Celos

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"Bro... Estoy en la esquina.

De aquí te veo..."

Al recibir los mensajes, Boris se volteó para encontrar a Gabriel. No tardó mucho en divisarlo entre las personas y corrió hacia él, en parte por la emoción de verlo, y por los nervios de que Lucía los viera juntos al salir del colegio.

―Dejé el auto estacionado para que caminemos ―anunció Gabriel, al tiempo que le daba un abrazo.

―¡No hay problema!... ¡Yo feliz! ―respondió Boris, perdido entre el cuello de Gabriel, podía sentir el suave aroma de su perfume y el de su piel. Se estremeció.

Bro, necesito ver unas cosas para el cumpleaños y quiero que me ayudes. ―Lo soltó y le indicó hacia dónde caminarían―. No es mucho, ya que papá y tía Corina tienen casi todo listo ―agregó, mientras se acomodaba la camisa.

―¡Será genial tener una fiesta!

Gabriel dejó salir una risotada

―¿Fiesta? ―Lo miró sorprendido―. En casa no se hacen fiestas, recuerda que somos una familia cristiana. ―Se puso serio.

―Eh... Ups, lo siento. ―Boris se encogió de hombros, claramente avergonzado.

―Ja, ja, ja... Es broma, brother. ―Volvió a sonreír―. O sea, no hacen fiestas con distorsión, pero sí compartimos con amigos ―agregó Gabriel, mientras Boris lo observaba casi como bicho raro.

―Pero eso suena aburrido ―contestó Boris, con sinceridad.

―Lo sé, pero ahora que tengo un hermanito, podemos hacer nuestra propia fiesta secreta. ―Gabriel le desordenó el pelo―. ¿Te parece? ―Lo miró con ternura, Boris no supo cómo reaccionar.

―De acuerdo... Espero se cumpla. ―Fue lo único que atinó a decir. Su corazón latía a mil por hora, a pesar de no saber qué sentía Gabriel, aunque, lo más probable, era que se tratara solo de cariño. Además, la diferencia de edad hacía que todo fuese un imposible, un sueño lejano―. ¿Y Lucía está invitada? ―preguntó, sin olvidar la escenita de celos que ella le había montado recién.

―Por supuesto, es mi novia... No podemos dejarla fuera ―le guiñó un ojo al tiempo que entraban a una tienda gourmet.

Boris no recibió la respuesta de buena forma y se sintió desanimado, pero en el fondo, sabía que debía acostumbrarse a ser lo que todos esperaban: hermanos. Caminó largo rato detrás de Gabriel sin decir mucho mientras él compraba lo que necesitaba. Lo miraba y hasta un nudo se le puso en la garganta de impotencia.

"Lucía me dijo que no te haga perder tiempo, creo que le molesta vernos juntos", pensó Boris casi con deseos de gritarlo. A pesar de eso, se contuvo.

―Ahora pasemos por el supermercado y estamos listos con nuestra parte. ―Gabriel llevaba un par de bolsas cargadas, Boris le ayudó con otras.

Anduvieron un par de horas en lo que quedaba de compras para la celebración. En la casa y en la iglesia ya estaba anunciada la celebración que se llevaría a cabo en poco tiempo más, después del culto, como ya era tradición. Todos los hermanos de la iglesia participaban de las actividades de la familia Ferrada y este año no sería la excepción. Una vez que terminaron de comprar, cargaron el auto y se fueron en dirección a la casa.

―Antes de ir la casa, te llevaré a que conozcas un lugar que está en el camino ―dijo Gabriel, entusiasmado y con una sensual sonrisa.

―¿Qué es? ―interrogó Boris. Sus ojos se encendieron.

―Es un parquecito ―contestó Gabriel al tiempo que estacionaba el automóvil.

Boris vio desde la orilla del camino el lugar al cual se refería; un parquecito lleno de enormes y frondosos árboles que comenzaban a llenarse de hojas luego de las fuertes lluvias. Caminaron hasta una banca que había un poco más allá de la entrada del lugar y se sentaron a disfrutar del frío paisaje. La naturaleza del lugar era, aparte de Gabriel, lo que más le gustaba del entorno donde ahora vivía, ya que en el norte todo era demasiado árido. Allí, en cambio, podía sentir el frío viento en la cara, ver la lluvia, prados verdes, muchos árboles y todo en compañía de un hombre guapo, pero inalcanzable.

El Hijo del Pastor ©️ [ Disponible en físico  ]Where stories live. Discover now