XXXIX - Fuerte William

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Mojo el muffin en el café y me resigno a seguir con las visitas masoquistas de Jamie, pues el otro día en el castillo Leoch me hizo comprender su necesidad.

Siguiendo las indicaciones del Google Maps, las señales y lo que no ha cambiado de lo que Jamie recuerda, llegamos al Fuerte William. Al ser un día entre semana está vacío, y lo agradezco para que Jamie pueda expresarse sin cortarse.

Atravesamos un portón de hierro y un oscuro pasadizo hasta ver la luz de nuevo, en el patio.


-Fort William, nosotros lo llamábamos An Gearastan Dubh, "La Guarnición Negra".- Comienza a relatar Jamie, sumido de nuevo en sus tinieblas.- Los ingleses lo empleaban como puesto de mando y prisión, con el fin de controlar a los clanes salvajes y a los bárbaros errantes, como ellos se referían.


Cuando llegamos al otro extremo del patio, una plataforma con una especie de cruz sin asta horizontal de madera. Siento un escalofrío por la columna que me hace abrazarme.


-Este lugar me da escalofríos.- Comento.

-Con razón. Muchos prisioneros escoceses fueron azotados aquí. Yo entre ellos.- Contesta con voz lúgubre. Suelto un grito ahogado girándome hacia él, que mira fijamente el pedestal inmerso en sus recuerdos.


[JAMIE]

Todavía convaleciente y con la camisa llena de mi sangre derramada, soy llevado de nuevo hasta el patio

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Todavía convaleciente y con la camisa llena de mi sangre derramada, soy llevado de nuevo hasta el patio. Harvie Rye está al lado del poste de madera, con una sonrisa suficiente, sediento de mi sangre de nuevo, sediento por verme suplicar clemencia.

Me libro de los brazos del soldado raso con un movimiento de hombros y yo mismo me quito la prenda. Al igual que la otra vez, no le daré la satisfacción de escucharme ni un solo ruido.

Puedo escuchar los jadeos horrorizados del público abajo al ver la carne de mi espalda lacerada y sangrante. Rye ni se inmuta, y se quita con desidia un trozo de comida entre los dientes.

Me dejo poner los grilletes mientras intento prepararme mentalmente para aguantar otros cien latigazos, si es que hay manera humana posible de hacerlo. Y más siendo esta vez el propio Rye quien lo haría, por lo que sabía que sería aún más bestial.


-Rápido.- Apremia Harvie Rye con aburrimiento, como si quisiera acabar esto lo antes posible para irse a retozar al prostíbulo más cercano.


Me apresan contra el poste, dejando mi espalda a su merced. Escucho sus botas y el susurro del látigo sobre la madera. Está a pocos pasos de mí. Con el mango, presiona sobre una de mis heridas frescas, lo que me hace retorcerme y gemir de dolor.

Se mueve hacia mi costado, para que pueda ver su cara de satisfacción.


-Normalmente prefiero trabajar sobre un lienzo en blanco, así uno puede ver mejor el progreso del castigo. Pero una rata escocesa merece tener un castigo acorde.- Sonríe con satisfacción, sus dientes torcidos se entreven entre labios finos, casi inexistentes.- Tiembla. ¿Está asustado?- Me pregunta con regocijo.


Fijo mis ojos en los suyos, azules tan claros que parecen transparentes, sin vida. No me quedan muchas fuerzas, pero las que tengo se alimentan de rabia. Me acerco a él para que me escuche a pesar de mi voz cortada.


-Sólo estoy asustado de morirme de frío antes de que termine de hablar.


Y aunque probablemente será mi última alegría, qué bien sienta ver la rabia y el fastidio en su cara. La sensación de control, de pensar que se podría alimentar de mi miedo, desaparece en un instante.


-Te romperé. Y suplicarás por clemencia.- Suelta con rabia entre dientes antes de volver a mis espaldas, clavándome cobardemente el mango del látigo en mi hígado.


Escucho como caen sus armas al suelo, el roce de la chaqueta al caer sobre ellas. Toma aire y sorbe por la nariz para después escupir la flema. Se prepara con toda la parsimonia del mundo, esperando que la sola espera me rompa. Y aunque sea casi insoportable, me mantengo en mi lugar, callado y sin mirar de reojo.

Probablemente hoy muera, pero moriré con honor.

Aunque me lo espero, el chasquido del látigo contra mi carne lacerada se siente como el infierno. Nunca habría podido prepararme para esto.

Cada latigazo es peor que el anterior, y mi carne no parece dejar de sentir, sino sentir más. Gotas espesas de sangre manchan el suelo, los resuellos de esfuerzo de Rye son más que audibles.

No grito ni una sola vez, aunque tal vez me proporcione alivio. No me doblo ante el dolor lacerante que me hace palpitar los oídos en un ruido sordo.

Es la bestia la que termina gimiendo de extenuación, obligándose a seguir con los latigazos, esperando a que suplique clemencia. Se escuchan llantos entre el gentío.

He perdido la cuenta de los azotes cuando la oscuridad se cierne sobre mí y me quedo colgado y desmedejado, resbalando con mi propio charco de sangre, esperando ver el cielo y poder descansar en paz.


[ENYA]

-Se  derramó mucha sangre en esta tierra

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-Se derramó mucha sangre en esta tierra.- Susurra grave Jamie, saliendo del trance, antes de darse media vuelta y emprender el camino de vuelta. La tensión en su espalda es visible desde donde me encuentro, a mínimo un metro de él.

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FOREIGNER. // COMPLETA  (OUTLANDER)Where stories live. Discover now