Encierro

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―¡Suéltame, me das asco! ―suplicó Boris intentando quitarse a Gabriel de encima―. ¡Para, ya! ―insistió angustiado y al borde de las lágrimas.

―Ahora sientes asco, bro. ―Gabriel lo besaba en el cuello de manera obscena―. ¿Recuerdas cómo lo hacíamos en el lago? ―Sus manos sostenían con fuerza al muchacho, impidiéndole soltarse.

―¡Eso ya pasó! ―respondió Boris entre sollozos al verse disminuido por el descontrolado hombre―. ¡Te odio... Eres una bestia! ―gritó con desesperación, logrando que sus palabras fueran más fuertes que su cuerpo.

Aquellas palabras resonaron en el interior de Gabriel, haciendo que se pusiera de pie rápidamente como fuera de sí y empezara a caminar de un lado a otro con las manos en la cabeza, balbuceando incoherencias; al parecer no esperaba ser rechazado por Boris y en el fondo anhelaba un reencuentro con él.

―¿Me odias? ―preguntó Gabo, al tiempo que unas lágrimas caían por su rostro―. Has sido lo más puro que he tenido en mi vida. ―Soltó un sollozo desde lo más profundo de su ser y cayó de rodillas frente a Boris que continuaba arrollado en la cama temblando.

―Tú no mereces que yo te ame. ―Boris se hizo de valor para responderle―. Has hecho atrocidades que no puedo perdonar ―añadió intentando acercarse.

―¡No te muevas! ―gritó Gabriel, descontrolado. Se puso de pie y caminó otra vez hacia el muchacho―. Yo sé que en el fondo tú aún me amas, pequeño hermoso. Intentó acariciar a Boris, pero este se hizo hacia atrás para evitarlo; no entendía qué sucedía con su conducta.

―Gabo, déjame ir, por favor. ―El joven quería probar si aún le quedaba una esperanza de huir―. Yo solo me quiero ir de aquí. ―Sus ojos delataban el miedo que estaba sintiendo.

―¡Nunca! ―gritó Gabriel, y se acercó imponentemente hacia él, sin dejarle salida, contra la pared―. Nunca volverás a estar con ese mocoso. ―Sus ojos estaban fijos en los de Boris, encendidos de ira―. Debes entender que tú eres solo mío ―añadió, mientras tocaba el cuerpo del joven que comenzaba a llorar al verse acorralado.

―Gabo no me hagas daño ―suplicó, entre los brazos de Gabriel.

―Así me gusta que estés... dócil. ―Sonrió con perversidad, viendo al muchacho temblar―. Sé que, si me obedeces, tarde o temprano volveremos a ser los mismos de antes ―afirmó Gabriel, sentándolo en el borde de la cama.

"Nunca", pensó Boris, sin levantar la mirada para evitar verlo.

―Recuerdo cómo provocaste tantas cosas en mí que hasta no me pude resistir a tus encantos. ―Gabriel esbozó una sonrisa con la vista en alto―. ¿Te acuerdas de esas miradas cuando llegaste a la casa hace unos meses? ―Parecía estar más controlado en sus emociones.

―Sí, lo recuerdo. ―Boris respiró profundo―. Pensé que eras la persona más atractiva del mundo. ―Subió la mirada para ver su reacción y los ojos de Gabriel se encendieron.

―¿Aún piensas lo mismo? ―insistió con alegría―. ¡Sé que tú me amas! ―Gabriel estaba eufórico.

"No, puto asqueroso", pensó Boris sin atreverse a decirlo.

―Ya no es lo mismo ―respondió, en cambio, al desquiciado joven para no provocarlo―. No sabía de lo que eras capaz de hacer, Gabriel ―agregó, temeroso de su reacción.

―¡Yo haré que cambies de opinión! ―gritó Gabriel, sacudiendo los hombros del muchacho―. Ya verás que unos días aquí conmigo y volverás a quererme. ―Lo sostenía con fuerza moviendo al muchacho a su antojo.

El Hijo del Pastor ©️ [ Disponible en físico  ]Where stories live. Discover now