Capitulo 45

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"¿A dónde irás, héroe?”

Justin se crujió los nudillos. No se encontraba a gusto en ese coche. Le faltaba aire. Le faltaba respirar cualquier cosa que no fuera aquel ambiente. Que no fuera aquella culpa que sentía. Porque lo había hecho. Había disparado. Y aún a pesar de todo, aún a pesar del dolor en su cara, a pesar de su grito, a pesar de todas sus lágrimas, volvería hacerlo una y otra vez. Para mantenerla a salvo. Para que no la hicieran daño.

Se sentía extraño, lejano, fuera del coche en el que estaba. No tenía idea de a donde iba ni cuando volvería. ¿Qué importaba? ¿Por qué debía volver? Sus pensamientos estaban a años luz de todo lo que le rodeaba. Ni siquiera el aire frío de la noche que le golpeaba a través de la ventana parecía devolverle al mundo real. ¿Para qué? ¿Para ver el monstruo en el que se había convertido? ¿Para ver todo el horror que había causado? No, no. Todo eso podía irse al infierno. Él había causado esto. Y no iba hacer nada para arreglarlo.

Por una vez, iba a dejarse llevar.

El coche aparcó delante de unos edificios que parecían totalmente abandonados. No había nada mas alrededor que oscuridad y frío. Justin se dio cuenta de que debían de haber estado en la carretera por un largo tiempo porque la cuidad quedaba en la lejanía. A sus espaldas. Fuera de su alcance. Tony y sus dos secuaces salieron del coche en cuanto este hubo frenado. Justin todavía luchaba contra el impulso de quedarse dentro y compadecerse de sí mismo cuando unos golpes en su cristal le obligaron a levantar la vista y a poner un pie fuera de este. Era hora de vivir la realidad.

Tony hizo un gesto con la cabeza para que le siguieran y fueron tras él. Los pasos se le hacían cada vez mas pesados a medida que avanzaba. ¿Dónde coño estoy? No se dio cuenta de que lo había dicho en alto hasta que Tony le respondió.

“Tranquilo, chico, pronto lo sabrás.” Contestó sin ni siquiera mirarle.

Justin apretó la mandíbula y caminó los metros que quedaron hasta la puerta. El edificio daba mas miedo de cerca que de lejos. La cristalera de la que estaba hecha tenía algún que otro agujero hecho. Sin olvidar unos cuantos graffitis que alguien se había encargado de dejar. Nada de esto le daba buena espina pero, ¿qué importaba?

Tony sacó un manojo de llaves y encontró la que buscaba para meterla en la cerradura y abrir la puerta. La abrió de una patada entrando sin temor el primero de los cuatro. Uno a uno fuimos entrando. La oscuridad nos consumió pero Tony sabía que camino debía coger. Mis ojos se acomodaron a aquella negrura y no tardé en ver una pequeña luz al final del pasillo por el que íbamos. Una figura se dibujó justo en medio. Las manos empezaban a sudarme, ya no me notaba tan confiado. Me vino de nuevo a la mente Matt. Apreté los puños.

“Bienvenido, señor.” Saludó aquella figura que antes vi a lo lejos. Ahora le tenía delante y no era mas que un chaval desecho y encorvado, lleno de suciedad y con el pelo grasiento. Tenía que llevar semanas sin ducharse. Tenía ojeras negras como el carbón y unos ojos rojos con la pupila totalmente dilatada. “¿Qué-qué le trae por-por aquí?” Tartamudeó.

“Relájate, Maxy, sólo vengo a por un poco de mercancía.” Dijo Tony dándole unos golpecitos en la espalda encorvada.

Habíamos llegado a un inmenso almacén. Todo ello estaba lleno a rebosar de cajas y paquetes enormes de hierba. El olor impregnaba todo el edificio y hacía daño al olfato. Tuve que taparme la nariz con el brazo para no acabar totalmente mareado. Aunque parecía que Maxy ya estaba acostumbrado al hedor.

“Le juro que es-está todo. No-no me he llevado na-nada.”

“Seguro que no.” Levantó la vista a sus gorilas y les señaló unas cuantas cajas.

Esclavos de la noche.Where stories live. Discover now