XXXIII - Conversaciones con el nuevo día

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Es cerca del mediodía cuando al fin salimos de la cama, dado que dormitamos durante un buen rato tras el último asalto.

Corro por la habitación para ocultar mi desnudez desde las sábanas a la bata. Jamie me mira confuso, con una ceja enarcada.


-No mires, estoy desnuda.- Río avergonzada. Lobuno, se levanta como Dios lo trajo al mundo y se acerca a mí sin atisbo de pudor.

-De acuerdo. Intentaré olvidar que anoche te desnudé yo mismo.- Susurró contra mi oído antes de despositar un beso tras mi pabellón auditivo.


Bajó levemente una de las mangas y besó mi hombro descubierto, aspirando la fragancia de nuestra noche sobre mi piel. Gimoteó exhausto.


-¿Se acaba alguna vez este deseo por ti?- Murmura abrazándome, mi mejilla pegada al hueco de su garganta. Sus manos acariciando mi espalda.- Incluso tras haberte hecho mía, te deseo tanto todavía, que me duelen los dedos por tocarte de nuevo y me cuesta respirar. Cuando te tengo entre mis brazos y te siento temblar así, esperando a entregarte a mí... Dios Santo, deseo complacerte hasta que a gritos me lo pidas. Y cuando me satisfaces, siento que además te entrego mi alma.- Me estremezco por sus palabras y sus manos ciñendo mi cintura.- ¿Tú también lo sientes así? Este deseo... esta necesidad... comienza siempre de la misma manera... Pero tras un rato, de pronto, es como tener una llama ardiente entre mis brazos. Y todo lo que deseo es arrojarme a ella y ser consumido.- Continúa su epifanía mientras sus dedos acarician mi sien, mi cuello, mi oreja, el contorno de mi boca, la línea de mi mandíbula...

-Sí...- Afirmo con voz queda.- Tu piel contra la mía me consume, me quema, hace que mi sangre hierva...

-Ah, Enya.- Suspira.- Pequeño fuego.- Traduce.- Nunca un nombre fue tan adecuado para una persona...

A pesar de la pasión de las primeras veces, el hambre es más fuerte y sucumbimos a nuestros estómagos

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A pesar de la pasión de las primeras veces, el hambre es más fuerte y sucumbimos a nuestros estómagos.

Estoy preparando un buen desayuno típico escocés que nos servirá de brunch y para reponer fuerzas. Jamie mordisquea una fruta mientras recoge el cuarto.


La "soledad" repentina con mis pensamientos, el baile de hormonas y sentimientos y el gran cambio en mi vida en menos de 24 horas, provoca que todo se me eche encima de nuevo.

No me arrepiento, y dudo que me arrepienta nunca, de haberme casado con Jamie, pero saber que este matrimonio tiene fecha de caducidad, no importa cuánto nos amemos, provoca que una losa caiga sobre mi pecho y empañe estas horas tan luminosas.

No me doy cuenta de que el dique se ha soltado hasta que las lágrimas caen como torrentes por mis mejillas, aunque sin acompañarse de ni un solo sollozo.


-¿Por qué lloras, Enya?- Pregunta Jamie preocupado entrando en la cocina. No quiero arruinarle el día a él también, así que me le suelto la primera excusa que se me pasa por la cabeza.

-Nada, estaba cortando cebolla y me hacen llorar.

-No estoy al tanto de las nuevas verduras y hortalizas de este siglo, pero juraría que eso es una patata.- Señala.



Pillada, me quedo mirando el cuchillo mientras mi barbilla comienza a temblar. Suelto el arma y corro a esconderme bajo las sábanas como cuando era niña. No ha sido la mejor reacción, y mucho menos para no preocuparle, pero me siento sobrepasada por mis emociones y no sé cómo gestionarlas.

El highlander abre la tienda de campaña formada por mi sábana y se mete debajo, a mi lado abrazándome.


-Querida, no soy solo tu marido para lo bueno. Puedo aceptar secretos en nuestro matrimonio, pero no mentiras.- Me acuna entre susurros. Levanta mi barbilla para que lo mire a los ojos.- Si necesitas de tiempo, o espacio antes de contármelo, o simplemente no quieres, está bien. Pero no me digas que no pasa nada cuando te encuentro ahogada en lágrimas después de lo que ha pasado.- Hace una pausa y toma aire antes de proseguir.- Si hay algo de lo que te arrepientes...- Susurra triste. Empiezo a negar con la cabeza y le tapo la boca con la palma de la mano.

-Nada de arrepentimientos.- Sentencio. Su alivio es palpable.- Es solo que...- Me voy quedando sin voz por momentos.- Tengo miedo de salir de esta habitación y no volver a sentir nunca lo que he sentido estando contigo.- Confieso asustada.


Él suspira, antes de abrazarme con fuerza contra su pecho, sin decir nada, porque sabe que no hay nada que pueda decir para calmarme.

Porque él se siente de la misma forma. Porque ya lo hemos hablado durante estas semanas. Sería egoísta que yo le pidiese a él que se quedase, sería egoísta que él me pidiese a mí que yo viajara al siglo XVIII. Y tampoco es como si estuviera de acuerdo...


Una vez se lo dejé caer. Que como yo tenía capacidad de volver en cualquier momento podríamos intentarlo. Pero me miró hasta casi con pánico. Me repitió mil y una veces que nunca lo hiciera, que era demasiado peligroso y por tantas razones...

No sabíamos cómo funcionaban las piedras, podría ser que viajase a otro siglo. Ni que decir tenía todos los peligros a los que me enfrentaría allí, que por mucho que crea conocer el pasado no es seguro para mí. Y que nunca podríamos estar felices y tranquilos: él era un hombre buscado por la ley, con un precio sobre su cabeza. No podría darme una familia y un techo seguro así. Y el ser la esposa de un forajido podría traerme consecuencias que me impedirían volver.

Había tantas enfermedades y tan pocas curas, hambre, inclemencias del tiempo, guerras... Él sabía que era fuerte, pero mis probabilidades de supervivencia allí eran bastante menores que en este siglo, y él jamás se perdonaría ponerme en peligro. Y además... ¿cómo iba a perder todo lo que había conseguido aquí por irme a la aventura a lo peor?


Le dejé caer que podría quedarse aquí si quisiera, que encontraríamos la forma de que pudiese vivir una vida normal. Pero con pena, negó con la cabeza. No sabía nada de su familia, tras Culloden podrían pasar por toda clase de penurias y él debía ayudarlos como Laird Broch Tuarach. Y todavía estaba el tema del Capitán Harvie Rye... Muchas noches escuchaba sus pesadillas en las que él aparecía, el miedo que tenía de que tomara represalias ante su desaparición.


Me pego aún más contra su pecho, contra su calidez, y respiro profundo al ritmo de los latidos de su corazón para calmar mi ansiedad.

Él ha cambiado mi vida. Ojalá haya sido por algo que valga la pena.

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FOREIGNER. // COMPLETA  (OUTLANDER)Wo Geschichten leben. Entdecke jetzt