Historias del pasado

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Pasó un día entero sin tener noticias de Gabriel, hasta que el pastor comentó durante el desayuno que su hijo había partido urgente a la capital para solucionar unos asuntos del hogar de niños. Lucía lo estaba acompañando esta vez, no quería pasar mucho tiempo separada de su novio.

Boris se sintió devastado al enterarse, su mensaje ni siquiera había sido revisado y él había sido sincero en sus palabras. Esperaba que a Gabriel no se le ocurriera revelar lo ocurrido, aunque si lo hacía, era probable que él también saliera dañado.

Terminaron de tomar desayuno y se fueron directo al colegio. En el trayecto, Abner le comentó a Marta que el fin de semana iría con su hijo a entrevistarse con los Ancianos de la iglesia en el Refugio del Lago, que era un recinto perteneciente a la comunidad. Marta se sintió dichosa al ver que su esposo estaba logrando cierta conexión con Boris, ya que ellos no tenían hijos propios, sin contar lo que sentían por Gabriel. Además, ella nunca había podido quedar embarazada y era un dolor que guardaba hacía mucho, pues le hubiese gustado tener un hijo de Abner. Pero a sus treinta y siete años, ya tenía descartada la opción.

Boris prefirió aceptar el viaje con su padre, aunque presentía que se iba a aburrir mucho con los Ancianos, a quienes imaginó tal como su nombre indicaba: unos viejitos de barba blanca, sentados en una mesa larga para interrogarlo. Al menos ese viaje lo mantendría con la mente ocupada sin pensar en Gabriel.

Una vez en clases, ahora en compañía de su amigo Julián, acordaron dar un paseo y poder conversar sobre lo ocurrido el día anterior. Decidieron que saldrían sin Camila y Felipe, porque ellos ya tenían planes para la tarde.

Durante toda la jornada de clases pensaron en el lugar más adecuado, hasta que Boris recordó ese parque donde Gabriel lo había llevado días atrás.

Antes de salir de clases, Julián tuvo que ir a dar cuentas de su inasistencia a la directora, a la cual le inventó que se sentía mal el día anterior. No quiso dejar en evidencia a Javier para evitar problemas. Además, no sabía si le creerían; en años anteriores se había enfrentado a ese mismo personaje que acostumbrada a hacerle bullying por su homosexualidad. Esta vez, Marta le creyó y no tuvo ningún castigo al respecto, por lo que se fue junto a Boris a pasar la tarde al parque. En el camino compraron golosinas y jugos para poder hacer más agradable el paseo.

A eso de las tres de la tarde llegaron al parquecito del cual Boris solo conocía una parte. Detrás de los primeros árboles se escondía un hermoso lugar; había una lagunilla llena de plantas de Nenúfar. El día estaba soleado, pero aun así se sentía frío. El reflejo del sol iluminaba sobre el agua que parecía un mágico espejo rodeado de hermosa vegetación. Se acomodaron sobre el pasto a comer unas barras de chocolate con almendras, admirando el bello paisaje que tanto le atraía a Boris.

―¿Por qué Javier te trató así? ―preguntó Boris, luego de morder con fuerza su chocolate.

―Cuando llegué al colegio, tenía quince años... ―Julián miraba la laguna, abstraído, buscando entre sus recuerdos―. Y el año anterior lo había reprobado en otro colegio. No tenía las mejores juntas del mundo. ―Miró a Boris que estaba atento―. No tenía amigos reales y terminé siendo un desastre, solo pensaba en salir de fiesta y tener sexo con cualquier chico guapo que conociera. ―Se notaba incómodo al hablar del tema.

―Pero... ¿Cómo llegaste a eso? ―preguntó Boris, sorprendido al escuchar a su amigo.

―Después de todo, yo le pertenecía a cualquiera que pudiera darme alcohol o alguna droga. ―Julián se sintió avergonzado y bajó la mirada―. No importaba la edad y casi no estaba en casa con mi familia ―añadió, afligido.

Boris puso su mano en el hombro de él para demostrarle su apoyo.

―¿Y Javier? ¿Qué onda? ―Boris estaba intrigado, le sorprendía la historia de Julián siendo tan joven.

El Hijo del Pastor ©️ [ Disponible en físico  ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora