Castigo

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Los primeros rayos del sol se filtraban por la pequeña ventanilla polvorienta, único contacto con el exterior que tenía aquella fría y oscura bodega, detrás de la casona Ferrada.

Enrollado en el piso, sucio, húmedo y temblando por la baja temperatura, estaba Boris, abriendo los ojos y pensando que todo había sido una pesadilla. Durante la noche le costó mucho conciliar el sueño y pasaron un par de horas hasta que logró hacerlo.

Sentía su cuerpo tullido por el frío. El ruido de algo arrastrándose afuera lo hizo ponerse alerta, por lo que se sentó en una esquina, al lado de un viejo estante con objetos antiguos. La puerta se abrió con lentitud, las bisagras rechinaron y la luz del amanecer entró, con una ráfaga de aire puro.

Abner entró, firme, como un guardia. Parecía que, con lo sucedido, se había transformado en otra persona. Su postura no era la de un hombre conciliador y bueno. Por su fría mirada podía intuir que regresaba a reprenderlo.

―¡Hora de levantarse! ―gritó el pastor, secamente, y su voz retumbó en toda la sucia bodega―. Los hombres de bien se levantan al amanecer. ―Dio unos pasos y su silueta se marcaba a contraluz―. El poder de nuestro Señor hará que te reformes para que seas un hombre y no un marica, hijo del demonio. ―Se agachó para verlo a la cara, en tanto que Boris tiritaba en su sitio. Sus hermosos ojos resaltaban en su cara, cubierta por barro seco―. Bien, partiremos por fortalecer tu débil alma que ha sucumbido a la tentación.

Abner se incorporó y se dirigió a la puerta, de donde tomó la manguera que había arrastrado hasta el lugar. Miró a Boris con desprecio y abrió el paso del agua, lanzándole un potente chorro. El muchacho se cubrió la cara y sintió el frío que le golpeaba por todas partes.

―Lo primero, es que debes estar limpio de cuerpo y alma... El agua fría te fortalecerá ―declaró el pastor, apuntando a todo el cuerpo de su hijo para quitar la suciedad visible y la de su alma.

―¡Para, por favor! ―suplicó Boris, enrollado en el suelo.

―¡No! Esto ayudará a que comiences con tu limpieza. ―Abner no tenía cara de querer detenerse―. No permitiré que mi hijo sea un sodomita. ―Apuntó el agua hacia un costado―. ¡Vamos, quítate esa inmundicia de ropa! ―ordenó, viéndolo llorar, empapado en el piso―. Ponte de pie y resiste como un hombre. ―Volvió el agua en dirección a Boris, quien comenzó a quitarse toda la ropa, sintiéndose humillado como jamás lo imaginó.

―Ya no más, por favor ―suplicó el joven tembloroso. Aún conservaba su bóxer y se cubría con vergüenza.

―El Señor pasó más sacrificios por nosotros. Haz el esfuerzo y quizás seas salvado. ―Abner no desistía, apuntaba con firmeza hacia su hijo―. ¡Anda, quítate eso para que quedes limpio! ―dirigió el agua hacia su ropa interior.

Boris, lleno de pudor, se quitó la prenda y cruzó sus manos para cubrirse. Sentía que hielo atravesaba su cuerpo.

―¿Tienes vergüenza? ―preguntó Abner, viéndolo indefenso bajo el agua―. La vergüenza deberías sentirla por querer desafiar las leyes de Dios... ¡Hombre con mujer fuimos diseñados! ―Cerró el paso de agua, notando la cara de alivio de su hijo―. Espero que este baño matutino fortalezca tu alma. Lo necesitarás. ―Sacó la manguera de la bodega, su hijo continuaba temblando, congelado―. Ahora pedirás al Señor que perdone tus faltas. Los sodomitas no heredarán el Reino de los Cielos. ―El pastor caminó hasta Boris, mirándole fijo―. Y además purificarás tu cuerpo y alma en ayunas, hasta que el pecado se haya ido y seas un hombre, como lo dice la sagrada escritura ―enfatizó, con visible desprecio, y se retiró.

―¡Por favor, sácame de aquí! ―suplicó Boris, adormecido por el frío.

―No escucho que comiences con tus oraciones. ―Abner se detuvo en el umbral de la puerta, tomó aire―. Vamos, empieza... ¡Padre Nuestro, que estás en los cielos! ―Volteó a ver si su hijo le seguía, pero él solo lloraba en silencio. Una certera cachetada en la mejilla lanzó al muchacho al suelo. Su padre quería doblegarlo, haciéndole sentir impuro―. Me iré a buscarte ropa y espero que, a mi regreso, te encuentre implorando por tu sucia alma ―sentenció el pastor, antes de salir raudo y cerrar la puerta por fuera.

El Hijo del Pastor ©️ [ Disponible en físico  ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora