La Chica Que Se Enamora De Pe...

By Angelito_Herrera

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Ella vive obsesionada con los personajes literarios, esperando algún día ser amada de la misma manera y con l... More

Sinopsis
Dedicatoria
Aclaratoria
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capitulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo especial
12 horas antes de la muerte de Stella.
Fragmentos: El día del Funeral
Nota importante
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34: Parte I
Capítulo 34: Parte II
Fragmentos: Arrepentimiento
Fragmentos: El día del funeral
Capítulo Especial
En busca de lo que es nuestro.
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37

Capítulo 31

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By Angelito_Herrera

Stella Harrinson

La chica con muchos miedos.

Las personas estamos conformadas biológicamente por agua, sangre y una serie de órganos que trabajan entre sí para poder vivir, pero hay muchas cosas que conforman quienes somos, y son los momentos, los recuerdos, los lugares, las canciones, los miedos. Porque los miedos son parte importante de nosotros, no es algo descabellado, no es algo loco, es normal tenerlos.

Incluso, nos vienen acompañando desde nuestros primeros años de vida, cuando apenas somos niños le tememos a muchas cosas, a la oscuridad, a las fuerzas de las olas del mar, a los payasos, a los insectos y muchas otras cosas, pero nos hemos detenido para preguntarnos ¿En qué momento ese miedo cesó? ¿Cuándo dejamos de evitar los sitios oscuros? ¿En qué momento los circos se volvieron más agradables porque los payasos ya no nos asustaban? O ¿Cuándo las olas dejaron de ser tan aterradoras y supimos que solo era agua que venía con cierta fuerza?

La respuesta a todas las anteriores preguntas es que, todo eso pasa cuando aceptamos y descubrimos que los miedos son causados por nuestra mente, y que en ocasiones eso que nos asusta no es nada, no es nada comparado con lo que pensamos, o quizás lo es, quizás sí es aterrador y peligroso, pero tarde o temprano debemos enfrentarlo.

Debemos hacerlo.

Y es ahí, en ese instante, cuando decidimos hacerlo, donde el miedo se va, es cuando enfrentamos eso que nos perturba cuando todo termina y dejan de tener poder sobre nosotros. Yo había pasado tiempo teniéndolo un miedo gigante al monstruo delante de mí. Había temido que regresara. Que no lo hubiera vencido. Que siguiera ahí. Bajo las sombras. Tras los árboles.

Esperando...

Esperando el momento para atacar.

Para atacarme.

Pero no quiero ser prisionera ya sea de un monstruo o de mi misma. Quiero creer que mamá no murió para eso, para que fuera un ave enjaulada o una marioneta manejada por el miedo, yo merezco mucho más, merezco ser libre. Ser feliz, tanto por ella, como por mí. Por todo lo que he perdido, por todo lo que merezco vivir. Es por eso, que, aunque estoy aterrada de tenerlo frente a mí, calmé mis pensamientos, y decidí ser más astuta que solo eso.

Porque esta guerra no la gana el más fuerte. Si no el más inteligente.

-Eres tú.

Le dije, con toda la intención de mostrarme más asustada y frágil de lo que estoy. Porque es necesario saber que en ocasiones fingir nos salva, porque nos da segundos necesarios para pensar, para idear un plan, para contraatacar.

El cielo amenazaba con caerse a pedazos, las gotas de lluvia aumentaban su tamaño con cada segundo, y mi corazón latía desbocado y golpeaba mi pecho, tan fuerte que sospechaba que él pudiera oírlo.

-Creíste que habías terminado con nosotros.

Susurró de manera escalofriante, mientras caminaba sigilosamente hacia mí, yo clavé mi vista en él y quizás creyó que me perdí en la profundidad de su mirada, en su ropa negra, en lo cremosa de su piel, y sus labios inflados, pero en vez de eso, pensaba con rapidez, viendo que hacer y en qué momento hacerlo.

Aunque las opciones son pocas.

- Pero sorpresa... -continuó- He vuelto, estoy aquí. Y tú y yo, tenemos algo pendiente.

Clavó sus ojos en mí, me miro de pies a cabeza y me sentí expuesta, me sentí vigilada, me sentí en peligro, tanto que no sabía si mis intentos de huir y librarme de él serían lo suficiente eficaces para lograrlo.

-Yo no te debo nada... -solté, tratando de sonar segura, pero en el fondo no sabía perfectamente lo que haría o si acaso funcionaría.

-Ya quítate la máscara. -soltó con autoridad- Acepta las consecuencias de tus actos, deja de fingir de una puta vez, porque no importa cuanto lo hagas, tú y yo sabemos quién eres realmente y lo que hiciste.

Él seguía caminando hacia mí, pero esta vez yo deje de caminar a ciegas hacia atrás y me detuve, lo dejé que se acerque, que sienta mi respiración, que me perciba, porque así él podrá creer que me tiene bajo su hechizo, que me tiene contra las rejas, que ya no hay salida.

Cuando está a un solo paso de mí, estira su brazo derecho y yo me doy fuerza mentalmente para no moverme del miedo, sino que me quedo de pie, inmóvil, como una estatua, mirándolo a los ojos, mientras el con su dedo índice, comienza a recorrer el borde del vestido justo en la parte del escote, su mirada chispeante me revuelve el estómago y me contengo de quitarle la mano de un solo manotón.

Sé inteligente.

Déjalo creer que te tiene.

Sus actos dicen que te odia...

Pero su mirada dice otra cosa.

-Supusiste que huyendo... -su voz me saca de mis pensamientos- cambiando la historia y fingiendo que nada habría pasado, podrías huir de mí, pero te equivocaste Stella, porque a donde quiera que fueras, iba a encontrarte, iba a hacerlo. Porque ningún lugar iba a poder salvarte de mí.

Sentí un escalofrío recorrerme la espina dorsal en cuanto la yema de sus dedos hizo contacto con mi piel descubierta, pero resistí, me mantuve en pie, si era eso lo que debía hacer y aguantar lo haría. Porque mientras él alardea sobre su venganza, sobre lo perdida que estoy y sobre todo lo que me hará y cuanto tardó en encontrarme yo soy más astuta, y lo analicé de pies a cabeza, es por eso que descubrí que no trae un arma, que no se esperaba este encuentro, pero lo más importante, que su ego, su ego puede ser su perdición.

Lo miro a los ojos mientras cuento mentalmente y le digo:

-¿Y qué tan seguro estas de que has ganado? -lo miro desafiante. -Este juego recién comienza.

1...

2...

Y...

Él se queda paralizado por unos segundos, y una sonrisa se forma en sus labios, y ahí me doy cuenta de que es ahora o nunca, así que son esos segundos los cuales aprovecho, levanto rápidamente mi pierna derecha y alcanzo a golpearlo lo más fuerte que puedo en el pene, el cual sorpresivamente siento duro, pero le restó importancia, lo veo inclinarse mientras se coloca una mano en el abdomen soltando quejidos por el golpe, justo en ese instante me giro lo más rápido que puedo y comienzo a correr.

Cuido los movimientos de mis pies para no caerme, me esfuerzo por no cometer errores, por ser veloz y tener agilidad, pero por desgracia, el vestido corto de escote y los tacones brillantes que opté por colocarme justo hoy, no me la ponen fácil, sin embargo, lo intento. La respiración comienza a fallarme en unos segundos y ahí es donde me arrepiento de no correr a menudo, el pelo se mueve hacia todas partes, pero no me importa, no me importa en lo absoluto.

Él no tarda en recuperarse y comenzar a perseguirme, no le toma mucho tampoco alcanzarme, y venir detrás de mí, es obvio que es mucho más veloz que yo, pero no me detengo, le paso por el lado a una rueda de la fortuna, a un tobogán, paso por el medio entre unas barras, y cuando me siento victoriosa, siento como me empuja por la espalda y eso me hace perder el equilibrio, me tambaleo unos segundos, pero no logro equilibrarme y caigo sobre mis tetas en la arena mojada por la lluvia que se desencadena ante nosotros.

Las gotas de lluvia habían aumentado mucho más su rapidez, su tamaño, mojando todo a su paso, trato como puedo de ponerme de pie, pero él me lo impide, agarrándome por los tobillos y tirando de mí, con fuerza hacia él. Me giro un poco y veo el odio y rabia en sus ojos, la adrenalina mezclada con el miedo me agobia, tanto que siento mis ojos arder, estoy aterrada, estoy ante las cuerdas...

-Mamá, ¿Qué está pasando?

Le pregunto cuando salimos del centro comercial y nos encontramos con que su carro tiene todos los vidrios rotos y tiene escrito en el capote:

"Escogiste mal tu bando perra"

-Todo está bien, hija. Es solo que a veces, por ser buenas personas, nos pasan cosas malas, pero no por eso debemos hacer el mal.

La miré confusa, porque por lo general, ella es así, habla con palabras complejas y en ocasiones difíciles de entender, utiliza como ejemplo situaciones inverosímiles que no les veo la conexión, pero los cuales después me explica y lo entiendo, lo entiendo a la perfección.

-Mi mamá es mi heroína, es tan correcta, es tan feliz, tan auténtica. Me siento orgullosa de ella. -pienso y ella me interrumpe.

-Pero sin importar cuanto traten de amedrentarte, haz lo correcto. -me dice con calidez, suavizándome el hombro.

-¿Y si eso que haremos nos pone en peligro a nosotros y a los que amamos?

Noto la duda en su expresión, y creo que no me responderá, hasta que al pasar unos segundos la escucho susurrar:

-Las personas que te quieren, lo hacen por quien eres y por los valores que viven dentro de ti. Escoger a quienes amamos es considerado un acto de amor, pero la batalla es difícil cuando debes escoger entre seguir tu corazón o seguir tus principios. Sin embargo, yo sé que cuando a ti te toque tomar una decisión así, escogerás la que creas correcta para ti, así como yo lo hago. Ahora, deja de preguntar tanto, y ven a abrazarme, mi pulgarcita.

-Ya te dije que no me llames de esa forma.

-Siempre serás mi pulgarcita. Aunque estés grande, tengas esposo y ocho hijos.

-No quiero tener ocho hijos.

-A que, si es con uno de tus personajes favoritos, sí ¿O me equivoco?

-De igual manera eso es imposible.

-Nunca te cierres a nada, hija. Yo más que nadie, sé que en ocasiones la ficción puede superar la barrera de la realidad.

Vuelvo en sí, de ese fugaz recuerdo y me encuentro con su rostro, con lo fría de su mirada, sigue jalando de mi tobillo hacía él hasta que de un solo tirón logro zafarme, pero no me sirve de mucho. Molesto, lo veo sacar algo brillante y metálico de su bolsillo, lo toma en sus manos y la abre, es una navaja, me quedo muy quieta y él se sienta sobre mi abdomen, con una de sus manos agarra un puñado de mi cabello para pegarme bruscamente a él, sus ojos fijos en los míos mientras nuestras respiraciones se mezclan entre sí, una con la otra, pega la navaja a mi cuello y trago grueso, pensando que no hay salida, tiemblo ante el contacto del filo con mi piel.

Estoy esperando que haga lo que sea que tiene en mente, cuando de un momento a otro, cae sobre mi pecho, y la navaja cae a un lado, grito totalmente asustada hasta que lo veo, mi salvador, mi ángel guardián el mismísimo Heist Stein, tiene una roca en su mano, la cual suelta para quitarme el cuerpo de encima y ayudarme a levantar. Su cara está contraída, ¿En tristeza?, no lo sé, unas de sus cualidades es ser volátil e indescifrable, pero justo ahora no luce arrogante, no emana seguridad, sino más bien confusión, trae los ojos un poco rojos, y hay algo raro en él, me recuerda a lo que vi en la mirada de Luke esa noche a las afueras del centro comercial, cuando casi queda como sticker de piso de nuevo.

¿Será que lo recordó todo?

Me pregunto para mí misma, pero no a él, porque sé perfectamente que no está bien presionarlo, y menos justo ahora, así que, en vez de eso, lo abrazo, lo abrazo en medio de ese parque, con rastros de sangre aún en las manos, con arena en la espalda y con mucho miedo, un miedo que no había sentido en mucho tiempo.

Su abrazo es cálido, y ensordecedor, lo es porque ya no escucho los truenos o la lluvia caer, ya no escucho las voces de mi cabeza, solo estoy ahí, mientras el corazón me late desbocado, mientras lágrimas ruedan, y esta vez no me esfuerzo en esconderlas o retenerlas, estoy tan cansada de resistirme, de fingir que nada duele, cuando es todo lo contrario. Por esa razón las dejo fluir, las dejo fluir y me quiebro, me quiebro en sus brazos, me hago pedazos y dejo salir todo, todo lo que estuve reteniendo.

Lloro por mamá, por la discusión que tuve con papá, por todo lo que le dije y de lo que ahora me arrepiento, porque si hay una mala aquí, no es él, no es un mal padre, yo soy quien soy mala chica, le oculto cosas, le miento...

Suelto sollozos descontrolados y lloro, lloro por los chicos, por la manera en la que me miraron hace un rato, porque me dejaron sola, lloro por la manera en la que exploté, por todo en lo que me he convertido, en todo lo malo que puede pasar, en todo el peligro al que he estado expuesta simplemente por no ser cuidadosa, por no darme cuenta.

Heist continúa sin decir nada, solo está en silencio, y valoro eso, porque en el fondo no quiero que diga nada, solo quiero estar ahí, sentirlo pegado a mí, abrazándome, reteniendo cada parte, evitando que sigan cayéndose a pedazos, evitando que se vengan totalmente abajo.

La lluvia se desató, mojándonos completamente, sin siquiera pedir permiso, los truenos alumbran el cielo cada cierto tiempo, mientras los fuertes vientos intentan mover nuestros cabellos hacía todas las direcciones, pero este se resiste, lo hace porque está empapado y pegado a los lados de nuestras caras. La neblina comenzó a volverlo todo borroso, y por un momento pensé en lo íntimo que se sentía todo, pensé en que ese instante era nada más nuestro, de él y mío, de nadie más. No supe con exactitud cuantos segundos habían pasado cuando Heist me tomó por el mentón y me obligó a mirarlo.

En sus ojos no había rastro de molestia, o de decepción, él más que nadie me entendía, lo hacía, porque el chico frente a mí me conocía más que cualquier otra persona, me había visto como realmente era, quizás por eso conectamos de esta manera, porque tenemos más en común de lo que ambos creíamos posible. Heist fue el primero en darse cuenta de que, bajo mi fachada de niñita perfecta, refugiada en palabras plasmadas con tinta sobre papel o historias que yacen en una aplicación naranja que tanto amo, se escondía mucha más complejidad y secretos de los que alguien pueda imaginar.

Que esa soló era una manera, una manera de vivir mil vidas y así, solo así, poder huir de lo caótica que era la mía.

-Estoy aquí Stella. -susurró con gentileza, mientras me acunaba las mejillas con sus manos y me limpiaba las lágrimas que se escurrían por ellas y se mezclaban con el agua de la lluvia- estoy aquí para ti.

-Gracias por esto... -le agradezco, tomando su rostro entre mis manos. -gracias por verme y aceptarme como realmente soy, toda desastrosa, toda confusa, toda insegura...

-Ich liebe dich, Stella.

Le escucho decirme esas palabras las cuales sé exactamente qué significan, aunque no manejo ni un poco el alemán y estoy a punto de responderle, de decirle que también lo quiero, que lo quiero y siempre lo querré, pero no me deja hacerlo, porque enseguida me besa, me besa con anhelo, con desesperación, con deseo, como su hubiera esperado impacientemente este momento. Me besa como si tuviera miedo, como si supiera que es aquí y ahora o todo terminará.

Quizás Heist supo antes que yo, que nada terminaría bien esa noche.

Debimos saberlo... Había neblina, pero la pista clave era que aún llovía, igual que esa noche. Y al igual que la nieve conocía el final de Fleur, debí saber que la lluvia también conocía él mío.

La familiaridad en los labios de Heist es abrumadora, y me enloquece tanto que me siento suya, me siento suya solo con eso.

Porque este beso es diferente.

Pues, aunque el deseo y la pasión están ahí, latentes y desenfrenadas en cada roce de sus labios y los míos, se trataba de mucho más que eso, es como si Heist estuviera intentando decirme tantas cosas, como si quisiera expresar lo que siente, perdiéndose en mí, en mi boca.

Es en este instante, cuando entre tantas emociones unidas entiendo que sentirse viva, deseada y anhelada no tiene comparación alguna, que la vida es mucho más bonita cuando te sientes así, y que simplemente, no importa nada más. Porque cuando te besa la persona correcta, el mundo se detiene, el miedo cesa y te sientes a salvo. En casa.

Y es de esta manera como me siento con cada uno de ellos, me siento querida, deseada, viva. Y si eso no es amor, sinceramente no sé qué lo sería.

Heist baja sus manos de mis mejillas y las posa en mi cintura para apretarlas, mandando escalofríos por todo mi cuerpo, haciéndome olvidar la situación que nos trajo aquí, hasta este momento. Me coloco de puntillas y lo tomo por la parte trasera de su cuello para profundizar el beso, para grabarme su sabor, para memorizar la textura de sus labios, la agilidad de su lengua. Siento su miembro duro bajo sus pantalones y aprovecho y sin pensarlo comienzo a frotarme sobre él, pero la magia se rompió cuando sus labios se detuvieron abruptamente y pensé que tendría que tomar aire para respirar, pero para mi sorpresa lo siento desvanecerse y soltar un quejido de dolor, extrañada y confundida, abro mis ojos y lo siento caer de rodillas ante mí, bajo mi vista a su abdomen y noto que está sangrando, la excitación de hace unos segundos se evapora por completo cuando levanto la vista de Heist y me percato en el chico con sonrisa lobuna que se encuentra detrás de él...

Ryand.

Ryand Jones.

Ese es su nombre, el nombre del chico que me estuvo persiguiendo todo este tiempo sin yo darme cuenta, el chico que estuvo en las sombras y que ahora está de vuelta para volver todo un caos, para quitarme la tranquilidad que he encontrado, lo que he construido. Ese es el chico, cuya vida se encuentra atada a la mía por una serie de acontecimientos que nos trajeron hasta aquí, justo ahora.

Ryand tiene la navaja en su mano, la cual está goteando sangre, igual que su cabeza por el golpe que le dio Heist, y a diferencia de hace un rato, ya no tiene ganas de jugar, sino de actuar, porque en sus ojos solo hay oscuridad.

-Ya basta de juegos, Stella. Tú te vienes conmigo.

Dice y por lo visto ya no tengo más opción, veo la navaja en su mano, el odio en su mirada, y miro a Heist, ahí, en el suelo, con sus mejillas pegadas a la arena majada, con su cabello rubio pegado a los lados de su cara, el agua a su alrededor teñida de color rojo por la sangre y con la vista puesta en mí, sin poder levantarse, aunque hace el intento.

Es mi fin.

................................................................

Nota de Autor: *Les sonríe con amabilidad mientras todos lo miran y señalan con antorchas en sus manos*

Ya discúlpenme, eso de la universidad y existir no es fácil, hay días en los que me siento de la cagada y no quiero hacer nada más que dormir (bajones emocionales se les llama), pero ya estoy aquí, estoy de vuelta.

A ver, a ver, opiniones del capítulo:

Heist y Stella besándose con ese tipo ahí "medio muerto al lado" eso es mucha calentura, pero aja, es Heist, hay que entenderla, hasta yo lo hubiera hecho.

Ahora si, el narrador desconocido finalmente tiene nombre "Ryand" hasta bonito el nombre del condenado, pero resultó ser el malo, (pov: nos gusta igual) Ese tipo es muy confuso, en mi cabeza dice que quiere matarla pero de pronto la tiene enfrente y le recorre el borde del vestido, papi, ubicatex, o quieres matarla o la deseas, no puede haber punto medio, ¿O si?

Teorías sobre que paso con Ryand y Stella, ¿Qué fue lo que le hizo la condenada?

Capítulo cortito, pero valórenlo. Gracias por leerme, soy muy feliz leyendo sus comentarios y viendo cómo les está gustando esta historia. Nos vemos la próxima semana, sin falta. Esta vez si es enserio.

BESITO.

Con amor, el chico que quiere acabar con su estabilidad.

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