El paraíso en la tierra

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Durante un largo rato estuvieron besándose en el suelo. No les importó la tierra mojada ensuciando su ropa, solo saciaron sus ganas de besarse hasta el cansancio, sin decir ni una sola palabra en mucho tiempo. Gabriel parecía extasiado al sentir nuevamente los labios de Boris, quien respondía de la misma forma.

Poco a poco fueron volviendo en sí, casi sin poder respirar.

―No sé qué decirte, Boris... deseaba que esto pasara ―confesó Gabriel, respiraba agitado encima de él y sus labios continuaban cerca. Sus miradas eran inseparables.

―Yo también, no puedo creerlo ―respondió Boris, moviendo lentamente sus labios rosados y húmedos cerca de los de Gabriel.

―Aquí podrían vernos. ―Gabriel miró hacia los lados recordando que estaban al aire libre―. Ven, vamos a la cabaña. ―Se levantó con la ropa sucia, al igual que Boris y luego lo tomó en brazos entrelazándolo en su cintura. Los besos continuaron mientras caminaban hacia la cabaña.

Apresurados, ingresaron hasta la habitación principal que tenía una cama amplia, llena de almohadas, justo frente a un gran ventanal que daba hacia la tinaja de madera en la terraza.

Gabriel lo dejó caer sobre la cama y se quitó la camiseta, dejando al descubierto su tonificado torso, mientras Boris lo observaba con deseo, este hizo lo mismo y lanzó su camisa al piso. Su delgado cuerpo marcado generaba en Gabriel una mezcla de ternura y deseo, lo quería para él y se le fue encima una vez más para volver a devorar sus labios. Ahora podían sentir una parte desnuda de sus cuerpos cerca, el calor de la piel estaba subiendo y con sus manos comenzaron a recorrerse, a tocar cada espacio que antes anhelaban sentir.

Boris abrió el pantalón de Gabriel, dejándolo solo con su bóxer, podía ver y sentir como el bulto de él crecía por debajo de la tela mientras lo besaba.

Gabriel hizo lo mismo y pronto ya estaban casi desnudos rodando por la cama, sus miradas delataban el anhelo de sentirse. Poco a poco, Boris fue bajando por el abdomen de Gabriel, llevaba su lengua como marcando el camino, mientras este lo observaba lleno de deseo. Quitó el bóxer, lento, dejando a la vista lo que tanto deseaba tener. Le pareció enorme y no contuvo sus ganas de llevarlo hasta su boca, pausado y suave, ante la mirada enloquecida de Gabriel que se retorcía al verlo ahí enredado en su cuerpo, saboreando su miembro como un niño hambriento.

Boris no quería soltarlo, estaba poseído por las ganas de tenerlo y continuaba jugando con su lengua, hasta que Gabriel lo tomó sintiendo que era su turno, le sacó el bóxer y llevó hasta su boca la erección del adolescente; poco a poco se fueron dando placer de todas las formas que quisieron, Gabriel estaba enredado sobre el delgado cuerpo de Boris, respiraban agitados y comenzaban a sudar.

―Quiero que seas mío ―le dijo Gabriel, rosando sus labios cerca del oído, como si fuera un secreto.

―Sigue... No te detengas. ―Boris no quería detenerse, dejando que el hombre que tanto deseaba lo hiciera suyo.

Sintió cómo Gabriel separó sus piernas levantándolas levemente, luego extendió uno de sus brazos para sacar de su pantalón un preservativo que traía en la billetera y con rapidez logró ponérselo para poder satisfacer a Boris. Ahí estaba listo para entrar en él...

Lento, poco a poco, y disfrutando el momento, mientras el joven se retorcía entre dolor y placer. Sus manos agarraban con fuerza las sábanas para soportar que Gabriel entrara en su cuerpo. Entre una mezcla de movimientos que iban desde lo suave hasta lo más fuerte, Boris recibía cada centímetro del cuerpo de Gabriel; gemían de placer, sudorosos e incontrolables, enredados como jamás lo habían estado, conectados como nunca entre la lujuria. Hasta que Gabriel pudo descargar todo lo que contenía dentro del delgado muchacho, que luego hizo lo mismo sobre su marcado abdomen. Se besaron, sonrieron en complicidad y, aún entrelazados, se quedaron sobre la cama recuperando el aliento, poco a poco, hasta quedarse dormidos.

El Hijo del Pastor ©️ [ Disponible en físico  ]Where stories live. Discover now