguntaron Shelby y Thomas al mismo tiempo.

—Necesito ayuda para salir de esta ciudad y no sé si ustedes puedan prestarme algún auto.

—¿Qué te hace pensar que el novio de mi amiga tiene uno? —inquirió Thomas a la defensiva. Se colocó frente a Shelby protectoramente. Un chico gay estaba dispuesto a pelear con un chico rudo con tal de proteger a su amiga. Era un héroe.

—Resulta que... —comenzó a decir Gabbe con un dejo de diversión en su voz—ella me dijo que salieron de la ciudad y volverían hoy, así que supongo que tienen auto, y no creo que se hayan ido corriendo.

Shelby se mordió la lengua para no echarse a reír. Thomas estrechó los ojos y se ruborizó al instante. Gabbe, en cambio, le palmeó levemente el hombro, asustándolo.

—Eres un sujeto simpático—dijo a Thomas—y sé que quieres protegerla de mí, pero te aseguro que yo no soy el malo de la historia.

La fémina frunció el ceño y dio unos pasos más adelante de Thomas para mirar el rostro de Gabbe, que aun sostenía su patética sonrisa.

—¿De qué hablas?

—De muchas cosas y de nada—añadió el forastero con vacilación y ella ladeó la cabeza. Hasta en sus respuestas era muy parecido a Egon y pensó si quizás se debía a una broma—bueno, me voy. Gracias por la hospitalidad, pero debo seguir mi camino.

Se abrió paso entre ambos y se deslizó fuera de la habitación. Thomas simplemente dejó escapar el aire de sus pulmones.

—Vaya sujeto.

—¿Tendrá donde desayunar?

—No tengo idea, pero es mejor que se vaya, además ya no debe tardar Egon.

—Ellos debieron estar aquí desde hace un par de horas—Shelby arrugó la nariz y comenzó a mordisquearse el pulgar. Enseguida se aproximó al pasillo y vio la espalda de Gabbe desaparecer por la esquina y resopló. El chico no tenía dinero y de seguro tenía hambre.

—¿Qué haces? ¿No estarás pensando en invitarlo a desayunar para que luego Egon lo asesine y lo coma para la cena? —se aventuró a preguntar sarcásticamente Thomas en cuando notó las intenciones de Shelby.

—No se ve mala persona—dijo, aun masticando su dedo y mirando en la dirección donde él se había ido.

—Ni se te ocurra...

Pero Shelby ya se encontraba trotando por el pasillo. Thomas gritó que era mala idea, pero su voz solo hizo eco sin respuesta. Ella, corriendo detrás de un sujeto al que no conocía, se prometió solamente invitarlo a desayunar y a darle, aunque sea unos dólares, para que pudiera transportarse; ya que le provocó lástima verlo la noche anterior maldiciendo por sus únicas monedas y algo le decía que no era mala persona. Por lo tanto, temía por él. Porque si Egon llegaba a verla cerca, se desataría una pelea sangrienta y Gabbe saldría herido por su culpa.

—¡Gabbe! —gritó cuando él ya se encaminaba a la carretera con los hombros echados al frente y con una mano cubriendo sus ojos por el sol— ¡Gabbe, espera!

Él se detuvo y giró sobre sus talones. Su cabello negro y su piel llena de pecas intensificaban sus ojos azules.

—¿Sí?

—¿Quieres quedarte a desayunar? La comida que hay en el hotel es muy buena.

—¿Y qué hay de tu novio violento? —bromeó.

—No ha venido todavía, por lo que deberías aceptar y desayunar antes que regrese—miró a la calle en busca de algún Jetta, pero estaba desierto.

—De acuerdo, si insistes—se encogió de hombros y se acercó a ella.

Shelby y Gabbe regresaron al motel un tanto titubeantes.

—¿Qué quieres comer? —preguntó Shelby a Gabbe cuando estuvieron frente al recepcionista que se encargaba de llevarles la comida a la habitación.

—Lo que quieras darme, con eso es más que suficiente—le guiñó el ojo y ella asintió, intimidada.

—Tres hamburguesas, tres órdenes de papas y tres sodas, por favor. A la habitación de siempre—le dijo al recepcionista y este asintió sonriendo.

Gabbe miró por un momento a Shelby y después se palpó los bolsillos.

—¿Me permites un segundo? Tengo que hacer una llamada—sacó un teléfono de su bolsillo y ella lo miró con las cejas arqueadas—necesito llamarle a mi padre, ya sabes; a veces necesitas hablar con ellos para que no te molesten el resto del día—amplió su sonrisa.

—Estaré arriba—le dijo y se encaminó por el pasillo, mirándolo por encima del hombro. Le pareció extraño, pero se obligó a no pensar mal del chico. Parecía inofensivo. Y si resultaba ser peligroso, se las vería con su hermosa arma. Thomas la esperaba con recelo en la habitación que habían compartido y al verla regresar sin Gabbe, sonrió genuinamente—no te hagas ilusiones, el chico aceptó desayunar con nosotros, vendrá en un momento.

—¿Qué?

—Pedí hamburguesas para desayunar, sé que no es un desayuno sano, pero es delicioso y a Egon le encantan—suspiró ella, recargándose en la pared.

—Sí, pero el sujeto con el que vamos a desayunar no es Egon. Es un chico que no conocemos.

—Ya lo sé—espetó un tanto molesta—solo es un maldito desayuno. No estoy pensando en convertirlo en mi amigo, relájate.

—Eso no pensará Egon si lo mira.

—Egon no está—gruñó y entró a la habitación, empujándolo. Al cabo de un rato, Gabbe apareció en el umbral. A pesar de que estaba sudoroso, su sonrisa seguía en sus labios— ¿cómo te fue con tu padre? —preguntó Shelby sentada en la cama con Thomas a unos centímetros de distancia.

—¿Padre? —se mostró confundido y enseguida el reconocimiento llegó a su mente y parpadeó—eh, sí. Mi padre. Me dijo que tuviera cuidado y que regresara pronto.

Se atrevió a entrar y se sentó en el suelo, muy cerca de los pies de ella. Flexionó una pierna hacia arriba y la otra quedó en el suelo. Era una pose sexy. Thomas gruñó y se levantó justo al tiempo que llegaba el recepcionista con un carrito con tres charolas tapadas.

—Tres hamburguesas, tres órdenes de papas y tres gaseosas—dijo.

—Gracias—respondió Thomas y le quitó el carrito de las manos—lo pagaremos al final, ya lo sabes.

—Tengan buen provecho—añadió el sujeto y se retiró. Thomas cerró la puerta con el pie y se acercó a Shelby y a Gabbe.

—A comer—dijo en tono infantil y Gabbe sonrió aún más. Momento después, los tres comían en silencio, mirándose los unos a los otros, incómodos, o al menos Thomas y Shelby sí, porque Gabbe comía animadamente su hamburguesa sin mirarlos, sus ojos azules miraban a todas partes, menos a ellos. De pronto, el sonido de unos neumáticos derrapando en el asfalto los hizo saltar del susto. Aunque, a decir verdad, el forastero ni si quiera se inmutó. Shelby y Thomas intercambiaron miradas nerviosas. Egon había llegado.

—Tranquila, iré a ver—se ofreció Thomas. Se limpió la boca con la mano y terminó de engullir el último bocado y se apresuró a la puerta. Gabbe juntó las cejas y se levantó lentamente del suelo y se sentó muy cerca de ella, mirando a la puerta con atención. A pesar de lucir despreocupado, en su mirada rondaba una señal de alerta. Shelby dejó a un lado su hamburguesa, esperando el momento de ver a Egon entrar por la puerta abierta.

—¿Qué pasa? —quiso saber Gabbe, masticando y luego bebiendo su gaseosa.

—Creo que mi familia ha llegado...

Y de pronto, Egon apareció en el umbral de la puerta con el rostro magullado de moretones y la ropa manchada de sangre seca. Sus ojos estaban inyectados en sangre y cristalizados. En su mano temblorosa empuñaba su pistola. Y Shelby ahogó un grito del susto.

—¡No pude hacer nada! —balbuceó Egon, temblando de pies a cabeza—nos interceptaron y no me dio tiempo de protegerla...

—¡Egon! —chilló Shelby dispuesta a correr a abrazarlo, pero la mano de Gabbe la detuvo y la inmovilizó en su sitio. Y cuando los ojos oscuros de Egon repararon en el desconocido, ardieron de furia. Acto seguido, avanzó a él y el chico de mirada amable se incorporó inmediatamente, dejando atrás a Shelby y poniéndose de escudo.

—¡Apártate de ella! —vociferó Egon y alzó la boquilla del arma directamente a la cabeza de Gabbe. Shelby gritó e intentó interponerse para abrazar a Egon y evitar una desgracia. Él estaba en estado de shock y parecía no estar pensando bien lo que hacía. Había sucedido algo en la "estrategia".

—¡Baja el arma! —gritó Gabriel en respuesta, pero Egon cerca de obedecer, siseó palabras en alemán y dio un paso adelante sin dejar de apuntarle. Y todo fue en cámara lenta. Shelby se quedó boquiabierta cuando Gabbe la empujó a la cama con suavidad y de su chaqueta extrajo un arma más grande que la de Egon y apuntó a su cabeza en un ágil movimiento. Era un Uzi, un subfusil similar a una ametralladora de menor tamaño, capaz de disparar diez balas en un segundo.

—¡¿Quién eres tú y qué haces con ella en mi habitación?! —masculló Egon sin temor al arma que se dirigía a él con mucha puntería.

—Él es Gabriel McCall... —susurró Shelby.

—Entonces vas a morir, Gabriel—le quitó el seguro a su arma y se preparó para disparar. Y chico de ojos azul eléctrico sonrió, haciendo temblar más a Shelby. La vista de ella se nubló cuando ambas armas dispararon y vio todo negro, como si hubiera recibido el impacto, pero no fue así. Ninguna bala la tocó.


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