Capitulo 40

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“Justin está en algo muy malo ____. Está metido hasta el fondo.”

Abrí los ojos cuando el rayo de luz incidió de lleno contra nosotros. Justin soltó un gruñido y metió la cabeza bajo la almohada, tapándose. Sonreí cuando le vi hacer aquello y salí de la cama con cuidado. Me acerqué a la ventana y corrí las cortinas apagando la luz que había entrado en la habitación.

Miré el reloj. Eran las 10 de la mañana del domingo y no tenía muchas ganas de volver a la cama. Justin todavía seguía bajo la almohada cubriéndose de todo aquello que pudiera molestarle. Fui hasta el armario y saqué unos pantalones cortos de basket que le había visto alguna vez y me los puse. Había dormido con una de sus camisetas anchas y la verdad, me encantaba.

Salí en silencio de la habitación y me dirigí a la cocina. Mi intención era hacer un buen desayuno para los dos, pero no sabía que era exactamente lo que te apetecía teniendo encima una buena resaca. Y la de Justin pintaba bastante fea. Abrí los armarios buscando qué poder hacer. Tenía suficiente para unas cuantas tortitas, y además, esperaba que no se me quemaran. Demasiado al menos. Agarré los ingredientes. Harina, sal, huevo… Uno a uno los fui sacando. Acerqué el bol de encima de la mesa y me puse a ello. Espera que al menos le gustaran.

Casqué los huevos, mezclé la masa e hice unas cuantas tortitas. La mayoría habían sobrevivido y no estaban negras. Bueno, mejor, no muy negras. Podían comerse. Preparé una bandeja con un par de vasos (un café y un colacao) y los siropes. Tal vez un desayuno en la cama no estaría nada mal…

Eché el último poco que quedaba de masa y preparé la última tortita. Esta iba a salirme perfecta. Le di la vuelta cuando ya estaba hecha y justo cuando iba a sacarla una voz me sobresaltó, haciendo que la tortita cayera sobre un lado de la sartén y se desmoronara.

“¿Tenemos tortitas para desayunar?”

Casi pegué un grito cuando oí su voz. Me alegré de haberme puesto los pantalones.

“Aun que la verdad… Están un poco quemadas, creo que mejor paso.”

Recogí la tortita que se había roto y la tiré a la basura. Algunos cachos habían caído sobre la encimera y no era plan de comérsela. Una vez todo limpio me giré y le miré a los ojos con una ceja levantada.

“¿Quién ha dicho que vaya a compartir contigo, Ryan?” Pregunté cruzándome de brazos.

Él levantó los brazos sonriendo.

“¿Nos hemos levantado con el pie izquierdo?”

“Estoy bien, gracias.” Sonreí irónicamente y cogí el plato donde había colocado todas las tortitas y lo puse sobre la bandeja.

“Deberías mejorar tus dotes culinarias…” Dijo a la vez que agarraba un tenedor.

Ryan estiró el brazo dispuesto a coger la tortita mas alta del montón. Levanté la bandeja antes de que pudiera llegar a ella y le guiñé un ojo.

“Oh vamos, ____. Tengo una resaca que no me aguanto en pie.” Suspiró dejándose caer sobre una de las sillas de la cocina.

“Tienes razón, no te gustaría mi comida medio quemada.” Solté sacándole la lengua.

Él intentó poner cara de niño bueno, pero al ver que no funcionaba y solo me hacía reír, se rindió y se levantó de la mesa hasta la nevera, de donde sacó una cerveza.

“¿Te apetece eso a esta hora?” Pregunté perpleja.

“La verdad es que no, pero es lo que realmente quita la resaca, así que…” Abrió la lata y tomó un largo trago.

Esclavos de la noche.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora