Secretos en el colegio

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Luego del incidente con Lucía, Boris no tuvo noticias de ella. Gabriel estuvo toda la tarde en su departamento para no levantar sospechas, sin saber lo que había ocurrido afuera de la iglesia después del culto.

Fuera de eso, la tarde del domingo transcurrió tranquila en la casona Ferrada; las mujeres se dedicaron a preparar conservas, Abner salió a media tarde por asuntos de la congregación y Boris estuvo tendido sobre su cama, mirando series en su computador gran parte del tiempo. Casi al final del día se dedicó a preparar sus cosas para las clases.

A eso de las diez de la noche llegó Gabo desanimado, entró en la habitación y se sentó en su cama observando a Boris.

―¿Qué sucede, Gabo? ―preguntó Boris, dejando su computador a un costado.

―Es por Lucía y por nosotros. ―Gabriel se notaba preocupado―. Yo voy a casarme con ella. ―Sus ojos estaban vidriosos.

―Pero no estás obligado... Yo puedo esperar. ―El adolescente se sentó más cerca de él, en sus ojos se reflejaba ilusión.

―¿Esperar qué? ―La voz de Gabriel sonaba desganada―. ¿Esperas que deje a Lucía y luego salga de la mano contigo? ―Lo miró con desaprobación. Los ojos de Boris se entristecieron.

―No lo sé... solo quiero estar contigo. ―El muchacho tomó las manos de Gabriel, sintió temor de perderlo―. No importa Lucía ―añadió con tristeza.

―No quiero que te ilusiones, hay mucho en juego y me he esforzado demasiado por llegar hasta donde estoy. ―Gabriel se puso serio y le acarició el rostro―. Mi futuro también es importante. ―Contempló los trasparentes y hermosos ojos de Boris, que parecían perderse en su mirada―. Por favor, no te ilusiones ―advirtió con tristeza.

―No te preocupes, Gabo, yo estaré aquí para ti. ―El adolescente le sonrió, guardando un poco de esperanza en el fondo de su corazón. Luego se acercó y lo besó, tierno. Una lágrima caía por la mejilla de Gabriel.

―Eres mi tentación ―dijo Gabriel, rozando sus labios―. ¿Cómo puedo rechazarte si eres hermoso? ―Los húmedos labios de Boris lo provocaban con solo tenerlos cerca.

―No te resistas ―respondió el joven y luego lo besó para hacerle olvidar su preocupación.

Entre apasionadas caricias se entregaron bajo las sábanas de la cama de Gabriel, quien disfrutaba sintiendo a Boris retorciéndose junto a él. Se durmieron juntos una vez más, enredados sin querer separarse.

A la mañana siguiente, la alarma hizo que Boris saltara de un brinco de la cama. Corrió en busca de una toalla, ahora no sentía pudor de pasearse desnudo por la habitación y contemplaba el cuerpo de Gabriel en la desordenada cama estirándose, perezoso, para poder despertar.

Lo besó para darle los buenos días y se fue a la ducha de inmediato, estaba entusiasmado, pues vería a sus amigos. Mientras secaba su cabello frente al espejo, le pareció escuchar que Gabriel murmuraba algo. Tenía la puerta del baño entreabierta, apagó el aparato y se acercó con curiosidad para escuchar.

―Señor, perdóname por mi maldad... No soy digno de ti. ―Alcanzó a escuchar que Gabriel estaba orando, afligido y sentado en su cama, no había notado que Boris ya estaba afuera de la ducha.

El adolescente prefirió no seguir escuchando. Supuso que Gabriel seguía sintiéndose culpable por lo que estaba pasando entre ellos y comprendía que, por sus creencias, le podía ser difícil aceptarse. Terminó de arreglarse en el baño y salió con la toalla cruzada en la cintura.

―Ya estás listo, Boris. ―Gabriel se levantó buscando su ropa interior.

―Sí, listo para esta semana. ―El muchacho sonreía, le encantaba la idea de tenerlo ahí cada mañana.

El Hijo del Pastor ©️ [ Disponible en físico  ]Where stories live. Discover now