Heterocurioso

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Boris corrió, agitado y nervioso, para no ser descubierto por su padre, quien estaba besando a la profesora en la parte trasera del patio.

Prefirió no seguir viendo esa escena, porque le parecía perversa. No esperaba que Abner tuviera esa conducta cuando parecía un hombre intachable, aunque, en el fondo, no le extrañaba. Por muchos años él fue un padre ausente y se desentendió de su crianza.

Cruzó veloz el patio y se metió por los pasillos para poder salir. En la entrada y despidiendo a unos apoderados, estaba Marta, quien lo alcanzó a ver.

―¡Boris! ¿Te vas conmigo a la casa? ―preguntó la directora, bastante animada.

―Eh... Yo creo que sí ―respondió sin tener escape. Aceptó de inmediato para sacarla del colegio―. Ya tengo hambre ―agregó, tratando de sonreír para disimular sus nervios.

―Ay, sí... Yo también muero de hambre. ―Marta caminaba junto a él, buscando en su cartera dinero para el taxi que había pedido y que la esperaba justo afuera del colegio―. Espero que Juana haya preparado algo delicioso. ―Sonrió, mirando al joven que continuaba en actitud extraña.

―Espero lo mismo ―dijo Boris subiendo al taxi.

―Vamos hacia el sector Manantiales ―indicó Marta al taxista y salieron rumbo a casa―. Tu padre llegará más tarde, tiene asuntos por resolver ―afirmó, mirando al adolescente que venía con el celular en la mano. Parecía estar enviando mensajes.

―Seguro que sí... Debe estar ocupado. ―En realidad, no estaba enviando nada. Solo eran los nervios que trataba de disimular mientras pensaba qué hacer con lo que sabía. Supuso que sería terrible si se llegase a descubrir que el pastor de la iglesia tenía un amorío con una de las profesoras del colegio de la congregación.

―Bueno, siempre ha sido así ―convino Marta, que se puso sus lentes de sol―. Y no va a cambiar. ―Abrió un poco la ventana para que entrara aire.

Boris prefirió no decir nada sobre el tema y continuaron hablando de otras cosas en el camino. Una vez llegaron a la casa y dejaron sus pertenencias en las habitaciones bajaron a la cocina, donde Juana y tía Corina esperaban con el almuerzo listo. Se sentaron y la empleada corrió para servir un delicioso caldillo de mariscos, uno de los preferidos de Marta, quien en su juventud había vivido en una caleta de pescadores.

―Hay que dar las gracias primero ―sugirió Corina al notar que Boris estaba listo para empezar a comer―. No olvidemos ser agradecidos con el Señor por los alimentos ―insistió, mostrándole que debía juntar sus manitos para orar y agradecer.

Al joven no le quedó de otra que seguir la instrucción.

―Padre amado, agradecemos las bendiciones que has puesto en esta mesa. ―Tía Corina comenzó a orar con sus ojos cerrados y cara de mártir―. Bendice a nuestra familia que cada día trabaja por tu santa obra, guía a tu hijo Abner para que dirija a sus siervos por el camino de la salvación... Amén ―concluyó, casi sintiendo que era una divinidad o, al menos, eso parecía en su rostro.

Enseguida pudieron deleitarse con la comida de Juana.

Mientras almorzaban, Boris trató de olvidarse del incidente en el colegio. Puso su celular a un lado del plato y comenzó a enviar mensajes a su grupo de WhatsApp.

Boris: "Ya quiero que llegue mañana para ir de paseo..."

Camila: "¡Sí! ¡Quiero comer papitas!"

Felipe: "Yo, saliendo de entrenar... Tu hermano estuvo aquí, Boris.

Boris: "¿Gabo?"

Camila: "Uhhh el papacito que no conozco..."

Felipe: "¡Cami! El mismo, a veces juega un rato con nosotros... solo estuvo un momento."

El Hijo del Pastor ©️ [ Disponible en físico  ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora