Mis demonios me gritaban y tenían razón. No soy lo suficientemente bueno. Mordí su cuello sin delicadeza alguna haciéndola gemir aún con mas fuerza. Nunca lo has sido. Su cintura totalmente pegada a mi entre pierna, sintiéndola. Solo eres basura que aumenta por momentos. Sus manos en mi espalda, atrayéndome mas si eso era posible. La fallaste. Mis manos recorrieron sus piernas llegando poco a poco a la falda de tubo demasiado ajustada, acaricié sus muslos subiendo poco a poco. La fallaste como has fallado siempre a todos. Mis dedos rozaron su parte sensible, dejándola totalmente sin aliento. Aparté un poco su ropa interior para que mis dedos tuvieran mejor acceso. Tenéis razón, no sirvo para nada.

Katy gritó mi nombre, pero sus gritos no salieron de la parte trasera de mi coche.

**

Nos saltamos las demás clases hasta la hora de la comida. De todas formas iba a ser mi último año en este infierno. Iba a salir de aquí y no me importaban los profesores o las putas notas que sólo hacen que nos etiqueten. ¿Cómo saben que él es más inteligente que yo? ¿Cómo saben si se me da bien la historia o la biología? Un puñetero papel no dicta mi futuro. Eso lo tengo claro. Pero yo iba a irme lejos, a Canadá, a casa. Porque mi abuelo estaba curado. Ya no peleaba y tenía suficiente dinero para vivir bien hasta que necesitase trabajar en cualquier tontería para acabar amargado, calvo y gordo. Un ser humano que vive para ganar dinero. Sin felicidad. Sin ganas.

Pero antes quería viajar y gastarme esa pasta, en mí, en mí y en... Nadie. Ella ya no era nadie. Nadie para mí al menos. Porque eso fue lo que pedí. Eso fue lo que me obligué a decirla mientras lloraba. Y yo no me detenía. Y ella no se daba cuenta de que era mentira.

Pero eso se acabó. Tenía que mentalizarme. Porque a pesar de todo la seguía buscando. A pesar de todo seguía queriendo verla sonreír, verla reír. Verla feliz, pero no conmigo. No con alguien como yo. Y aun que había terminado con todo eso, con las peleas y la mafia, sabía que no podía tenerla.

Y dolía como el infierno.

Me senté con la bandeja en la primera mesa que encontré. Katy se había ido a no se qué cosa y la verdad es que no me importaba. Evan y John se sentaron conmigo. Decían chorradas a cerca de un baile de navidad que se acercaba o algo así. No estuve atento, buscaba otra cosa. Como cada día. Como cada hora. Y sé que no debería porque todo lo jodí yo. Pero la vi entrar. Con Danna, con Eric. Y el estúpido pijo/cabrón/gilipollas de Matt. Me puse tenso. Las ganas de estampar su cabeza contra el suelo. PAM. No mas “chico bueno”. Lo que mas me hervía la sangre era que ___ parecía cómoda a su lado. Feliz. Con él. Con ese hijo de...

“Tío, deja de taladrarle con la mirada. Así no haces nada.” Evan dijo levantando ambas cejas hacia mí.

“Me la sopla.”

“¿Y por qué no arreglas esta gilipollez?” Preguntó John. Como si fuera tan fácil.

“Ve o deja de babear. Asustas a las tías.” Echó Evan.

Solté un bufido y aparte la bandeja de mi. “No es tan fácil.”

“Tú eres el que no lo hace fácil.” Recriminó John.

Estaba cansado de esta mierda. No sé porqué les tuve que contar nada. Me levanté de ahí listo para irme. Mi hora del almuerzo había terminado.

“Paso.” Dije antes de marcharme.

No quise salir por la puerta sin no verla una vez mas. Giré mi cabeza y ahí seguía, con sus amigos. Y cada vez que sonreía un puñal en el pecho me atravesaba. Debía estar ahí. Debía estar a su lado. Explicarla que era ella a quien quería. Que era ella con la que quería estar. Que ella era mi chica. Hoy, mañana y siempre. Porque no necesitaba otra cosa en el mundo.

Y me vio. Me vio observarla. Y mantuvo su mirada. Verde contra miel. La batalla que no iba a acabar nunca. Entonces pasó aquello que no esperaba. Y mi corazón rugió para luego derrumbarse.

Matt también se había fijado en mí, pero no me di cuenta. No me di cuenta hasta que sus labios estaban sobre los de ella.

Mis puños se apretaron. Mi mandíbula se tensó. Y no recuerdo mucho más. Pero Matt estaba en el suelo suplicando que parara.

_____:

Levanté la mirada y ahí estaba. Con esos ojos miel que me invitaban a ir. Aunque no era bien recibida. Ahí estaba él sin esa sonrisa burlona que tanto me gustaba, mirándome. Mirándome como sólo él sabía hacer. Y quise que viniera. Quise que todo esto se olvidara y estar en sus brazos. Le echaba tanto de menos que nunca admitiría cuanto. Le necesitaba. Le había necesitado siempre. Y ahora no solo nos separaban unos metros, era un abismo. Un abismo que había formado él. Y dolía. Dolía como alambres en el corazón. Aprisionando.

Pero no pude ver más. La cara de Matt llenó todo mi campo de visión y sus labios entraron en contacto con los míos. Un suave toque. Muy corto. Porque Justin había avanzado hasta aquí y estaba rompiendo cada uno de sus huesos.

Y yo no sabía que hacer.

Esclavos de la noche.Where stories live. Discover now