La Pedida (Capítulo Adicional)

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El día uno de enero, tras Hogmanay, (o Nochevieja A.E.D. – Antes de la Enya Druida), preparo el baño de purificación para lavar lo malo del año anterior y llegar prístina al 2017 que hoy comenzamos.
Es una forma más de borrón y cuenta nueva, como el empezar una nueva agenda; o la limpieza profunda de la casa a primeros de año, pero del alma. También debo confesar, en petit comité, que me encanta este ritual porque es la primera vez en años que dispongo de una bañera.
¿Y a quién no le gusta sumergirse en el agua caliente mientras fuera nieva y ventea?

Todavía tengo la resaca emocional de mi primer ritual como druida mayor. Por más que en verano hubiera hecho yo sola lo más alucinante a lo que una druida podía aspirar, no había podido evitar el miedo escénico. El temor a hacer el ridículo, a sentirme juzgada por el resto, a que algo malo volviera a pasar…
Pero, por fortuna, nada de lo que mi anticipación me prevenía ocurrió. El ritual fue fluido, muy poderoso y mágico. Una parte de mí se sintió completamente libre y liberada.

También fue una noche emocionante en el sentido de pasar el segundo Hogmanay con Jamie, lo que me da ganas de llorar de emoción y agradecimiento, pues ese mismo día hace un año, pensaba que sería el primero y el último; y, en realidad, fue el primero de muchos.

Mis músculos se destensan uno por uno provocándome un gruñido de placer cuando me sumerjo en el baño caliente; que huele a rosas, lavanda y pino frescos.
Ya me encontraba perdida en mis pensamientos, o mejor dicho, en mi mente en blanco, cuando siento tejidos caer al peso al lado de mis oídos.
Lo primero que queda a la altura de mi vista es la desnudez de mi marido saludándome. Mis ojos recorren su cuerpo, el que ya conozco tan bien pero nunca me canso de admirar.
Su sonrisa traviesa hace que mi corazón comience a palpitar emocionado, sin cambiar nada desde que nos conocimos.

-¿No pensabas invitarme a entrar contigo?- Pregunta reprendiéndome en broma, poniendo los brazos en jarras.

Solo sonrío como única respuesta y acurruco mis rodillas contra mi pecho para dejarle sitio. El agua bambolea cuando su cuerpo se sumerge detrás de mí. Resbalo por la bañera cuando me acerca a él, y me apoyo en su pecho.

Um… baño caliente y Jamie caliente. ¿Qué más puedo pedir?

-¿O yo no debo también purificar mi cuerpo y alma de cara al nuevo año, druida mayor?- Se burla con ciertos ápices de seriedad, sacándome de mis pensamientos.

Abro un ojo a medias y sonrío de lado mientras froto sus antebrazos.

-Desde luego. Porque cuando quieres puedes ser muy sucio, Jamie Fraser.- Contesto pícara.

Su pecho vibra contra mi espalda cuando ríe entre dientes y, juguetón, impulsa su pelvis contra mi trasero para confirmarme lo sucio que puede ser.

-¿Alguna queja, mi señora? Si yo estoy solo para servirla…- Susurra contra mi oreja, poniéndome los vellos de punta.
-Ninguna…- Exhalo el aire de golpe.- Me gusta cuando eres dulce y caballeroso, pero también cuando eres sucio.- Murmuro. Escucho cómo traga duro… y siento cómo se endurece en el final de mi espalda.
-Señora Fraser, tiene usted una boca muy sucia.- Me reprende ladino, sin un ápice de enfado.- Vamos a comportarnos o contaminaremos este baño.
-No creo que funcione así…- Protesto. Pero me insta a callar con un shh y comienza a frotar y a lavar mi cuerpo.

Y no puedo hacer otra cosa que ronronear.
Cuando me volteo levemente para frotar su pecho y abdomen, encuentro sus ojos grises mirándome, capaces de encender una hoguera con un chispazo.

-Siempre ardo de deseo por ti, continuamente.- Susurra mientras usa su palma como cuenco para echar agua por mi cuello y pecho.- Pero con el agua contra tu piel, acariciándote…- Y subraya sus palabras siguiendo con sus manos el rastro empapados por mi cuerpo lechoso.- Provoca que tenga celos de la mismísima lluvia.- Y roza mis labios con un beso más húmedo que el propio baño.

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