Capitulo 51

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“No se te ocurra mencionarla.”

Justin:

Me dejaba llevar por la ira. Todo a mi alrededor estaba confuso, solo sentía. Odio, dolor. Todo. Pero, ¿por qué? ¿No era yo quién no había vuelto? ¿No era yo quién la había obligado a seguir adelante y a olvidarse de mi? Era egoísta. Era celoso. Joder, ¿cómo mierdas no iba a serlo? Tenía a la chica mas maravillosa que he encontrado. Tenía a la única chica que me había hecho frenar, pensar y querer. Querer por primera vez y de verdad. Pero era eso, el verbo tener. En pasado. Y con dolor. Porque ya no la tengo. La tiene otro. En su habitación. Lejos de mí y todo el daño que he causado. Porque elegí mal y siempre he hecho lo incorrecto.

La moto me llevaba por sí sola. Los nudillos blancos no hacían mas que contraerse a la vez que daba otro acelerón. La adrenalina no podía apartarme la imagen de la cabeza. Pero es la única que está ahí, que siempre lo ha estado. Suave, dulce, peligrosa. Como una droga. Pero no mi droga favorita, no aquella que me es indispensable para vivir, porque esa está en otro sitio. A unas cuantas manzanas y unos cuantos giros de volante. En brazos de otro que no soy yo.

¿Debería llamar a Ryan y preguntarle? No. Él también merecía olvidarse de mi. Tener un mejor amigo como  yo solo había traído problemas. Yo soy problemas. Como los que tiene aquel que la estaba tocando. El miedo y el odio fluyen dentro de mi. Tengo ganas de patear algo. Con fuerza. Duro. Joder. La estaba abrazando. Aprieto los dientes y sigo conduciendo. Cada vez mas rápido. A punto de matarme.

Aparco la moto de cualquier manera en la acera, esta se cae aún encendida mientras el motor toma la orden de apagarse. La verdad es que me da igual. También sufre. Como yo. Tengo el cuerpo tenso, necesito unos cuantos golpes, unos cuantos gritos. Porque ella está con otro y no puedo hacer nada para cambiarlo. Estoy cegado completamente y ya ni recuerdo cómo he podido llegar hasta aquí con vida. He alcanzado mas de la velocidad permitida y he corrido sin ni siquiera fijarme en mi alrededor. Pero, ¿a quién le importa eso ahora? Si muriera nadie vendría a mi funeral. Nadie. Y tampoco me echarían de menos.

Camino hasta el edificio con paso rápido y pesado. Y dejo que todo salga antes de cruzar la puerta. Pego un fuerte grito de frustración que se mezcla con lo que parece un gruñido, y mi puño sale disparado a la pared que hay en torno a la puerta. Y después va el otro. Y de nuevo el primero. Y no paro hasta que la sangre de los nudillos me cae hasta los codos. Ni siquiera noto el dolor. Dejé de sentirlo hace mucho, cuando comencé a castigarme por primera vez. Porque no es la primera vez que lo hago, ni va a ser la última. Me odio a mi mismo y odio en qué me he convertido.

Unas manos tiran de mí con fuerza hacia atrás. Vuelvo a gritar lleno de ira para intentar soltarme pero no tengo éxito. Lanzo un par de golpes que la persona que me tiene agarrada consigue esquivar. Me da la vuelta en un movimiento rápido y me aprieta contra la pared con su brazo alrededor de mi cuello. La vista empieza a serme clara y le veo. Derek. 

“¡Basta ya, Bieber!” Grita.

Esta cabreado, la vena de su frente ahora es totalmente visible. Pero da igual, ni en veinte años tendría la suficiente fuerza como para alcanzarme. Pongo las manos sobre su brazo y le aparto de un empujón. Escupo hacia un lado y aprieto la mandíbula sin apartar los ojos de él.

“¿Qué mierdas haces?” 

“Intentar que no te desangres, joder.” Baja la vista hasta mis manos y el gran charco de sangre que se ha formado bajo mis pies. 

No siento nada.

“Aléjate de mí, sé cuidarme solo.” Amenazo con los brazos caídos. Todavía sigo cabreado, furioso. La imagen no se borra de mi cabeza, sólo se repite una y otra y otra vez.

Esclavos de la noche.Where stories live. Discover now