Lejos

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Mucho antes del mediodía, el autobús llegó a su destino. Era la ciudad en donde Julián había pasado los meses anteriores, en casa de su tía.

En esta ocasión no pensaba quedarse allí, para no ser descubiertos por la familia de Boris. Le dijo a sus padres que estaría alejado por un tiempo para ayudar a su amigo y, sin dar muchos detalles, les pidió que no se acercaran donde los Ferrada, para no levantar sospechas.

El sol brillaba en todo su esplendor y los verdes jardines de la ciudad estaban llenos de gente que iba y venía con sus compras navideñas. Las calles se encontraban adornadas con decoración alusiva a la celebración. Boris seguía a Julián, quien conocía el lugar. Luego de unas cuantas calles, llegaron hasta un pequeño edificio departamental y subieron por el elevador hasta el tercer piso. Un pasillo bien iluminado los conducía hasta la puerta 2211.

Julián tocó el timbre, viendo la cara nerviosa de Boris. Le guiño un ojo y le lanzó un beso coqueto, justo cuando la puerta se abrió.

―¡Juli, mi amor! ―gritó la hermosa joven que abrió la puerta, vestida con ropa deportiva que dejaba ver un entrenado cuerpo.

―Tati... hermosa, ¿cómo estás? ―Julián la abrazó con afecto―. Nos volvemos a ver, amiga ―festejó, tras un largo abrazo.

―¡Uy, es hermoso! ―exclamó Tati mirando a Boris, que estaba parado junto a la entrada.

―Ven, Boris, ella es mi amiga Tati, de la que te hablé en el camino. ―Julián lo acercó para presentarlos.

―Hola. Gracias por recibirnos. ―Boris le dio un beso en la mejilla con una tímida sonrisa.

―De nada, chicos, son muy bienvenidos. ―Tati sonreía radiante―. Y de verdad que Boris es más hermoso de lo que contaste, te felicito. ―Miró a Julián con orgullo―. Síganme, par de guapos, y pónganse cómodos... Esta es tu casa ―afirmó la joven rubia, con un tono agradable y estilizados movimientos. Parecía una modelo.

―Estaba ansioso por llegar. ―Julián se acomodó con Boris en un sofá blanco, lleno de cojines negros. Una tranquila perrita Yorkshire observaba cada movimiento, desde un pequeño futón.

―Me imagino lo terrible que es viajar a esta hora, en esos buses llenos de gente. ―Tati les sirvió unos vasos con jugo―. Pero al fin están con nosotras. ―Sonrió mirando a Boris, para que se relajara.

―¡Morocho! ―Se escuchó, de golpe, una voz femenina un poco más grave y todos saltaron de sus puestos―. ¿Cómo está el mijito rico? ―preguntó una mujer, acercándose a Julián.

Era morena, igual de joven que Tati, pero un poco más robusta y desordenada. Vestía jeans y camisa a cuadros.

―¡Koka! ¿Cómo estás, vieja puta? ―Julián saltó sobre ella para abrazarla.

―Yo bien. Más maraca que nunca ―respondió la mujer con ataque de risa. Era más masculina en sus gestos y forma de vestir que Tati―. ¡Hola, flaco! ―Fue hacia Boris y le extendió la mano―. Juli nos habló maravillas de ti ―señaló, mientras el Yorkshire jugueteaba a su alrededor alborotado―. ¡Anahí, sal de aquí! ―ordenó a la perrita, que parecía volverse loca de verla.

―Sí, parece que Julián ya les contó bastante. ―Boris lo miraba sonriente.

―Ni te imaginas, pero solo cosas buenas ―aseguró Koka acercándose a Tati―. ¿Cierto, mi vida? Ya estamos al tanto de todo ―Le tomó la mano y luego la besó con amor.

―Sí, ya sabemos que eres el hijo del pastor de una iglesia. ―Tati estaba abrazada a Koka―. Cuéntenos cómo quedó todo ese revuelto de gente cristiana ―preguntó. Los recién llegados se miraron en complicidad.

El Hijo del Pastor ©️ [ Disponible en físico  ]Where stories live. Discover now