Julián y Boris

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―Gracias a todos por estar aquí, con nosotras, compartiendo este almuerzo ―celebró Tati, con su copa de espumante en alto―. Sin duda, agradecemos que podemos tener su linda amistad y, mejor aún, que colaboren en nuestro negocio ―detalló, con una sonrisa cálida, mirando a los que estaban sentados en su mesa de celebración navideña del Colors Club―. ¡Salud! ―finalizó, brindando con su novia sentada a su lado.

―¡Salud! ―festejaron al unísono los demás invitados, haciendo sonar sus copas.

―Muchas gracias por la oportunidad que nos dan a mí y a Boris ―expresó Julián, mirando a sus amigas, que estaban dichosas de tenerlos en su departamento.

―¡Lindos, preciosos! ―exclamó Tati―. Se veían divinos en la barra ayudando a Paolo anoche. ―Les lanzó un beso del otro lado de la mesa y luego bebió un sobro de su copa.

―¡Fue una noche increíble! ―Bruno se encontraba sentado junto al bartender―. Ya estoy preparando mi espectáculo de año nuevo ―anunció, revolviendo las verduras de su plato.

―Esa será una noche de gala en la disco ―intervino Koka, que tenía a Tati de la mano―. ¡Así es que, a prepararse, perritas! ―exclamó, soltando una fuerte risotada.

El almuerzo navideño duró hasta casi las tres de la tarde, de ese caluroso día. Más tarde, y a pesar del sueño que tenían por no haber dormido aún, Boris y Julián salieron de la casa a dar un paseo para disfrutar de la tarde y estar un rato a solas ahora como pareja.

Caminaron varias calles, hasta llegar a un bello parque llamado Jardín de la Rivera que, para su fortuna, estaba tranquilo y con poca cantidad de visitantes. Entraron por una hermosa Alameda por la que corrían unos cuántos niños jugando con sus padres. Hacia el fondo se veía un perfecto prado verde, lleno de plantas florales que adornaban el espacio llenado de mágicos colores el entorno.

―¡Es hermoso este lugar! ―exclamó Boris, mirando a su novio―. ¡Me encanta! ―Su rostro no daba más de felicidad.

―Sí, es hermoso... Sabía que te gustaría. ―Julián le guiñó un ojo―. Vamos hacia allá, que es más tranquilo. ―Le indicaba hacia donde había muchas plantas florales.

Se dirigieron hacia donde estaban unas azaleas y otros arbustos bajo unos enormes robles que formaban un pequeño descanso. Era un lugar ideal para tenderse en el pasto y disfrutar de la tranquilidad.

―Ven conmigo, bebé. ―Julián le indicaba a su novio que se sentara junto a él.

Se pusieron frente a frente, entrelazando sus piernas.

―¿Y si alguien nos dice algo por estar así? ―Boris se notaba un poco preocupado.

―¡Tranquilo, que no pasará nada! ―Julián le tomó las manos―. Y si sucede... Me tienes a mí para defenderte ―prometió, haciendo un gesto con sus brazos para mostrar sus bíceps.

―Te faltan espinacas, Juli. ―Boris reía al verlo―. Pero igual me gustas. ―Le sacó la lengua de forma coqueta.

―Esa lengüita tan rica. ―Julián se acercó más aún―. Muero por un beso de mi novio ―pidió, mirándolo fijo. Se inclinó y lo besó con afecto.

―Contigo me siento feliz ―le susurró Boris, sin separar sus labios―. Muy feliz. ―Y volvió a besarlo, ahora tomándolo por la nuca, para sentirlo más cerca.

Se quedaron largo rato entrelazados, conversando y haciendo planes para el futuro. Cada tanto soltaban carcajadas por los chistes que Julián decía o por las caras extrañas que Boris ponía en medio de la charla. Al final salieron corriendo entre los arbustos, después de un ataque de cosquillas que se estaban haciendo, sin importarles si los demás miraban extrañados por sus amorosos gestos en público. Corrieron como niños traviesos, escondiéndose detrás de los árboles cada vez que alguno tomaba ventaja sobre el otro.

El Hijo del Pastor ©️ [ Disponible en físico  ]Dove le storie prendono vita. Scoprilo ora