Se inicia el plan

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Dos días después de haber encerrado nuevamente a Boris y sus amigos en el subterráneo del Hogar de niños, Gabriel se encontraba con la familia de Lucía, para informarles que ella se ha marchado sin decir nada y de esa forma evitar que sospecharan de él. Sin embargo, fue cuestionado varias veces por el padre de su esposa tras enterarse del escándalo que habían montado los amigos de Boris en la iglesia, en donde lo mencionaron diciendo que era un homosexual no asumido.

Con la habilidad de siempre, Gabriel supo hacerles creer que todo eran calumnias de esos "desviados hijos de Lucifer", que solo buscaban hacerle daño al haberse negado a los ofrecimientos carnales de Boris el día de su boda. Además de tener que inventar algo para sus suegros, tuvo que cancelar una buena suma de dinero al policía que era cómplice de la red de tráfico.

Desde un comienzo habían hecho contacto con personas influyentes para que los ayudaran en casos de emergencia, como este, en donde un grupo de jóvenes denunciaba el negocio. Tenían todo bien calculado y eran parte de un sucio negocio que movía millones de dólares en todo el mundo. Abner y su grupo eran solo una pequeña parte de la red que surtía de órganos a las familias más poderosas del planeta, mafiosos, políticos y todo tipo de gente corrupta que no estaba dispuesta a entrar en las largas listas de espera de trasplante.

Solo debían cancelar una fuerte suma de dinero y, en cualquier lugar del mundo, una parte de la red movía sus hilos para conseguir "El producto", como lo hacían llamar. Una vez que Gabriel pagó unos millones al policía, este le aseguró hacerse cargo de Nicky, Alex y Francisco, por lo que ya los había enviado a un frío calabozo, asegurando que eran unos delincuentes y drogadictos que acababan de robar mucho dinero del Hogar de menores de la iglesia.

Tras ocuparse de esos incómodos detalles, se dirigió hacia la clínica secreta para ver qué hacer con el resto de las personas que estaban estropeando sus planes. Había ordenado a las cuidadoras del hogar que no se acercaran al sector de la bodega y de esa forma evitar que estas descubrieran lo que había en dicho lugar. Abrió la puerta del piso y descendió a toda prisa para no tener más inconvenientes. Allí estaban, desparramados por todas partes y bastante debilitados.

―¡Coman! ―gritó Gabriel, tirando una caja con panes y botellas de agua―. Para que vean que no soy tan cruel ―se burló―. No podría dejar que mi amorcito muriera de hambre. ―Sonrió con maldad.

―Preferiría estar muerta ―respondió Lucía, sentada en el borde la cama.

―¿Quién dijo que me refería a ti? ―Gabriel la miró despectivo―. Mi amorcito es Boris... ―Le lanzó un beso al muchacho, que estaba abrazado a Julián―. Y muy pronto vas a estar muerta, Lucía. Seré un triste viudo ―anticipó, mientras abría una botella de agua.

―¡Por favor, Gabriel, déjalos ir! ―suplicó Boris, sentándose en medio de la cama―. No necesitas hacer esto, basta con que yo me quede aquí. ―Tenía su mano tomada a la de su novio.

―Yo no te dejaré aquí solo, con este puto barato ―desafió Julián, apretando su mano con fuerza y mirando con odio a Gabriel.

―¡Qué lindo! ―Gabriel se burlaba ―. Eres tan dulce que me dan ganas de hacerte otra vez lo mismo que esa noche en la que estabas tan ebrio ―añadió, apoyado en la pared observando la escena.

―¡Imbécil, te voy a... ! ―Julián saltó de la cama, con furia.

―¡No, déjalo! ―exclamó Boris, intentando detenerlo. Todos se pusieron en alerta.

―¿Qué me podrías hacer tú, mocoso? ―Gabriel caminó hacia él, amenazante, mientras Boris jalaba de un brazo a su novio.

―¡Te mato, puto! ―gritaba Julián una y otra vez.

El Hijo del Pastor ©️ [ Disponible en físico  ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora