Capitulo 50

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“¡Mírame!”

 

 

 

Justin:

Aprieto el móvil con fuerza en mi puño. Lo he intentando. Lo he intentado un millón de veces. Un millón y una pero siempre es igual. No me atrevo. La vista se me nubla. Tengo ganas de llorar. De arrancarme el pecho. ¿En qué momento lo hice todo mal?

Miro el teléfono entre mis manos. Lo desbloqueo. Y la veo sonreír. Como tantas otras veces. La veo sonreír con esa sonrisa inocente que esconde secretos. Secretos que solo yo he descubierto. Indagando. Descubriéndola. La pantalla se vuelve negra. Y vuelvo a desbloquear el aparato para verla, para que no se me olvide. Porque van pasando los días y recordarla va costando mas.

Pongo el pin y voy a la lista de contactos. Tengo su número memorizado pero quiero ver su nombre. Saber que está ahí. Deslizo el dedo por la pantalla y llego hasta ella.

_____.

Y duele un poco. Aprieto su nombre. Y ahora aparece su número. Ese que tantas veces he escrito. Ese que tantas veces he leído. Y soy incapaz. No puedo apretar el botón. Y lo he intentado. Mil millones y una. Siempre otra vez y otra y otra mas. Para que no se me olvide que está ahí. Ella. Ella y su sonrisa. Pero no puedo. Me he vuelto cobarde en esto del amor. No tenerla cerca hace estas cosas. Soy capaz de robar, de matar, de darle una paliza a un tipo veinte veces mas grande que yo. Pero no me atrevo a llamarla.

Pero de todos modos, ¿qué iba a decir? ¿Qué la quería? ¿Qué la echaba de menos? ¿Qué soy un sucio bastardo por no volver con ella?

Suspiro. Y le doy una fuerte calada al cigarro. Ya casi se está acabando y yo llevo mucho tiempo aquí parado. Delante de su casa. Y ella ni si quiera lo sabe. La luz de su cuarto está encendida. Veo su silueta a través de la ventana. Parece inquieta, se mueve de un lado a otro por toda la habitación. Se pasa la mano por el pelo echándolo hacia atrás. Como siempre hace. Como me vuelve loco.

Y sonrío. Sonrío como un lunático en medio de la noche sintiéndome esclavo de esta. Esclavo de ella.

No dejo de mirarla. No dejo de pensar qué estará haciendo. ¿Me echará de menos? ¿Tanto como yo a ella o un poco menos? Ni parpadeo. No quiero perderme ni un solo segundo de este instante. La tengo para mi. Lejos, demasiado lejos. Pero la tengo. Y parezco un jodido violador en medio de una calle solitaria. Un niño en una tienda de regalos que sabe desde el momento en el que baja del coche que no le van a comprar nada. Pero miro mi juguete favorito sonriendo, mi parte buena. Porque es lo que ella tiene. Todo lo bueno de mi. Y yo ahora solo me siento completa basura.

Vuelve a pasar a través de la ventana. Pero… Oh, un momento. No está sola. Hay alguien con ella. Un chico. Alto. Parece que habla con ella. Ella parece calmarse. Se abrazan. Aléjate. Suéltala. No es tuya. Siguen abrazados. Y no lo soporto.

Otro. Está con otro en su habitación. El pulso se me acelera. Tiro la colilla que ya no me hace sentir bien, no siento nada. Vacío. Miro el móvil en mi mano. Otro. Es otro chico y ella. No soy yo. Desbloqueo el móvil y su foto vuelve a sonreírme. Pero ya no la veo a ella. Ahora sólo veo una foto, eso, nada mas. ¿Quién iba a querer a un monstruo? No era para ella. Nunca lo he sido.

Tu quisiste alejarla, ¿recuerdas?

No eres tú el del cuarto. No eres tu el que la abraza. Es otro. Tu no. Tu no. Tú. No. Nunca mas.

Esclavos de la noche.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora