𝖥𝗂𝗋𝖾 [𝖩𝖩 𝖬𝖺𝗒𝖻𝖺𝗇𝗄]

𝟥𝟨| 𝖥𝗂𝗇𝖺𝗅 𝖽𝖾 𝗍𝖾𝗆𝗉𝗈𝗋𝖺𝖽𝖺

Lᴇx Aᴍᴇʀʏ

Liam llegó a la casa de John B más o menos una hora después de que lo hiciéramos JJ y yo.
Aunque al principio no se mostró muy convencido, terminó aceptando el oro.

Cuando se fue, me metí en mi cuarto y llamé a Rafe. Le conté que todo había salido bien y que podía volver cuando quisiera.
No se sorprendió cuando le dije que había guardado una pequeña parte del oro.

Una vez terminé la llamada, me tumbé en mi cama, con la vista fija en el techo.

Todo había terminado. Lo malo, por lo menos.
Teníamos dinero y no nos exponíamos a que nos lo quitaran. Básicamente, porque legal y oficialmente el oro no existía.

No quería pensar más en ese tema, así que me concentré en otro asunto pendiente.
JJ Maybank.

Me había quedado sin excusas. Tenía que hablar con él.
¿Pero qué iba a decirle?
No hay una respuesta clara para esto.

Normalmente cuanto tu novio se acuesta con otra tía le mandas a la mierda, ¿no?
¿Pero qué haces cuando has estado demasiado ocupada planeando cómo robarle 400 millones de dólares a tu padre y no has estado para él cuando el suyo le maltrató tanto física como psicológicamente?

¿Le perdonas? ¿Debe perdonarte él?
¿O es más bien algo recíproco? Nos perdonamos mutuamente.

No lo sé, no tengo ni puta idea.

—A la mierda—susurré antes de levantarme y salir de la habitación.
Busqué a JJ por toda la casa, pero no le encontré.

Salí al porche y comprobé que tampoco estaba allí, pero desde la entrada vi su silueta en la lancha.
Estaba solo.

El sol había empezado a ponerse hacía unos minutos, y reí inconscientemente por lo tremendamente cliché que era la escena.

Me fijé en lo que estaba haciendo el rubio.
Parecía que estaba arreglando algo en el motor de la embarcación.

Caminé hacia allí y subí a la lancha.

—Hey—le saludé.

—Oh, hola—respondió JJ—Estaba terminando de arreglar una cosa—

Asentí en silencio y me senté en uno de los bordes, cerca de él.
El rubio siguió trabajando como si nada.
Respiraba pesadamente y se le notaba cansado. Más que eso, parecía agotado.

Lo había pasado mal, así que ¿por qué ponérselo más difícil?
Vamos, Alexia, has sobrevivido a muchas cosas peores que decirle a un chico que le quieres.

—Creo que tenemos que hablar—fue lo primero que se me ocurrió.

Al fin y al cabo, eso era algo obvio.
No nos debíamos ninguna explicación porque ya nos las habíamos dado, pero sí que debíamos hablar.

—Esto es patéticamente romántico—dije—Pero, JJ, sigo enamorada de ti—

El rubio se giró hacia mi rápidamente, como si acabara de darle la noticia más importante de su vida.
Me miró sonriendo y se pasó una mano por el pelo.

—No es tan romántico, no te sofoques—habló burlón.

—Si, bueno, podrían estar cayendo pétalos de rosa, o algo así—le seguí la broma. Estaba demasiado nerviosa como para responder algo coherente.

Él me observó de arriba a abajo, cosa que hizo que me estremeciera, con una sonrisa en la cara y un brillo en los ojos que nunca había visto en él.
Estaba más atractivo que nunca.

—Yo también sigo enamorado de ti, Alexia—confesó finalmente—Nunca he dejado de estarlo—

JJ puso sus manos en mi cintura y no añadió nada más, cosa que hizo que frunciera el ceño.

—¿No vas a besarme?—le pregunté.

—Oh, verás, estoy sudoroso y no sería muy agradable—respondió burlón—Puedes esperar a que me de una ducha o...—

No le dejé terminar.
—O puedo ducharme contigo—

No sé de dónde saqué el valor para decir eso, pero su reacción valió por completo la pena.
Se sorprendió mucho y hasta retrocedió un par de pasos, con los ojos muy abiertos, pero no se negó.

—La respuesta a eso va a ser siempre sí—dijo finalmente.

En ese momento me sentí realmente feliz.
Iba a ir a Carolina del Norte, estaba fuera de peligro y había vuelto con JJ.
Los poges estaban bien, todos lo estábamos.

Las cosas iban estupendamente. Aunque sólo hubiera pasado un día. Ni siquiera uno entero.
Pero era el primero que me sentía feliz.

Ya me imaginaba en Chapel Hill, quedando con estudiantes y tal vez haciendo nuevos amigos.
Pasando las tardes en el campus y hasta yendo a fiestas.
Viendo partidos de baloncesto y haciendo muchos viajes improvisados.

En este momento todo me pareció tan perfecto, que no habría cambiado absolutamente nada del pasado.