Capítulo 20 "Ya no más"

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Ash observó con detenimiento la habitación. Era espaciosa e iluminada gracias al gran ventanal que tenía. Había en el medio una gran cama matrimonial recién tendida y con variados almohadones. También había un espejo, un escritorio lleno de papeles y un armario gigantesco. Sylveon, dejando que sus instintos lo guiaran, posó sus patas en el escritorio, específicamente en uno de los tantos gabinetes que poseía.

― ¿Es ahí, Sylveon? ―preguntó el azabache. El Pokémon respondió positivamente.

Tras aquella respuesta afirmativa, Ash se dispuso a abrir aquel cajón, pero, vaya sorpresa. El cajón estaba cerrado. La llave tenía que estar por alguna parte.

―Al parecer ese bueno para nada de Kalm no confía ni siquiera en su propia sombra ―bufó Ash, visiblemente molesto.

Cuando la rabia y la frustración pasaron, el azabache comenzó a revisar los demás gabinetes y papeles que encontró. Estos no eran más que peticiones para eventos benéficos que el pelinegro había rechazado y uno que otro desafío por su puesto como campeón. Entonces, entre medio de esos papeles se encontró con una fotografía impresa. En ella se podía ver a Serena y una débil sonrisa. Sus ojos lucían apagados al igual que su aura. En el fondo de la imagen se podía ver una escalera mecánica y varias personas subiendo en ella.

―Su ropa... ―susurró de pronto―. Esa ropa. ―Volvió a decir.

La ropa que estaba usando la chica en aquella fotografía consistía en una falda negra y una blusa celeste. Un look bastante francés. Un look que recordaba a la perfección, ya que esa tenida era la que tenía puesta Serena el día que se marchó.

―Kalm se encontró con ella prácticamente después de abandonar Alola.

Se golpeó la frente en repetidas ocasiones por lo estúpido que había sido. Serena había sufrido mucho, y por su culpa. Él no merecía el perdón de nadie, mucho menos de la peli miel. Ella tenía derecho a ser feliz. En ese momento, Sylveon llamó la atención de Ash con algo de medio. El azabache no se había percatado de unas fuertes pisadas en las escaleras que se acercaban a cada segundo que pasaba.

Entonces Ash enloqueció. Corrió en círculos, sin importarle cuantas cosas destrozaba en su vano intento por ocultarse. Sylveon se encontraba en la misma situación. Él, más que nadie, conocía aquellas pisadas y esa forma tan horrible de caminar: era Kalm. Vio cómo Ash se lanzaba por la ventana en completo silencio y cuando estuvo a punto de hacer lo mismo la puerta se abrió.

―Vaya, vaya ―dijo Kalm, cambiando su rostro serio por uno de malicia―, no sabía que la basura sabía escalar. ¿Acaso ya se te olvidaron los castigos que te he dado? No eres más que un Pokémon débil y estúpido.

En el exterior, más bien colgando bajo el balcón del ventanal, se encontraba Ash, mordiéndose la rabia y su lengua, rezando para que nadie lo viera en aquella situación. A ratos intentaba escuchar lo que sucedía en el interior. No quería que Kalm volviera a maltratar al pobre Sylveon.

― ¡Creo que he hablado! ―exclamó Kalm con furia. Las venas se estaban comenzando a notar en su frente.

Por su parte, Sylveon comenzó a temblar de miedo. En el interior de su corazón sabía que podía defenderse, pero los ojos penetrantes del chico y esa sed de sangre que congelaba los movimientos eran más fuertes que su voluntad. Vio cómo el chico se le acercó, mientras desabrochaba su cinturón. Aquello significaba que nuevamente el campeón haría de las suyas. Sylveon se limitó a cerrar sus ojos con fuerza cuando el primer golpe llegó en medio de su espalda, dejando una delgada línea rosada que no tardaría en tornarse peor.

De nuevo tú [EN EDICIÓN]Where stories live. Discover now