LXVI- Búsqueda druida

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Esta vez Jamie sí me acompaña en la búsqueda de respuestas, tal vez él me dé suerte.

Azares del destino, el cottage no volvió a alquilarse desde que los anteriores inquilinos se fueron, allá por diciembre.

Después de todo lo que habíamos vivido, parecía que había pasado una eternidad desde noviembre.


-No dejes que me rompa, por favor.- Le ruego ansiosa mientras cojo su mano con fuerza en el umbral de la puerta de casa.

-No te dejaré sola.- Promete con voz tierna mientras aparta un mechón de mi frente.


Cuando alquilé la casa, había dejado lo mínimo para que mis recuerdos no se rompieran ni fueran parte de desconocidos. La gran mayoría de cosas personales estaban en el desván, guardadas en baúles y arcones. Abrí el pequeño tragaluz para que el sol grisáceo de aquel día de agosto ayudase a iluminar la estancia junto con la bombilla pálida que pendía del techo, y también para airear aquel trastero polvoriento.


-Los de mis padres.- Señalé los dos baúles más polvorientos, pegados a una de las paredes.


Sabía que mi abuela venía a llorar sobre los recuerdos de su hija de vez en cuando, cuando sentía que el mundo se le caía encima. Lavaba sus penas durante unas horas y salía renovada. Yo nunca fui capaz.


-Seanair.- Susurro señalando el de mi abuelo, menos polvoriento. Jamie me escuchaba en silencio. Respetuoso, no abrió ninguno.

-Esas cajas son mías, lo que no me llevé para el piso.- Indico con el dedo, en la pared contraria.- Tengo guardado hasta el condón con el que perdí la virginidad.- Bromeo para aligerar el ambiente. Por la cara que pone Jamie, no le hace ninguna gracia. Su expresión me hace soltar una carcajada que provoca que la tensión en mi cuerpo se vaya por unos instantes.- Es broma, cariño.- Su única respuesta es un sonidito de irritación.


Me arrodillo frente al baúl de mi seanmhair, el que menos polvo tiene en su superficie. Mordiéndome el labio, lo abro por primera vez desde que lo cerré hace 8 años.

El olor a lavanda inunda rápidamente el ambiente y me transporta a mis momentos con ella. Los ojos me escuecen con lágrimas queriendo salir. No me doy cuenta de que se lo he permitido hasta que Jamie aparta una corriendo por mi mejilla con su pulgar. Me abraza en silencio, comprendiendo lo que siento, la soledad de no tener a nadie de tu familia contigo.

Tomando una bocanada de aire, sigo apartando las capas más superficiales de recuerdos hasta que me encuentro tocando la suave tela de su túnica de druida. Recuerdo como de pequeña jugaba a ponérmela y a bailar en círculos imitándola.

La lámpara de papel con diseño vegetal se encuentra protegida al lado, recubierta por el velo de la misma tela vaporosa y etérea que la túnica. Todo el atuendo, perfectamente doblado, guardado con ceremonia, tenía encima la corona seca de lavanda y sauco que portaban todas las druidas para aguantar el velo.

Lo separo a un lado, con respeto y delicadeza, el símbolo de mi seanmhair, intentando no quebrar la fragilidad de las flores y hojas secas.

Rebusco hasta tocar el final del baúl, y, cuando estoy a punto de darme por vencida, ahí está: casi idéntico al de mi abuela, con tapas de cuero artesanas cosidas con hilo. Su único símbolo, un trisquel celta.

FOREIGNER. // COMPLETA  (OUTLANDER)Where stories live. Discover now