Capítulo 22 "Descontrol"

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― ¿Dónde está Serena? ―preguntó Bonnie con los nervios latiendo en cada centímetro de su piel. Ni siquiera logró percibir una gota de sudor salado dibujando un camino de desesperación en su espalda. En cualquier momento su voz también comenzaría a delatarla.

―No la veo desde la mañana. De seguro está con Mostaza. De todas formas no me preocupo de ellos o lo que estén haciendo ―contestó con seguridad, mientras hacía girar la perilla de su puerta.

En el interior de la habitación, mientras tanto, el grupo de allanadores no sabía qué hacer. En cuento esa puerta fuera abierta serían descubiertos y, seguramente, encarcelados. Lamentablemente ya sabían del alcance de la maldad de Kalm por lo que quedarse allí a esperarlo no era una opción válida.

―Abrí la ventana ―dijo Mairin―, escucho sus palabras de agradecimiento.

―No es momento de dar las gracias. Ahora baja por esa maldita ventana ―dijo Gary casi empujando a la pelirroja­―. ¡Maldición!

― ¿Qué sucede? ―preguntó Brock.

―No hay balcón ―contestó el castaño―. Es una caída de, más o menos, siete u ocho metros.

Aquello redujo sus posibilidades para escapar por la ventana. Ahora sí podían decir que todo estaba perdido. Kalm terminaría por descubrirlos en cuanto abriera su puerta y los denunciaría. A las afueras, Bonnie ya no sabía qué otra cosa hacer para detener las manos del pelinegro. Solo quedaba por intentar una cosa, y no dudo en hacerlo.

― ¡Dedenne, usa Chispa! ―. El Pokémon hizo lo ordenado por su entrenadora, lanzando un pequeño pero potente rayito de electricidad al cuerpo de Kalm. Este, al sentir el potente ataque, saltó algunos centímetros para después chocar con la pared y retorcerse de dolor. Con los años, Dedenne se había vuelto muy fuerte y con los viajes de entrenadora de Bonnie había adquirida la experiencia y el poder necesarios como para retar a un gimnasio.

― ¡Eres una tonta! ―gritó Kalm una vez que el ataque finalizó―. ¡Allí dentro hay alguien! ¿A quién estás cubriendo?

La puerta se abrió con la patada que el chico le propinó, dejando ver en su interior a una sola persona, para la impresión de Bonnie. Era alta y fornida. Vestía de negro y portaba lo que parecía ser un pasamontañas que ni siquiera dejaba ver su rostro. Sus manos portaban guantes negros zapatillas del mismo color que le permitían ir y venir sin emitir sonido alguno. Entonces, a diferencia de lo que muchos pensarían, a Kalm se le desfiguró el rostro de miedo. Si bien podía comportarse como un matón frente los demás, y con mayor razón delante de los débiles, frente a personas que representaban una amenaza para él no podía decir lo mismo. Les temía a tal punto de llorar.

― ¡Hay un ladrón en la casa! ¡Eso es lo que pasa! ―gritó Bonnie fingiendo miedo para ocultar las enormes ganas de reír que tenía en esos momentos. Nunca llegó a imaginarse que el gran Kalm era en realidad una gallina muy miedosa.

El "ladrón" caminó lentamente hacia donde estaba el tembloroso campeón y le propinó un fuerte golpe en la cara. Mientras eso sucedía, los demás allanadores habían hecho una especie de cuerda humana para bajar sin mayores complicaciones los metros que los separaban del suelo. Clemont se maldecía interiormente por no haber portado su mochila justo ese día.

―Solo espero que el sacrificio de Kiawe valga la pena ―dijo Gary, quien fue el último en bajar.

―Claro que valdrá la pena ―afirmó Mairin―, es más, creo que se está divirtiendo mucho. Está arreglando cuentas pendientes con él.

De nuevo tú [EN EDICIÓN]Where stories live. Discover now