Reto número 32

137 0 0
                                    

-Escribe un relato sobre las marcas que deja la vida en la piel.

¡Mañana es el gran día! Si, mañana, mañana es un nuevo comienzo.
La ansiedad me tenía despierta, eran las 2 de la mañana y mi emoción se esparcía por todo mi cuerpo. Lewis se había dormido, John y Jenna estaban también en sus camas, por eso me había ido a la sala, no quería que mi estado alterara a los demás.
Seguía mirando la pagina marcada de mi agenda " Cita en Fortune Tattoo" Había escrito yo en la agenda, y a lado, con la caligrafía de Lewis decía "¡Dragón rojo, baby!" Leer esas palabras me había hecho sonreír, Lewis sabía de mi deseo por un tatuaje desde nuestra primera cita y por fin (después de 2 años de noviazgo y 3 de matrimonio) había juntado el coraje suficiente para hacerlo.
La tetera sonó, recordándome que me había levantado con la escusa de hacerme un café. Preparé mi brebaje y caminé hasta la sala; me senté en el sillón y comencé a beber. ¿Por qué había tardado tanto en tomar la decisión? Un tatuaje era algo así como mi máximo ideal desde que tenía 12; a esa edad, ya entonces, había comenzado a hacer bosquejos en hojas sobre lo que quería. Los dragones siempre habían sido mi pasión, tan majestuosos, imponentes y desafiantes. Recordaba mis noches, navegando en la web, la carpeta que había llenado con cientos de imágenes tanto de tatuajes de dragones, como de dibujos e imágenes de ellos. Había cotizado en varios lugares, había preguntado a los médicos si no me haría daño. ¡Por Dios! Era la fanfarrona más grande en la escuela; enseñando mis diseños, pidiendo opiniones. Pero no había sucedido.
Con el matrimonio, mi profesión y la maternidad, el tema del tatuaje había desaparecido; hasta una noche, en nuestro aniviersario, cuando Lewis y yo yaciamos en la cama de un hotel; los niños estaban con sus abuelos. Todo había sido idea de mi marido, quería recordar los viejos tiempos, nuestros inicios, cómo nos conocimos, las locuras que hacíamos, y fue cuando el tema de mi tatuaje salió a flote.
"Sin rodeos ¿por qué si era tu mayor anhelo, no lo has hecho?" Me lo dijo mientras acariciaba mi cintura.
"Creo que es, porque me gusta mucho mi piel así. Me gusta mirar mi piel y descubrir algún secreto que tenga escondido."
Lewis me miró sin comprender, como si estuviera hablándole con metáforas. ¡Él es tan encantador cuando tiene esa expresión de desconcierto en su rostro! Cuando los pliegues de sus ojos se hacen visibles, la curvatura derecha de su labio sube un poco ¡y su nariz! me encanta como arruga la nariz! Lo besé y le sonreí tomando su brazo.
" Tomemos esto de ejemplo" Dije al tiempo que señalaba su muñeca, "¿Recuerdas nuestra escapada de fin de semana a la playa?, Nadamos un rato y después nos echamos sobre la arena a disfrutar el sol. Cuando faltaba poco para la puesta de sol, me sugeriste hacer una última zambullida en el agua, pero yo no quise y fuste por tu cuenta. No tardaste ni 5 minutos en volver, con tu mano ensangrentada y una mueca de dolor. Te había picado una mantarraya, pero aún con el dolor que sentías, me dijiste que todo estaba bien, que no pasaba nada. Ese fue el momento en el que me enteré que le tenías miedo a los hospitales y preferiste aguantar tu dolo antes que entrar a uno." Yo me reí primero y mi risa lo contagió.
Él captó la idea y comenzó a mirar mi cuerpo, no de manera lujuriosa, sino buscando historias. No tardó mucho en encontrar una y sonreírme mientras acariciaba la pequeña cicatriz de mi vientre bajo. Jenna, habíamos entrado en pánico cuando nos dijeron que la bebé estaba enredada en el cordón umbilical, pero nuestra hija es una guerrera y a los pocos minutos de que el doctor hiciera la incisión, había escuchado el llanto de mi hija y Lewis la sostuvo entre sus brazos. Ahí supimos que todo iba a estar bien.
Después los ojos de mi marido siguieron buscando, y colocó sus labios en el lunar color rojo que tengo sobre el hombro izquierdo, él me había dicho cuando recién comenzábamos a salir, que lo encontraba bastante sexy y provocador. En su recorrido, siguieron mis manos, que estaban cayosas y agrietadas por el trabajo al cual las tenía impuestas. Trabajar en la tierra es un noble y satisfactorio trabajo que deja marca en las personas tanto física, como espiritualmente.
Habíamos comenzado a buscar marcas que nos resultaran divertidas, o que tuviesen una buena historia de trasfondo. Como las marcas de bronceado en las piernas de Lewis, mis estrías en el vientre, que quedaron después del embarazo y por ningún medio había logrado quitarlas. La mancha que tenía detrás de mi oreja en forma de Luna (Lewis la había encontrado un día que me quedé dormida en su regazo y él se entretuvo peinando mi cabello, algo mur horrendo por cierto) Los rasguños que Toby había hecho en la pierna de mi marido (el pobre perro se emocionaba cada que lo veía y siempre le brincaba encima, cuando las uñas lastimaban a Lewis, ese era el recordatorio de que lo debía llevar a la estética canina) ¡Las quemaduras de caramelo que ambos teníamos en nuestros dedos (un intento fallido de hacerle un "asombroso" pastel de cumpleaños a John, nuestro bebé disfrutó más destrozándolo que viendolo).
Hasta que llegamos a la marca que tenía yo en la pantorrilla y el tobillo; esas marcas no eran de una historia que había comenzado bien, pero tampoco había considerado cubrirlas, porque me las hicieron el día que conocí a Lewis. Un ladrón me había arrinconado en un callejón, creí que había actuado con prudencia cuando le dí mi bolso y mi celular inmediatamente, pero el arrogante ladrón creyó que si pedía más lo daría y trató de abusar de mí. La marca en tobillo la causó el fuerte impacto que le dí en la cabeza con el pie, había sido un hematoma antes, pero con el tiempo dejó una mancha blanca en su lugar; y la marca en la pantorrilla había sido el de su navaja al desquitarse del golpe. En ese entonces, Lewis trabajaba como barman en una pub, había salido a sacar la basura cuando vio lo que sucedía y sin pensarlo salió en mi ayuda. No le costó mucho trabajo, él era más alto y fornido que mi agresor. Una vez que mi atacante huyó, Lewis me auxilió, me llevó dentro del Pub, me curó la herida y me ofreció vino y pan para calmarme. Conversamos hasta la hora del cierre del Pub, después me acompañó a mi casa, quería estar seguro de que llegaría a salvo, y de ahí... bueno, el resto se complementaba con otras marcas que había en nuestros cuerpos.
Al final, ambos encontramos un espacio en mi piel que aún no estaba marcado y decidimos que ahí lo pondríamos, solo que ahora el dragón tendría un significado.

Me quedé dormida en el sillón y por la mañana Lewis y los niños me despertaron con un desayuno y una sonrisa en sus rostros. Todos juntos fuimos a la tienda de tatuajes; el proceso fue doloroso, pero mi familia siempre estuvo ahí, apoyándome y haciéndome reír para olvidar el dolor. Al final de varias horas todos vimos el resultado, un hermoso dragón de color rojo- dorado, se alzaba imponente en la cara externa de mi muslo derecho. Nos miraba a todos, vigilandolos. A sus pies había un cofre, que aunque estaba a medio cerrar se podía vislumbrar: un oso de peluche (el favorito de John), un lobo de juguete (que es el animal que más le gusta a Jenna), un León (según Lewis, ese es su animal guía) y un grifo (que me representaba a mí y mi gusto por lo fantástico) Toda mi familia estaba ahí y el dragón era su custodio. Lo pusimos en mi muslo, porque Lewis y yo nos dimos cuenta que era el lugar en donde todos reposaban sus manos. Yo lo hacía cuando estaba nerviosa, Lewis cuando dormiamos, Jenna se abrazaba a ella (por qué aun es pequeña y no alcanza mi cadera) y John toca siempre mi muslo cuando quiere atención. Mi marido dijo que sería como una forma de agradecer el dragón por cuidarnos y traer prosperidad a nuestra familia.

Así que ahora, tengo otra marca más en la piel que me recordará una historia.

52 retos de escritura 2016Where stories live. Discover now