Capitulo 26

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¿Tienes que comportarte como un idiota ahora?”

“No te vayas...”

Aquello hizo que me diera la vuelta. Mi piel estaba de gallina. Mi corazón se aceleraba. Creo que iba a mil por hora o más en cuanto sus labios dejaron escapar esas palabras.

Tiró de la manga de mi abrigo. Me atraía hacia él. Y me dejé llevar. No podía decirle que no. Y mucho menos cuando me pedía aquello y ponía esa cara de niño pequeño. Su cara era toda ternura, y yo me estaba derritiendo. Sus manos atrapan mi cintura. Fijas, firmes. Mis manos en sus pecho. Y nuestros ojos vuelven a conectar. Porque no quiero estar viendo otra cosa que no sea él. Y que luche contra eso, me es imposible.

“Tengo que irme...” Respondo en un susurro.

Él niega con la cabeza y roza su nariz con la mía. De lado a lado. Un beso de esquimal, como diría mi padre. Y eso me hace sonreír y él, sonríe conmigo.

“Duerme conmigo...” Susurra.

Y eso me hace echar el freno. No voy a dormir con él, o lo que sea que cree que significa “dormir” en su idioma. Nuestros arrumacos y besos no traspasaban esa línea. Yo no iba hacer eso. No con él. No en este momento. Aunque tienes unas ganas increíbles. No esta noche. Algún día. No se sabe. Tú lo sabes bien.

Agarro sus manos y las separo de mí. A continuación, mi cuerpo. Y le dejo ahí, sorprendido y enfadado sin entender nada. Me mira buscando una respuesta. Niego con la cabeza y me inclino para darle un pequeño beso en la mejilla. No tengo ganas de hablar de esto. No quiero hacerlo. No quiero dormir con nadie ahora mismo. Dios, me sentía una idiota.

Coloqué mi chaqueta y me dirigí a la puerta de mi casa. Justin seguía apoyado sobre su moto. Con las manos en los bolsillos. Mirándome. Tal vez pensaba que lo había estropeado. O tal vez fui yo la que actuó de manera exagerada. Apostaba por lo segundo. Pero en este momento era en todo lo que pensaba. ¿Tenía miedo? Sí. ¿Quería eso con él? Tal vez. ¿Me preocupaba demasiado? Por supuesto. Malditas inseguridades y malditos complejos. Agh.

Llamé a la puerta haciendo que al minuto mi madre abriera la puerta y me dejara pasar. Echó un vistazo hacia fuera antes de cerrar. Mierda.

Me quité el abrigo y me dirigí hacia las escaleras. Solo quería meterme en la cama. Pero mi madre no iba a dejar que me fuera así como así.

“¿Quién era ese, ____?” Preguntó cruzando sus brazos. Vamos a por el tercer grado, bien.

“Es sólo un amigo, mamá.” Subí unos cuantos escalones. No me había vuelto para escucharla.

“¿Y por qué parece que iba a romper la puerta y llevarte con él?” Rodé mis ojos y la miré.

Estaba esperando una buena respuesta. “No lo sé, mamá. ¿Puedo irme ya a la cama?”

Fue lo mejor que pude decir. Tampoco tenía ganas de entablar una conversación racional en este momento.

Suspiró y lo dejó pasar. Agitó su mano para quitar importancia al asunto y asintió. “Vete a la cama, anda. Hasta mañana.”

Subí corriendo los escalones que me quedaban y entré en mi cuarto cerrando la puerta tras de mí. Respiré profundamente y cerré mis ojos. ¿Por qué actuaba tan nerviosa? Parecía gilipollas.

Dejé la chaqueta encima de la silla y agarré mi pijama de debajo de la almohada. Me metí en el baño. Necesitaba una buena ducha. De esas largas y relajantes. Cerré la puerta y coloqué el pijama sobre el lavabo. Me quité la ropa dejándola sobre el suelo. Ya la recogería más tarde. Me miré en el espejo.

Esclavos de la noche.Where stories live. Discover now