Reinados y alianzas en guerra

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Entre las sombras de una casa que en tiempos anteriores era un lugar en donde toda la familia solía reunirse los fines de semana y los niños jugaban en el porche, se encontraba Naya, con los brazos rodeando sus rodillas esperaba impacientemente la llegada de Tyresse y su madre. A su lado se encontraba un adolescente de cabello azabache y liso, anteojos rotos y unidos con cinta adhesiva y el mismo destello verde esmeralda que ella, delgado y paliducho con dos ojeras adornando su rostro estaba Andy, su hermano mayor quien vigilaba la calle en ese oscuro y frío anochecer.

—¿Cuánto más tardarán? —preguntó la pequeña Iris, sacudiendo uno de sus pies con ansiedad.

—No deben tardar mucho más en llegar, no es una tarea fácil. —Respondió Sasha apoyada en la puerta de la habitación de Andy, suspirando pesado al mirarlo tan ansioso y atento a la ventana con el arma entre sus manos. La noche se cernía sobre ellos con un manto de ansiedad y desesperación que esperaban que pudiera removerse pronto, para la menor del grupo era cada vez más difícil mantener la calma, tenía miedo, tanto miedo que su único pensamiento era salir y huir, cada minuto arrasaba como una hora.

—Debí haber ido con ellos —Añadió Andy, soltando una bocanada de aire mientras frotaba su entrecejo con los dedos pulgares.

—Sabes bien que aunque yo hubiera querido, tu madre no lo habría permitido, no podemos dejar a Iris sola.

— ¿Qué hay de papá cuando lo necesitamos? ¿Por qué no está aquí? —Inquirió la joven Naya, poniéndose de pie para caminar hacia su hermano, quedando a su lado para rodear su cintura con los brazos.

— No sabemos nada de él desde que cortaron la señal de teléfono. Sabemos que está con Aiden, su medio hermano.

— Sí, sabemos quién es ese imbécil. —Dijo Iris con una pizca de desdén en sus palabras, al mismo tiempo que Andy trataba de tranquilizarla acariciando su cabellera.

— Controla ese vocabulario, jovencita. —Replicó Sasha.

El sonido de pasos apresurados rompió el silencio nocturno que poco a poco iba asfixiándolos. Sasha se dio la vuelta rápidamente al escuchar la puerta abrirse en un crujir desesperado.

—¡Sasha! —Gritó un Tyresse envuelto en la desesperación, llenando de incertidumbre y ansiedad a los dos hermanos, quienes no tardaron en adelantarse y correr hacia las escaleras.

— No bajen, niños. —Ordenó Sasha entre jadeos tratando de detenerlos, Iris no entendía nada de lo que estaba sucediendo en ese momento, pero sabía que no era nada bueno, no podía respirar con regularidad ¿Qué estaba pasando?

— No, ¡Mamá! ¿Por qué no escucho a mamá? —Dijo la voz quebradiza de la pequeña, sabiendo que siempre que su madre llegaba a casa, su relajante voz indicaba su regreso.

Su hermano y ella se abrieron paso y apartaron a Sasha de un empujón, quien no tardó en seguirlos rápidamente, bajando las escaleras con la mayor velocidad que sus cortas piernas le pudieron permitir, antes de llegar a la primera planta, la pequeña de ojos verdes tropezó con su propio pie y cayó en seco en el suelo golpeando así su barbilla, sin importarle lo sucedido y con un dolor punzante molestando el tobillo, Iris se levantó con una velocidad que no pudo explicar y ahí fue cuando la vio y la larga espera cobró sentido. Habían ido por suministros solo a unas cuadras del vecindario, pero regresaron con las manos vacías...

La luz de la linterna parpadeaba débilmente sobre el rostro pálido de su madre, pero su expresión estaba ensombrecida por el miedo y el dolor, Tyresse cargaba el cuerpo de la mujer.

—¡Ana! —Exclamó Sasha, corriendo hasta la puerta para cerrarla rápidamente evitando así la entrada de los caminantes que iban tras ellos.

—La han mordido, ¡No he podido hacer nada! —Dijo Tyresse entre un sollozo.

Entre el peligro y el amor (Carl Grimes) [EDITANDO]Where stories live. Discover now