53 ~ Un hueso duro de roer ~

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La cabeza de Bonnie intentaba atar la mayor cantidad de cabos que había sueltos en ese gran problema, pero sin éxito alguno. Su frente, perlada por el sudor, palpitaba al compás de la cuenta regresiva que Lilia miraba e intentaba detener. Esta, por su parte, ya lo había intentado todo, mas aún seguía tecleando y deseando en el fondo de su corazón que el informático que realizó aquel programa no fuera tan bueno como pensaba. Todos los programas computacionales, así como los contratos, tenían fallas imperceptibles para los ojos normales, pero no para los expertos.

—Es mi trabajo encontrar la falla a esto —se dijo la castaña. Su mandíbula temblaba ligeramente—. De lo contrario, creo que todos moriremos. ¡Con un demonio!

Ante el grito, el Puni – chan de centro azul, como ella lo había llamado, había reparado en su figura. Entonces recordó que hace tiempo atrás también había tenido contacto con humanos, pero que estos lo habían maltratado a tal punto que terminó por odiarlos. Esos humanos se veían exactamente igual a Lilia. Por eso, no hizo el mayor esfuerzo en pararse y ayudarla.

Los humanos no merecían más oportunidades para salvar su patética existencia cuando ellos mismos son los que están provocando su extensión.

— ¡Oye tonta! —gritó Kalm a la rubia para que dejara de perder el tiempo en quizás qué cosa— ¿todavía te estás lamentando? Tu Pokémon jamás será un buen contrincante para mi Ultraente.

— ¡Eso está por verse! ¡Tyrantrum, Doragon cro! ¡Mega Lopunny, Doble patada! —ordenó la rubia con una sonrisa más que confiada.

Los ataques de ambos Pokémon impactaron en los contrincantes tan fácilmente, como si estos últimos no hubieran tenido ni la más mínima intención de alejarse de ahí. Entonces, Bonnie vio con asombro que los ataques no causaron más que una nube de polvo y humo. Aquello la hizo enojar. Sus ojos azules, impávidos, se dirigieron hacia ambos Pokémon que lucían agotados, en especial Mega Lopunny que se estaba volviendo cada vez más lento, lo que significaba que su Mega Evolución estaba a punto de concluir. Algo parecido sucedía con Tyrantrum y su cansancio producto del Giga impacto del cual todavía no se recuperaba.

— ¡Maldición! —exclamó para sí misma— ¡estoy cometiendo errores de principiante!

— ¿De principiante? Yo pensaba que todavía lo eras —sentenció Kalm con la sonrisa más burlona de las últimas horas. Bonnie pensó que había sido lo más nauseabundo que había visto.

Lysandre, por su parte, se mantenía ajeno a la conversación que mantenían aquellos niños. Todavía no sería su tiempo para actuar, no por ahora, hasta que apareciera su real adversario o que Kalm se tomara las cosas realmente enserio.

— ¡Eres un ser estúpido! —gritó la chica—. ¡Tengo ganas de golpearte con mis propias manos o llenarte la cara de dardos, así como tus fotos en el Cuartel!

Aquello llamó profundamente la atención del pelinegro.

— ¿Escuché bien? ¿acaso tienes fotografías mías pegadas en tu pared?

— ¡Claro que sí!, pero estas están llenas de dardos, ya que únicamente sirven para afinar nuestra puntería.

Algo en la cabeza de Bonnie hizo un clic profundo cuando vio la molestia en los ojos ajenos. De repente, el espacio cambió y la llevó a esos días en los que entrenaba con Ash y los demás para la batalla entre este último y Kalm. Los consejos que cada uno le habían dado al azabache se los sabía de memoria y había uno que usaría en su favor en ese preciso instante.

De nuevo tú [EN EDICIÓN]Où les histoires vivent. Découvrez maintenant