Amigos

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La semana transcurrió rápido, a pesar de lo difícil que se le hizo a Boris dejar de pensar en aquella publicación en Facebook en la que se anunciaba la boda de Gabriel para febrero. Si bien aún faltaban muchos meses para que eso ocurriera, no dejaba de atormentarlo la idea de ver que todo había sido en vano, y lo más probable que para Gabriel, no significara nada más que un error y un terrible pecado.

Trató de pensar en otras cosas, y sus nuevos amigos del colegio ayudaron bastante. Habían planificado ir a visitarlo a la casona Ferrada el jueves, después de clases, ya que al día siguiente le tocaría partir de viaje junto a su padre y, la verdad, el panorama no le parecía atractivo, pues estaría rodeado de los Ancianos de la iglesia. Juana había preparado un deliciosos sándwiches y jugos para que los invitados de Boris pudieran comer durante su salida por los terrenos de la familia.

El día estaba levemente soleado; algunas nubes pequeñas y grises recordaban que aún no acababa del todo la época de frío. Aun así, el paisaje era hermoso, sobre todo para un chico como Boris que venía de zonas mucho más áridas.

A eso de las cuatro de la tarde llegaron Camila, Felipe y Julián. Al entrar quedaron deslumbrados con lo bien que vivía la familia del pastor del colegio. Juana, de inmediato, trató de hacerlos sentir cómodos y les hizo pasar a la sala, en donde se apreciaban algunas fotos de la familia. Hasta ahora, no había ninguna de Boris, de seguro era porque llevaba poco tiempo con ellos, pero curiosamente, tampoco aparecía alguna de Gabriel. Eran solo las antiguas generaciones de los Ferrada.

―El niño Boris viene enseguida... Están en su casa ―dijo Juana, mientras secaba sus manos en el delantal de cocina. Su arrugada cara con una noble sonrisa era suficiente para darse cuenta de lo buena persona que era la mujer, que llevaba años trabajando para la familia.

―¡Gracias! ―respondieron los tres jóvenes casi al unísono, mientras observaban el entorno.

Juana se retiró a buscar lo que con tanto cariño había preparado para el paseo, al tiempo que Boris aparecía en la sala con una cara llena de felicidad, le alegraba que sus amigos estuvieran allí. Vestía un jean desgastado y una camisa a cuadros de manga corta, sobre un hombro traía el bolso en donde llevarían la comida.

―Tengo todo listo... Creo que les va a gustar el paseo ―anunció Boris de buen ánimo, mientras abría su bolso.

―Seguro que sí ―respondió Felipe, que estaba entusiasmado por conocer el estero del que le había hablado Boris.

―Tu casa es fabulosa ―agregó Camila, quien estaba fascinada con el estilo rústico de la sala, le encantaba la madera barnizada y las enormes ventanas con vistas al campo.

―¿Cuál es tu dormitorio? ―preguntó Julián con disimulo, poniendo su sensual sonrisa pícara.

Todos se rieron al notar que estaba bromeando.

―¡Ay!, ahí no irás por ahora ―respondió Boris con una gran sonrisa. Esperaba que tía Corina no apareciera por la sala para evitar hacer alguna oración de último minuto.

―Aquí tiene, mi niño, para que no pasen hambre en la tarde. ―Apareció Juana como un fantasma, portando una cajita plástica llena de sándwiches que entregó a Boris.

Una vez que guardó la comida, todos salieron de la casa con rumbo al estero que Gabriel en algún momento le había llevado a conocer. Pasaron por una pequeña huerta llena de plantas aromáticas que Juana tenía para cocinar. El olor del romero predominaba en el aire y a Camila le fascinaba estar allí.

A ratos corrían para avanzar más rápido, tenían claro que debían pasar por un pequeño bosquecito para poder llegar a su destino. Felipe se adelantó un poco con Camila para aprovechar el momento, los otros dos se quedaron varios metros más atrás.

El Hijo del Pastor ©️ [ Disponible en físico  ]Where stories live. Discover now