La playa

2.7K 227 25
                                    

A eso de las dos de la tarde de un caluroso día a mediados de enero, Boris y su novio se encontraban en el terminal de buses, esperando una visita que habían planeado después del festejo de año nuevo. Las ansias los sobrepasaban.

Caminaban de un lado a otro, mirando, atentos, la cantidad de buses que circulaba por el lugar.

―¡Amor, ya quiero que lleguen! ―exclamó Boris, bajando sus hombros y mirando a su novio, con cara de niño mimado e impaciente.

―Tranquilo, mi bebé... ya vienen. ―Julián se acomodaba su camiseta sin mangas―. Hay que ser pacientes ―sugirió, lanzándole un beso.

―¡No quiero! ―exclamó Boris, al tiempo que unas abuelitas pasaban junto a ellos, mirando con curiosidad―. ¡Tengo calor! ―Se abanicaba aire con las manos.

―¡Ya, no seas tan mañoso! ―Julián se le acercó para tranquilizarlo, aun sabiendo que solo eran rabietas de lo mimado que estaba―. Y tienes suerte... ¡Ahí viene el bus! ―Apuntó a una máquina que se estacionaba cerca de ellos.

Se fueron casi corriendo, deseando que todo el mundo bajara del bus.

―¡Boris! ―se escuchó un grito desde adentro del bus, en medio de las personas que bajaban.

―¡Cami! ―saludó el feliz muchacho, dando brincos al ver a su amiga y su novio bajar del bus.

―¡Qué bueno verlos, amigos! ―festejó Camila, mientras se abrazaban entre todos.

―¡Se ven súper bien los novios! ―Felipe sacudía de los hombros a Julián―. Hasta que la hiciste, hermanito. ―Le daba unas palmadas para felicitarlo.

―Al fin, después de tantas semanas sin vernos nos hemos encontrado. ―Boris no soltaba a su amiga, que se veía más guapa que nunca en ropa de verano.

―¡Sí, al fin nos contactaron! ―Camila apoyaba la cabeza en el hombro de su amigo, a medida que avanzaban entre las personas del terminal―. Pensamos que se olvidarían de nosotros ―admitió, con tristeza.

―¡No, nunca! ―afirmó Boris con certeza.

―Solo teníamos que dejar pasar un poco de tiempo. ―Julián iba jugando a los manotazos con Felipe―. ¡Este loco no cambia! ―intentaba esquivar los golpes de su amigo.

―¡Sí, los extrañábamos al parcito! ―Felipe intentaba pellizcar a Julián.

―¡Ya, paren! ―exigió Camila, riéndose con Boris―. Parecen unos niñitos. ―Suspiró, mirando a su novio.

―¡Está bien, mi amor! ―Felipe acató la orden de su novia y luego le dio una última palmada a Julián, para ganarle en el jueguito.

Caminaron, animados, unas pocas calles y se subieron a un minibús, que los llevaba directo a una pequeña playa cercana. Allí, Koka tenía una cabaña que les había prestado por el par de días libres que tenían de la disco. Habían planificado pasar una noche en el lugar, luego de que Julián se pusiera en contacto con sus amigos cuando por fin pudo comprarse un celular nuevo, al igual que Boris. Se fueron riendo y hablando de cada cosa que había sucedido, desde el día en que se dejaron de ver.

Tras una hora de viaje, por un camino rodeado de verdes paisajes, llegaron a una pequeña bahía con algunas casitas en los cerros. Al fondo se veía un muelle muy modesto, donde atracaban algunos botes de pescadores, que traían sus productos para ofrecerlos a los turistas. Descendieron del minibús y siguieron por una bella costanera, en dirección a la cabaña. Soplaba una brisa que los refrescaba de los fuertes rayos del sol.

―¡Amo el olor del mar! ―Camila abría sus brazos, recibiendo el viento en la cara, al tiempo que su pelo se desordenaba.

―¡Ya quiero entrar al agua! ―exclamó Felipe, animado al ver que no había mucho oleaje. Se notaba que era una playa tranquila.

El Hijo del Pastor ©️ [ Disponible en físico  ]Where stories live. Discover now