Capítulo 53: Minero

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Gale me ayuda con el sujetador, saco unas bragas cualquiera del cajón y me pongo la bata para bajar a ver a mi madre y traer algo para desayunar antes que Gale se vaya, pero es más rápido y ya está casi vestido, excepto por los calcetines y las botas. Entonces veo una herida en su tobillo derecho y noto que cojea un poco. Me cuenta que fue un perro salvaje, que no es mucho, que la bota impidió que lo mordiera más. Traigo desinfectante en spray y pomada cicatrizante, a pesar de las protestas de Gale que no se deja poner vendaje, arguyendo que es sólo un rasguño. Sospecho que no quiere la medicina porque es del Capitolio o por querer hacerse el macho recio ante mí, pero logro esparcir un poco del ungüento sobre la mordida.


- Ya está bien, Madge, déjalo así. Debo irme ya.

- Falta la venda...

- Que lo dejes así, tengo que irme pronto. Ya va a aclarar y tus padres no deben encontrarme en tu dormitorio.

- ¿Podrás bajar...? -No alcanzo a terminar la pregunta cuando Gale me mira ofendido desde la ventana, disponiéndose a salir tal como entró.- Si bajas la colina por la parte trasera, hay una franja de pastizal, unos diez metros hasta la valla -le sugiero, para que no lo vean saliendo por la parte más habitada.

- Ya lo sabía, pero gracias por la sugerencia. -Se vuelve a meter en la habitación para darme un beso en la frente.- Si bajo por ahí, tiene que ser ahora, antes que aclare, porque Cray vive acá en la colina, más abajo, y dudo que los chicos de este barrio ronden la valla y se metan al bosque; no pueden verme aquí, mi ropa vieja y mi pelo negro son tan llamativos acá como tú en la Veta con esos cabellos rubios y tus vestidos caros de princesa. 


Hago oídos sordos a su tono irónico... sé que ya no es para molestarme, él es así, puro sarcasmo. Insisto que se quede un poco más, para desayunar juntos pero él desestima mi ofrecimiento.


- ¿Ni siquiera una taza de té o chocolate?

- Te lo agradezco, Madge, pero hoy debo ir al bosque más temprano, ayer dejé el doble de trampas y debo revisarlas antes de... -Se interrumpe un momento, me mira y continúa-: No puedo llegar tarde a mi primer día de trabajo en las minas, princesa. 


El corazón me da un vuelco brusco dentro del pecho y ahogo una exclamación dolorosa. Tan absorta estaba en mi felicidad que Gale y yo por fin estamos juntos, que olvidé que ahora que terminó la escuela, trabajará en las minas. Lo abrazo, rodeando su cuello y hombros lo más fuerte que pueden mis brazos.


- Cuídate mucho allá abajo. Gale. No quiero que te pase nada -digo casi al borde del llanto.

- Estaré bien, descuida, princesa. -Me da un último beso en los labios, que me sabe a poco, y se marcha bajando la enredadera. Lo miro preocupada, deseando que esté bien, que no le ocurra nada malo.


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Gale y Madge: Fresas en el BosqueWhere stories live. Discover now