Capítulo 37 "Luz roja"

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Bonnie continuó su camino con pasos temblorosos. Gary, quien iba a su lado, caminaba de la misma forma. Todo a su alrededor era un caos repleto de polvo, gritos ahogados y sangre que se iba secando con el paso de los minutos. La chica observó de reojo a su acompañante. Este se encontraba nervioso y con la mirada perdida en cualquier parte. Parecía buscar algo o alguien, aunque en ese desastre era muy poco lo que se podía rescatar.

— ¿Sucede algo, Gary? —preguntó la rubia, enarcando una ceja.

— ¿Yo? ¡Para nada! —respondió el chico, demostrando su nerviosismo.

Continuaron su camino entre aquel mar de escombros grises. Buscaban algún signo de esperanza, pero por más que lo buscaran, sería muy poco probable que pudieran dar con él. En una ciudad donde la alegría se había esfumado, un corazón con un ardiente deseo de libertad bastaba para que la luz pudiera llegar. Al poco caminar, se encontraron con una escena bastante escabrosa: un hombre estaba siendo brutalmente golpeado por dos individuos que parecían no estar conscientes de aquello.

— ¡Oye, tú! —gritó Gary, mientras se acercaba a grandes zancadas a los tipos. Estos lo ignoraron olímpicamente—. ¿Acaso no me escuchaste? ¡Pedazo de idiota!

Los tipos, como si fuera magia, le prestaron la mayor atención del mundo al castaño. Este no se intimidó. Pero si lo hizo su corazón cuando sus ojos se encontraron con los de ellos. Parecían totalmente idos, sumidos en un trance que iba más allá de lo astral o de alguna de esas basuras que solía leer Mallow en sus ratos libres.

— ¡No te acerques a ellos! —gritó Dawn, haciendo su aparición de una forma tan increíble que causó asombro en Bonnie—. No es su culpa, está siendo controlados.

— ¿Cómo que controlados? —preguntó Bonnie, sorprendida. Acto seguido, volvió en sí y observando a la peli azul, agregó—: ¿Y tú qué haces aquí?

Algunos kilómetros hacia el norte, Ash y Serena caminaban con el paso apurado mientras esquivaban algunas raíces. Ayudaron a algunos Pokémon mal heridos y acompañaron a otros que simplemente no lo pudieron lograr. Aquello se iba transformando en rabia acumulada que, tarde o temprano, estallaría en Ash, consumiéndolo por completo. Nadie lo conocía realmente cuando estaba furioso.

—Ash —susurró Serena, de pronto—, me estás lastimando.

Inconscientemente, el azabache llevó sus ojos a su mano derecha que tenía aprisionada a la de la peli azul. Recordó que no la había soltado desde que se prometieron sobrevivir juntos. La rabia y la frustración hacían que su mano estrujara la de ella. La soltó rápidamente.

—Lo siento. De verdad esto me está superando y...

—Tranquilo —dijo ella, mientras volvía a unir su mano con la de él—, te entiendo perfectamente.

Volvieron a silenciar sus bocas para seguir caminando. El centro de la ciudad estaba cada vez más cerca, pero también lo estaban el caos y la destrucción. Las raíces habían arrasado con los edificios más importantes, incluso con aquel campo de batalla que hace años vio cómo Clemont y Ash se convertían en amigos. Entonces, su mente hizo un clic muy profundo.

— ¿Y Clemont? —preguntó Ash, como si la peli miel supiera la respuesta.

—Nadie sabe dónde está —respondió ella con tristeza—. Espero que esté bien y con salud. No soportaría que le pasara algo.

—Yo tampoco. Cuando lleguemos al centro de la ciudad, iremos al laboratorio. Espero que por lo menos eso esté en pie todavía y que nuestros amigos hayan podido sobrevivir.

De nuevo tú [EN EDICIÓN]Where stories live. Discover now