Insaciables

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El regreso fue silencioso, era notorio, algo preocupaba a Gabriel quien en un par de ocasiones trató de hablar con Boris durante el viaje, aunque sus intentos fueron en vano, el ambiente dentro del vehículo se sentía tenso al estar el mayordomo como chofer. Tal vez hubiese sido diferente sin él o, al menos, eso pensaban ambos. Boris entendía que la preocupación también podía ser por Lucía, hasta el momento no la habían nombrado, pero estaba claro que sería un problema una vez que llegaran a la casa.

Una vez que el mayordomo de los Betancourt los dejó en la casa, no tardaron en aparecer en la entrada tía Corina, Juana y la novia de Gabriel que, como de costumbre, no tenía buena cara. Se acercaron a recibirlos completamente alborotadas, como si el viaje hubiese durado siglos.

―¡Gracias al Señor que han llegado sin novedades! ―exclamó la tía mientras abrazaba a sus sobrinos.

―¿Cómo estuvo tu viaje, mi amor? ―Lucía se acercó a su novio y le dio un beso. Boris tuvo que disimular su molestia y a Gabriel no le quedó otra que responderle con afecto.

―Bien, Lucía, estuvo agradable ―respondió, seco.

―Eres tan buen hermano, gracias por haber ido a cuidar a Boris ―agregó Corina, haciéndose a un lado para que Juana entrara con los bolsos. Estaba orgullosa de ellos.

―De nada, tía, es lo que haría por cualquiera de ustedes. ―Gabriel trataba de parecer alegre, pero Boris lo percibía triste.

―Te enviaré la factura por ocupar los servicios de mi novio ―anunció Lucía, la que trató de hacerse la graciosa con Boris, mientras él tenía en mente el momento en que se entregaba a Gabriel.

―Bueno, tendré que pagarte extra. ―Boris le sonrió irónico y se fue al interior de la casa, entretanto el resto se quedó para despedirse del mayordomo que debía regresar.

Lucía no soportaba la idea de que su novio hubiese pasado tiempo sin ella, por lo que se quedó pegada a él durante el resto de la tarde.

Juana tenía preparada una deliciosa cena en la que se reunió toda la familia; un delicioso estofado de pollo estaba listo para que disfrutaran. Gabriel se sentó junto a Lucía y Boris tuvo que soportar su desagradable voz durante mucho rato. Abner, como de costumbre, les comentó los temas que trataría en el culto del próximo día para que se prepararan y le acompañaran de la mejor manera frente a la congregación.

De vez en cuando y sin que nadie lo notara, Gabriel y Boris se miraban fijo, deseando tenerse cerca otra vez y esperando que todo el mundo desapareciera por un momento. Continuaron conversando diferentes temas de la iglesia, Corina preguntó como tres veces por la señora Helena Stocker y su estado de salud, su sobrino mayor contestó con amabilidad lo mismo en cada ocasión.

Mientras todos parecían entretenidos, Boris prefirió empezar a contestar los mensajes que estaban en su celular, entre ellos, a Julián que le había enviado casi veinte mensajes antes de darse cuenta de que probablemente su amigo no tenía señal en donde se encontraba. Todos sus mensajes iban cargados de ternura y preocupación por Boris, quien sintió remordimiento, ya que no deseaba herir sus sentimientos.

"El lunes nos veremos, Juli.

Estoy bien... Gracias por preocuparte."

Cuando por fin Lucía decidió que debía irse a su casa, Abner se retiró junto a Gabriel, tenía que conversar en privado con su hijo mayor. Como siempre, eran temas de trabajo, por lo que se fueron hasta una pequeña oficina que tenía en el primer piso. Padre e hijo se encerraron en ella, unos cuantos documentos por revisar durante la semana les esperaban.

Marta le recomendó a Boris que fuese a descansar, ya que las conversaciones de trabajo entre ellos solían ser largas. Ella se quedó un rato más junto a Corina y Juana en la cocina para preparar unos alfajores que eran de los dulces favoritos de Gabriel.

El Hijo del Pastor ©️ [ Disponible en físico  ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora