Capitulo 2

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 "Puedes sentarte al lado de ___, la chica de allí al fondo..."

"Hey nena, no debería estar sola ahí" susurró una voz ronca.

Me giré, no esperaba ver a nadie en ese instante. Todos debían estar en la fiesta, o al menos eso es lo que yo necesitaba. El chico rubio vestido completamente de negro (vaqueros negros caídos, camiseta en V negra que dejaba ver parte de un tatuaje, supras negras...y cazadora de cuero), se acercó unos pasos mas, parándose detrás del banco en el que estaba sentada. Levanté la mirada encontrándome con esos ojos marrones que hicieron que mi respiración se detuviera.

"¿No me has oído? He dicho que no debes estar aquí" el chico parecía impaciente, pero yo no dejaba de mirar esos ojos. Como la miel me susurré, esa era una buena forma de describir sus ojos. El chico sonrió de lado, mostrando una sonrisa de medio lado que no le llegaba a los ojos.

"Puedes sacar una foto, te durará más, nena"

Imbécil, eso fue lo que pensé, pero esas palabras salieron de mi boca al mismo tiempo. ¿Qué me pasaba?

El chico rió con sarcasmo y aún así me gustaba el sonido de su voz. Mierda. Apoyó ambas manos en el banco y se acercó a mi, nuestras caras a pocos centímetros, podía mezclar su aliento con el mio.

"Las chicas no deben decir esas cosas" giró su cara hacia un lado mientras seguía esa sonrisa en su cara. "Tienes que lavarte esa boca sucia"

"¿Disculpa?" ¿De qué iba este subnormal? Ni siquiera me conocía. Me levanté rápidamente del banco alejándome de él. Necesitaba dejar de sentir eso.

"La gatita saca las uñas" reía ante mi expresión de asombro, se estaba divirtiendo el cabrón.

"No me llames gatita" Mis brazos se cruzaron sobre mi pecho. Él levantó una ceja incorporándose. No podía apartar la vista de sus ojos.

"Como desees, gatita." volvió a reírse. Creo que era lo único que hacia.

"Gilipollas" Me giré no dispuesta a escuchar nada más, volvería a casa. No debería haber salido de allí, no tenía que haber presenciado nada y no sentiría ningún dolor, todo estaría bien en mi mentira.

Los pies tiraron de mí sin dar una mirada a la cara divertida del rubio. Otro idiota que añadir a la lista de 'Hombre idiotas'. La noche cada vez iba mejor.  Yo seguía caminando por las calles, cada casa ya era más oscura que la anterior. Esto empezaba a asustar. Es como el momento en el que terminas de ver una película de miedo y estas sola en casa, oyes cualquier ruido y ya piensas que un asesino loco, un muñeco diabólico o lo que sea van a venir a por ti. De entre todas las personas de tu edificio te toca a ti. Y duermes abrazada a la almohada, como si te fuera la vida en ello. Pues así empezaba a sentirme yo, y la verdad es que me aterraba estar sola. Me abracé a mi misma y comencé a caminar mas rápido.

A dos cuadras de mi casa escuché un ruido. Paré en seco. Agaché la cabeza y salí corriendo. No me gustaba la noche, no estando así. Entrando por el jardín de mi casa agarré las llaves lo más rápido que pude llegando a la puerta y la abrí. Soy una miedica, ha quedado claro. Suspiré. Quería mi cama con urgencia. Colgué las llaves y me quité los zapatos para no hacer ruido al subir las escaleras. Mi madre y mi hermano ya deberían estar durmiendo. Comencé a subir las escaleras peldaño a peldaño de forma silenciosa como si la vida me fuera en ello. Cuando llegué a mi cuarto cerré la puerta con sumo cuidado y acto seguido me tiré en la cama. Me daba igual el disfraz, me daba igual cualquier cosa a mi alrededor. Pero no lloraría, no esta noche. No podía dejar que mi madre me oyera al otro lado de la puerta. No quería ser débil, pero maldita sea, lo era. Agarré la almohada apretando mi cara fuertemente contra ella. Quería soñar, quería reír, quería sentirme bien conmigo misma de nuevo. No sentimientos, no dolor. Esa frase se quedó grabada en mí la primera vez que la escuché. Que razón tenía y cuanto necesitaba yo sentir eso. Las lágrimas salieron de mi, no había llanto, pero si gotas que descendían por mis mejillas. Tenía que dormir. Apreté mis ojos deshaciendo cualquier pensamiento. Y me dormí al fin, soñando con esos ojos color miel.

***

"¿Cómo te sientes? pregunto Danna.

Después de una noche como la anterior podría estar de cualquier forma menos feliz. Nos dirigíamos al instituto. Lunes por la mañana. Todo genial. Cambié la mochila de hombro, ya empezaba a pesar y era el primer día de la semana. Pero necesitaba una distracción y el insti era la perfecta, aunque tuviera que ver a Matt y a su zorra en cada rincón de él. Suspiré y me giré mirándola y asentí.

"Estoy bien, creo. O al menos lo máximo de bien que podía estar" me encogí de hombros. Sé que mi respuesta no le había convencido pero era lo único que iba a darle. No me gustaba mostrar mis sentimientos.

Danna me paró en seco y me dio un fuerte abrazo. Sorprendida envolví mis brazos alrededor de ella y sonreí. Quería a mi mejor amiga como la que más. "Me tienes para lo que sea, ya lo sabes" susurró y asentí. Poco después nos separamos y continuamos nuestro camino.

Cuando por fin llegamos me despedí de Danna y me dirigí a mi clase de Biología. Encontrándome el panorama que deseaba con todas mis fuerzas que no fuera real. Matt me esperaba en la puerta, sonriendo un poco a medida que me acercaba. Desvié la mirada lista para entrar en clase. Lo último que quería era hablar con él. En cambio, había otros planes. Su cuerpo se puso delante de la puerta dejándome fuera de la clase, mientras colocaba sus manos sobre mi cintura.

"Hey, hey, hola cariño" dijo como si no pasara nada. ¿Estaba tonto o el alcohol le ha afectado al cerebro?

"Déjame pasar, ¿quieres?" Intenté escapar pero él incrementó su agarre.

"No, no ___ tengo que disculparme contigo" ¿Estaba de coña? "Lo que pasó... yo-yo lo siento, no sabía que hacía y creía... creía que eras tú con la que estaba" Se rascó la parte de atrás de su nuca mientras me miraba. "No sé que me pasó... Pero yo te quiero a ti, es lo único que importa." Se inclinó a besarme.

Me aparté antes de que eso fuera posible. Liberó sus manos de mi perplejo.

"Por si no te quedó claro ayer, hemos roto. Se acabó toda esta farsa." Mi voz sonó dura, pero era lo que necesitaba decir. Tragué mis lágrimas. "Ahora déjame pasar, por favor"

Ni siquiera volví a mirarle mientras él se alejaba de la puerta mirándome sin poder creer lo que había dicho. Entré en clase con las miradas de mis compañeros sobre mí. Me senté en mi mesa al fondo de la clase conteniendo las lágrimas que seguían queriendo salir. Negué con la cabeza intentando que desapareciera todo. Miré por la ventana. Al menos el cielo conseguiría que mis problemas se vayan por un momento. Me equivoqué.

"Chicos, sentaros, tengo que daros una noticia" El profesor Harris entró en clase como normalmente hacía, subiendo sus gafas que se deslizaban por su nariz y dejando sus libros sobre su mesa. Se dirigió a nosotros. "Hoy llega un alumno nuevo, espero que seáis amables con él. Este es Justin Bieber"

El chico rubio. Oh dios mio no podía ser. El chico rubio de ayer, en mi clase. Otra vez ese imbécil. Entró en clase con esa sonrisa burlona dibujada en su cara. Vestía unos pantalones vaqueros caídos, una camiseta blanca ancha y las supra negras. Debía admitir que tenía buen gusto al vestir. Me fijé en su brazo derecho lleno de tatuajes. La otra noche no se le veían.

"¿Qué pasa...?" dije a modo de saludo. Sus ojos pasaron por toda la clase, parándose algunos segundos en algún compañero mío hasta que me vio a mí. Su sonrisa se amplió.

"Puedes sentarte al lado de ___, la chica de allí al fondo, hasta que su compañero vuelva" le señaló mi asiento.

Mierda, mierda, mierda. Sam no tenía otro día para ponerse enfermo.

Con esa estúpida sonrisa vino caminando hasta mi, tirando sus cosas al lado de la mesa se sentó a mi lado sin apartar la vista de mi. Desvié la mirada. Iba a tener que aguantarle el resto de la clase. Se inclinó hacia mi y susurró.

"Volvemos a vernos... Gatita"

Esclavos de la noche.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora