La Tarde en el Campo

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Con una puntualidad extraordinaria, Gabriel llegó a la casa para salir de paseo por las cercanías de la casona. Subió la escalera tratando de no hacer mucho ruido, ya que esa era la hora en que tía Corina tomaba una siesta antes de ir a su reunión con el grupo de "Mujeres Virtuosas" de la iglesia. Por lo tanto, los ruidos estaban prohibidos casi como uno de los mandamientos que recitaba regularmente.

Entró en la habitación donde lo esperaba Boris, listo desde que había terminado su almuerzo, pues una vez que respondió el mensaje le ganó la ansiedad y se demoró casi una hora en elegir la ropa más adecuada para salir de paseo en un día frío y algo lluvioso. Vestía un cómodo buzo color gris que hacía notar un pequeño y pronunciado trasero, además de una chaqueta para la lluvia. Al parecer, tenía la ropa precisa para el momento, ya que afuera aún caía una leve llovizna.

Gabriel estaba lleno de energía y motivado; lo saludó dándole un fuerte y rápido abrazo. Él ya venía listo y traía algo de barro en sus zapatos que quedó regado por el piso.

Justo antes de bajar, vibró su celular un par de veces. Era Lucía enviando mensajes.

"Gordito, dime si estás en tu casa...

Quiero que vayamos al cine esta tarde. ¡Te amo!"

Gabriel solo desplegó el menú superior para no entrar en la aplicación y evitar tener que dar una respuesta. Suspiró como agotado y tomó un manojo de llaves colgadas al costado de la puerta de la habitación.

―Nos vamos al estero... ¡Ese lugar es genial cuando llueve! ―le anticipó a Boris, que lo seguía bajando las escaleras―. A veces voy a pescar por esos lados ―dijo, pensando que podría interesarle el asunto.

―Nunca he salido de pesca ―respondió el adolescente, observando una moto de cuatro ruedas que estaba justo afuera de la casa.

―¡Entonces, otro día vamos a eso!... ¡Ahora sube! ―Gabriel se subió a la moto, seguido por Boris, que trataba de no pensar tonteras al respecto, ya que andar en una moto con otro hombre era una de sus ideas de cita con las que alguna vez había soñado―. Con esta moto es más fácil moverse dentro del fundo ―agregó, al tiempo que la encendía.

Al cabo de unos segundos, partieron con rumbo al estero. En el camino pasaron por una pequeña huerta donde cultivaban hortalizas para la familia, de ahí cruzaron entre unos pastizales con unas cuantas vacas dando vueltas por el lugar hasta entrar en lo que parecía un pequeño bosque. Boris estaba maravillado ante la belleza de aquel sitio, le agradaba sentir la llovizna en su rostro e ir muy cerca de Gabriel, quien le transmitía seguridad.

―¡Agárrate, firme, brother! ―gritó Gabriel para advertir una pendiente entre los árboles.

Al fondo, se podía ver un pequeño roquerío; disminuyó la velocidad y, por fin, ya estaban en el estero. Un pequeño afluente de agua poco corrientosa, que en días de sol servía para darse un refrescante baño. Estaban rodeados de grandes árboles que se mecían por el viento de invierno y que en la zona soplaba con intensidad. Se bajaron y caminaron hasta las piedras más altas donde había un desnivel con el agua y se tornaba más vertiginosa. Boris disfrutaba mucho del aire fresco y la sensación de estar en un lugar tranquilo, lejos de gente hablando de la Biblia, pecados y castigos. Se sentaron a contemplar el entorno.

―¿Tenías novia allá donde vivías? ―le preguntó Gabriel.

―No, nunca he tenido novia ―respondió, sonrojado ante la inesperada consulta, esperando que su acompañante no lo notara; pero fue en vano, pues le sonrió como cuando descubres a un niño diciendo mentiras.

―¿En serio?... ¡No te lo creo! ―dudó Gabriel, ya que, por su aspecto, cualquiera diría que tenía mucho arrastre entre las chicas.

―¡Ja, ja, ja! Sí, es la verdad ―insistió―. Soy un poco pesado con las chicas ―agregó tratando de decir algo sin ser descubierto. No podía quedar en evidencia frente a nadie de la familia.

El Hijo del Pastor ©️ [ Disponible en físico  ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora