Infierno

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Media hora más tarde y seguidos por unas patrullas, Gabriel logró abrirse paso en el estacionamiento de la iglesia. Sacó su revólver y bajó junto con Boris, quien caminaba por inercia. Su mente permanecía con la imagen de Julián, muerto en sus brazos. Sentía un vacío que desde la partida de su madre no había experimentado.

Varias personas se agolparon cerca de la calle de la iglesia, que en ese momento se encontraba cercada y custodiada por la policía. Algunos periodistas buscaban el mejor lugar para hacer sus notas y muchos de los que observaban desde lo lejos eran parte de la congregación, quienes vieron en las redes sociales lo que estaba ocurriendo con la familia Ferrada. Poco más allá, también estaban todos los amigos de los muchachos que permanecieron encerrados y ahora se encontraban observando, aterrados, lo que sucedía con Boris. En medio del alboroto y la atenta mirada de los policías, Gabriel entró sin ningún problema en el templo en donde se encerró con llaves y luego las tiró sobre una de las bancas cercanas. Boris no decía nada, parecía no tener voluntad propia.

―Vamos a huir... No te preocupes ―aseguró Gabriel llevándolo a la bodega de la iglesia en la parte trasera―. Tú y yo vamos a ser felices por fin ―insistió, buscaba algo en uno de los estantes, con desesperación.

―¿Julián? ―se escuchó decir a Boris, con un hilo de voz muy débil.

―¡No está! ―recibió por respuesta―. ¡Se fue! ¡Yo lo eliminé! ―presumió con satisfacción y una risa macabra―. Ahora solo estamos los dos para ser felices. ―Gabriel continuaba buscando entre los muebles.

―¿Felices? ―Boris reaccionó, había recibido de golpe la imagen de su novio muerto.

―¡Sí, tú y yo! ―exclamó Gabriel, con euforia.

Mientras él continuaba con su desesperada búsqueda en la desordenada bodega, Boris se recuperaba y entendía que pretendía llevárselo lejos. Sabía que, si intentaba hacer algo para huir, podría ser peor debido al estado en que Gabriel se encontraba, y más si ya había sido capaz de matar a una persona.

―¿Crees que podamos ser felices después de todo? ―preguntó Boris, temeroso.

―¡Sí, claro! ―respondió y se fue de prisa hacia el joven, que permanecía estático en un rincón de la bodega―. ¡El Señor nos ayudará a retomar el camino! ―Sus desorbitados ojos asustaban cada vez más al muchacho.

―Creo que tienes razón, Gabriel. ―Boris le tocó el rostro con la mano temblorosa―. El Señor puede perdonarte y darnos la felicidad ―aseveró, esbozando una sonrisa.

―¡Sí! ¿Tú también lo crees? ―El solo roce de los dedos del joven en su cara provocaron que aumentaran sus deseos de escapar juntos ―. Vamos a estar juntitos por siempre. ―Se acercó, con lentitud a los labios del inmóvil muchacho y el latir de sus corazones se aceleró.

Sintió la tenue respiración de Boris, muy cerca, y no pudo contener el impulso de besarlo, solo que antes de que su felicidad se hiciera mayor, el adolescente le mordió la boca con una furia desmedida y, acto seguido, le arrancó un trozo de labio. El dolor provocado le hizo perder el control de la situación, dando tiempo a Boris de empujarlo con toda su fuerza contra un estante, haciéndolo caer al piso, gritando de dolor y con la cara ensangrentada.

―¡Nunca más estaré contigo, enfermo de mierda! ―gritó Boris, sintiendo que la ira lo consumía desde lo más profundo de su ser. Una patada en la cabeza terminó por aturdir más aún al descontrolado Gabriel.

Boris se limpió la sangre que tenía en la cara y empezó a buscar algo entre los muebles, afuera se escuchaba la policía hablar por megáfono al secuestrador, pidiéndole que liberara al muchacho.

El Hijo del Pastor ©️ [ Disponible en físico  ]जहाँ कहानियाँ रहती हैं। अभी खोजें