Nuevo comienzo

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La mirada fulminante del padre de Carl era exactamente igual a la de su hijo, aquellos mismos ojos azules y gélidos perforaron su alma, Naya sentía que aquellos hombres podían leer hasta lo más profundo de sus pensamientos. Una voz grave le interrumpió del pequeño trance por el que atravesaba su mente, sus ojos verdes se dirigieron a los del hombre herido y le escuchó con atención, casi segura de que en cualquier momento él podría volver a levantar su arma y dispararla en la sien.

-¿Cuántos caminantes has matado?.-Preguntó con exactamente el mismo tono con el que lo hizo Carl hacía unas horas atrás. La joven de cabellos azabache suspiró y se puso de pie, siendo una vez más intimidada por los ojos ajenos y la altura del progenitor de Carl.

-Muchos...-Respondió Naya nuevamente, esta vez con un tono seguro, tratando de hacerle entender a Rick que ella era de fiar y lo que más quería en aquellos momentos era volver a sentir que no se encontraba sola, que quería trabajar en equipo y tratar de mantener una vida lo más normal posible; deseaba con todas sus fuerzas volver a sentir lo que era querer a una persona viva.

-Ya le he hecho las preguntas, papá.-Interrumpió Carl a su padre muy decidido, quien en aquel momento adoptó una mirada un tanto paranoica. En cualquier momento Naya estaría desplomándose en el suelo rogando por su vida.

-Puede que esté mintiendo.-Espetó Rick, quien una vez más levantó el arma. Esta vez retiró el seguro del gatillo y la chica jadeó, quedándose estupefacta ante aquel sonido que penetró su escuchar y que probablemente se repetiría mientras ella se encontrara dormida, durante sus constantes pesadillas.

-¿No puedes confiar en alguien por lo menos una vez?.-Dijo Carl, algo impaciente por terminar aquel interrogatorio que al parecer era bastante importante para ellos al aceptar a una persona dentro de su círculo. Ella no sabía el por qué de preguntar aquello, sin embargo, no se rehusó a responder con la mera verdad de los hechos ocurridos durante toda su soledad. Rick ignoró completamente a su hijo, quien frunció en entrecejo, y dado a que su mirada se notaba completamente diferente a la de su padre, Naya sintió una ligera ráfaga de alivio corriendo por todo su cuerpo. 

-¿Cuántas personas has matado?

-Tres.-Dijo finalmente después de otro pesado suspiro, tratando de contener las lágrimas al recordar la muerte de aquellos que más amaba en su vida, trataba de no recordar aquellos momentos en los que ella se encontraba a punto de rendirse, como si el sol fuera el apocalipsis y ella fuera un débil cubito de hielo luchando por no derretirse.

-¿Por qué?

-Mi madre, fue mordida en el cuello por una de esas cosas, así que tuve que matarla yo misma ya que me atacó horas después de convertirse. Luego maté a mi hermano, quien sufría de esquizofrenia y al dejarse llevar por las alucinaciones y por la locura lanzándose sin pensar a una horda, cuando se encontraba solo la mitad de su cuerpo viva, tuve que dispararlo en la cabeza. Y a un hombre que quiso tomarme para hacer de las suyas.- Dijo con total sinceridad, colocando su mano alrededor de su daga por si llegaba a ocurrir algo que involucrara defenderse.

Rick miró a Carl con una mirada un tanto pensativa. Por lo cual suspiró tal y como Carl había hecho en la ocasión en la que se encontraron y miró a la de ojos verdes de una forma la cual ella no pudo describir de forma rápida. Los ojos azules del hombre se encontraban entre el peligro, la compasión y las ganas inmensas de matarla, o eso era lo que ella pudo deducir después de unos largos segundos de silencio en donde todos se miraban fijamente y nadie movía ni un dedo. 

-Espera aquí, niña.-Dijo Rick con algo que parecía ser desdén.Ni ella, quien sabía leer casi a la perfección las emociones ajenas, no supo cómo interpretar dichas palabras.

Entre el peligro y el amor (Carl Grimes) [EDITANDO]Where stories live. Discover now