Mas gente

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Odonai no tardó mucho en llegar al gran salón alertado por el ruido. Sail seguía intentando levantarse sin mucho éxito, las piernas se le doblaban en cuanto daba un par de pasos. Valentina se miraba las manos aún vibrantes de pura emoción. No llegaba a creer lo que había sucedido.

- ¿Se puede saber que ha pasado aquí?- preguntó Odonai con cara de pocos amigos, pese a la corta estatura de ese hombre resultaba de lo más intimidante.

Valentina giró sobre sus talones y se quedó mirándolo mientras las palmas de sus manos aun brillaban.

- Ven conmigo.

Recorrieron toda la planta baja sin cruzar ni una palabra. Se detuvieron cuando llegaron a una puerta de madera que daba a una pequeña tiendecilla de muñecas. Ahí se encontraba la mujer con la que había hablado la noche anterior. La recibió con una cordial sonrisa mientras con sus manos tallaba con cuidado una muñequita de porcelana fina.

- Me temo Charlotte, que tenía razón- murmuró Odonai.

- Yo siempre tengo razón- dijo la mujer levantándose de la silla y colocando su mano en la mejilla de Odonai- Sé cuándo se trata de una portadora de "El Don".

Valentina se sintió nerviosa ante lo que hablaban. Hacía años que sabía lo de su Don, pero siempre le habían dicho que lo mantuviera en secreto. Quizás no debería haber mostrado su poder tan fácilmente. Pero no fue eso lo que la asustó, fue el hecho de que lo supieran mucho antes de que ella lo mostrara.

Bruscamente Odonai agarró la mano de Valentina y se dispuso a observarla. Tocaba la palma de la mano con sumo cuidado y daba pequeños toquecitos por las líneas que se formaban. Inesperadamente su mano comenzó a calentarse y a brillar. Valentina tuvo miedo de desatar su poder contra Odonai sin querer, pero este parecía tener todo bajo control. Soltó su mano y todo el poder que se había acumulado desapareció.

- Poderosa, bastante poderosa- murmuró Odonai sin mirar a ningún lado en particular- ¿Has conocido más gente con "El Don"?

Abrió los ojos repentinamente, ¿Más gente? Valentina creía que era única por tener ese poder, pero al parecer no era así. Debería haberse sentido una estúpida por creerse especial, pero en vez de eso se sintió complacida al saber que no era la única.

- ¿Hay más?- preguntó atónita.

- Todo el mundo que está aquí- comenzó a decir la señora llamada Charlotte- Está aquí por tener algún lazo con algún portador, o ser ellos mismos portadores.

La felicidad la inundó, más gente como ella. Gente que sabía lo que era sentirse un bicho raro en medio de toda la gente. Gente que sabía lo que era tener que esconderse por ser especial, simplemente porque los demás no lo eran. Ser desgraciada por tener algo que los demás deseaban.

- Creo que será mejor que descanses un rato- dijo de pronto Odonai, Charlotte lo miró interrogante, pero esa mirada no sirvió de nada para hacerlo cambiar de opinión- Todo por partes, es demasiado por un día.

Pese a lo que había dicho, Valentina quería saber más, no se sentía saciada de información.

De camino a su cuarto escuchó el llanto de un bebé. Se sorprendió al descubrir que en un lugar como ese pudiese haber bebés. Siguió el sonido del llanto y llegó hasta una pequeña habitación mal iluminada. Era parecida a la suya, en medio había una cama y tirado en medio de la cama encima de un toalla y bebé.

Se acercó sin hacer mucho ruido, aunque si hubiese hecho ruido habría quedado tapado por los lloros de aquel bebé. Lo miró con curiosidad, era un niño estaba claro. Tenía la cara contraída por el llanto. Valentina lo cogió con sumo cuidado, recordaba lo frágil que era Leila cuando era de ese tamaño. Comenzó a acunarlo y el bebé parecía calmarse.

En cuanto se calmó por completo, empezó a reír. Era imposible no sentir ternura ante la risa de un bebé.

- ¿Quién es el bebé más bonito?- decía haciendo carantoñas Valentina- Si, si tú.

El bebé abrió los ojos, y lo que Valentina vio le dejó la sangre helada. Tenía un ojo de cada color, uno era azul, y el otro negro. Extraña combinación.

Repentinamente Fhant entró por la puerta malhumorada.

- ¿Qué haces con mi hijo?- dijo arrebatándoselo de las manos- ¿Cómo has entrado aquí?

- La puerta estaba abierta- tartamudeó

- Vete ahora mismo- bramó Fhant.

Antes de irse Valentina pudo ver una cuna de madera con el nombre del niño tallado en ella. Armin.

Llegó a su cuarto, pero este se hallaba abierto. Un miedo intenso recorrió todo su cuerpo, Sail había vuelto. Se planteó el ir con Chris, pero este no estaba, había vuelto a Etisse.

No tenía por qué tener miedo, pensó, lo había vencido una vez, ¿Por qué no dos?

Abrió la puerta bruscamente para enfrentarse a Sail, pero para su sorpresa quien se encontraba en su habitación no era él. Chris estaba tirado en su cama jugueteando con una fina cadena de plata en sus manos. Al oír la puerta abierta se levantó corriendo y se ruborizó.

- Vaya susto- exclamó con una mano en el pecho- Casi me da un infarto.

Valentina rio ante la cara de susto de Chris.

- ¿Qué haces aquí?- preguntó con curiosidad.

- Hoy no tenía apenas trabajo- contestó volviendo a tirarse en la cama- Es lo que tiene que hayan secuestrado a la princesa a la que proteges.

- Pues mal haces tu trabajo si la han secuestrado ¿No?

- La verdad es que si- dijo rascándose la nuca- Me he llevado una buena bronca por ello.

- ¿Mi familia está bien?- preguntó llena de preocupación, en el poco tiempo que había estado ahí no le había dado tiempo a pensar en eso, pero ahora que caía en la cuenta el corazón a punto estuvo de párasele.

- Están preocupados, por ti- la miraba fijamente a los ojos sin apartar la vista. Valentina se sentó a su lado. Sus manos estaba a milímetros de tocarse, pero el contacto entre ambos parecía ya estar echo- No les pasó nada a ninguno de ellos. Y como tu estas bien tampoco tienen nada de qué preocuparse.

Valentina ya no escuchaba lo que le decía, estaba absorta en mirarlo. Esos ojos marrones con vetas verdosas. Recordaba el momento en que se había reído y no podía parar, recordaba esa sonrisa perfecta. Ahora no la mostraba, lo único que podía ver era una cara que la miraba como si quisiera recordar cada uno de sus rasgos para no olvidarlos nunca. Una cara que no movía ni un solo músculo pero parecía decir todo con la mirada.

¿Qué estupideces estoy pensando?, pensó apartando la mirada súbitamente.

Chris que también habíaestado como hipnotizado mirándola cayó sobre la cama hecho polvo. Todos sus músculoshabían estado en pura tensión en ese momento. Había sentido eso en otrasocasiones, pero nunca de una forma tan fuerte. No quería creer lo que le estabapasando.    


La casa de muñecas (En edición)Where stories live. Discover now