Trampa

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―Hey, es hora de levantarse, dormilón ―murmuró Camila, aún un poco somnolienta―. ¡Pipe, despierta! ―su voz sonaba desgastada.

―¿Por qué me despiertas tan temprano? ―rezongó Felipe sin abrir sus ojos. Estaba enredado en el cuerpo de Camila―. Quiero dormir otro ratito contigo ―reclamó, entre gruñidos.

―¡Pero anoche prometieron hacernos el desayuno! ―insistió la chica con voz de mimada―. ¡Tengo hambre! ―recalcó, para hacer presión y salirse con la suya.

―¡Puedes comerme a mí! ―Felipe metía sus manos entre las sábanas―. ¡Qué mejor desayuno! ―Soltó una carcajada, intentando abrir del todo sus ojos.

―¡No! ¿No tuviste suficiente anoche, goloso? ―Camila intentaba sacarlo de encima, mientras su novio jugueteaba, haciéndole cosquillas―. ¡Anda, lo prometieron con Julián! ―le recordó, entre risas.

―Está bien. Tú mandas ―dijo Felipe dándose por vencido y se levantó para cumplir su palabra de preparar el desayuno con Julián―. ¡Mujeres exigentes! ―se quejó, mientras se ponía un bóxer y su novia lo miraba de manera coqueta―. Te prepararé el mejor desayuno de tu vida ―prometió desde la puerta y le lanzó un beso. Se fue por el pasillo en busca de su amigo que, al parecer, ya se había levantado, porque se sentía ruido en la cocina.

―¡Ya era hora, hermano! ―Julián estaba colocando unos panes en la tostadora. Tenía puesta una toalla negra en la cintura y su cabello mojado ―. Pensé que ya no te levantabas. ―Buscó unas tazas en un estante.

―¡Imposible, brother! ―respondió Felipe, ayudando a recibir las tazas―. Cami no me dejó quedarme acostado. ―Acomodó cada una en su sitio.

―Por lo menos Boris sigue durmiendo ―comentó Julián, apoyándose contra la pared―. ¿Cómo estuvo tu noche? ―preguntó con picardía.

―¡Uy, man... inolvidable! ―Felipe levantaba sus pulgares y se movía por la cocina, bailando, a la par que Julián se reía.

Continuaron ordenando la mesa y, en menos de quince minutos, aparecieron sus parejas por la cocina. El delicioso aroma a pan tostado y café los había levantado de la cama como por arte de magia.

―¡Qué hombres tan provocativos! ―exclamó Boris, al ver a los dos a medio vestir. Él traía puesto su traje de baño―. Así da gusto tomar desayuno―. Le guiñó un ojo a Camila, al tiempo que se acomodaban en la mesa.

―¡Desayuno hecho por sus machos! ―presumió Felipe, modelando junto a la mesa, a modo de broma.

―Los súper hombres ―festinó Boris, riendo al tiempo que revolvía su taza de café.

Se sentaron todos y desayunaron entre bromas, como era costumbre entre ellos. La pequeña mesita con tostadas, mermeladas y queso era un desorden absoluto cuando estos chicos se reunían.

Recordaron cuando Julián era un antipático en el curso o un día en que Felipe había recibido una bofetada por parte de una enamorada, quien descubrió que él le coqueteaba cuando tenía una novia en otro colegio. La mañana pasó rápido y, cuando el sol ya estaba en su máximo esplendor, se alistaron para salir de paseo y aprovechar su último día en la playa. Salieron de la cabaña y tomaron la costanera, disfrutando otra vez de la deliciosa brisa marina. Las gaviotas revoloteaban cerca del muelle, esperando ser alimentadas por los pescadores que traían sus productos. Camila y Boris corrían por la arena, jugando con el ir y venir de las olas, mientras que sus novios, mucho más enérgicos, estaban listos para nadar y competir entre ellos.

―Esos dos terminaron siendo grandes amigos ―afirmó Camila, aplicándose bronceador, sentada sobre su toalla―. Y antes ni se hablaban. ―Buscaba una botella de agua en su bolso.

El Hijo del Pastor ©️ [ Disponible en físico  ]Where stories live. Discover now