El alma de la muñeca

944 64 3
                                    


- Has tardado mucho- grita Penélope nada más verme entrar- no se puede permitir.

Me tira un montón de ropa a los brazos, mientras con su vocecilla chillona empieza quejarse del servicio.

- Puedo echarte ahora mismo, solo chasquear los dedos y de patitas en la calle ¿Me has oído?

- Te he oído- respondo

- No me merezco esto, y más teniendo en cuenta que dentro de nada llegará mi gran día.

Abro los ojos, es la primera vez que sueño con algo que realmente recuerdo que haya sucedido. Me pregunto porque justamente he soñado con eso. La celda ya no está tan oscura como por la noche, apenas unos rallos de sol entran por los resquicios de las ventanas cerradas, pero es de agradecer.

Tengo la cara marcada con las muescas del suelo, me estiro oyendo crujir cada parte de mi cuerpo. Me siento realmente entumecida, pero tampoco hay forma de solucionarlo en esta diminuta celda. Ha sido la peor noche de mi vida, en comparación las camas de la Señora Voleur parecen de lujo, pero por desgracia ya no estoy ahí.

Me quedo sentada sin apenas moverme esperando que la promesa de Leila sea verdad, y se cumpla lo antes posible. Se me hace raro que ella pueda ser mi hermana, siempre he tenido hermanos y es una experiencia nueva para mí, de la cual aún no he podido disfrutar. Otra cosa que me ronda por la cabeza es el echo del parecido entre Leila y Nasha, ¿Son hermanas? Eso quiere decir que Nasha es mi hermana. Agito la cabeza inmediatamente, una persona como Nasha no puede tener nada que ver conmigo.

- No merezco esto- solloza una voz en mi oído.

Doy un respingo y me pego contra la pared. Hay suficiente luz como para comprobar que no hay nadie a mi alrededor, pero ¿De dónde sale esa voz? Noto otra vez el suspiro en mi oído.

- ¿Cómo osas ignorarme?

Ese tono de mando me resulta realmente familiar, pero no puede ser. ¿Penélope? Lo achaco al hecho de que esta noche haya soñado con ella, pero es ciertamente parecido a ella.

- ¿Penélope?- susurro, esperando no recibir respuesta. Pero no es así.

- ¿Quién si no?

Continúo mirando a mí alrededor, pero sigo sin verla. Si de verdad es ella, me extraña realmente que se encuentre en un lugar como este.

- ¿Dónde estás? ¿Qué haces aquí?

- ¿Eres idiota? Si estoy hablando contigo ¿Dónde voy a estar? Y a la pregunta de qué hago aquí, ni yo lo sé- dice abatidamente, nunca le había utilizar un tono de voz que no fuera imperativo, pero se agradece el ver que es una persona como las demás- Estoy aquí, por ti, por Yuri.

Mis ojos se abren como platos, me pregunto porque siempre tengo esa reacción cada vez que es mencionado. Pese a ello, ahora creo fervientemente que no debería haber desconfiado de él. Viendo todo lo que me ha sucedido quizás me precipité al huir de él, pero ahora ya no se puede remediar.

- ¿Yuri?- pregunto intentando evitar que no se note mi desesperación.

Aunque no la veo puedo ver perfectamente la cara que está poniendo en este momento. Es seguro que me estará mirando por encima del hombro como siempre y planteándose si contarme la información que yo deseo saber locamente.

- Veamos, Yuri, tu querido Yuri necesitaba comunicarse contigo- habla pausadamente, más de lo necesario. Se por seguro que si la tuviera delante mío en carne y hueso ya la habría estrangulado por ello- Bueno el caso es que dijo algo de qué hablar en sueños era demasiado peligroso porque podía ocasionarte algún problema, aunque debe ser divertido eso de que te quedes dormida así de repente, ja ja ja. El caso es que como no tenía otra forma decidió sacar mi alma de esa dichosa muñeca y mandarme aquí.

- ¿Por qué a ti?- suelto esa pregunta sin apenas pensarlo, y al instante caigo que la he dicho con un poco de rencor que puede haberla herido. Debo mantenerla contenta si quiero más información.

- Yo tampoco estoy muy contenta con esto, pero bueno mejor que ser el estúpido juguete de una niña tonta. Veras, yo no fui su primera opción, pero no sé porque en el último momento decidió que no iba a mandar a Marian.

- Demasiado querida como para ponerla en peligro ¿no?- digo riendo amargamente, el pinchazo de los celos me presiona el estómago.

- Prefiero pensar que al fin se dio cuenta de que yo soy mejor y me trajo aquí a mí. Bueno continuaré, si me lo permites. Después de que os encontrarais en una casa, dijo él, volvió a la casa de la Señora Voleur para intentar que dejara de buscarte o no sé qué. El caso es que no lo consiguió, ahora está de vuelta en Etisse y me mandó a mí a buscarte. Es mucho más sencillo encontrarte siendo un alma, así que eso, ahora que por fin me has hecho caso, y sé tú paradero vuelvo con él y se lo digo. A ver si cumple su parte del trato y me devuelve de una dichosa vez mi cuerpo.

- Espera- digo alzando la mano para agarrar nada exactamente- ¿Volverás?

- Ja, ¿Qué pasa tanto me quieres que no puedes pasar un solo momento si mi?

- No es eso, es simplemente que...

- La soledad no gusta a nadie- dice rotundamente- créeme sé de lo que hablo. Probablemente vuelva, pero no prometo nada.

La estancia se siente mucho más fría ahora que se ha ido. Sé que son cosas mías pero antes pese no saber de su presencia me sentía mejor, ahora en cambio soy incapaz de retener mis lágrimas. Son lágrimas de humillación, me siento completamente inútil aquí en esta celda sin nada que poder hacer. Como una especie de muñeca que todo el mundo quiere para sí para poder manejar a su gusto. Pero aquí estoy yo como una idiota llorando sin nada que poder hacer, pero me niego a creer eso.

Si mi padre o Yuri me vieran sentada así sobre un charco dándome por acabada se sentirían decepcionados. Me levanto y camino hacia la reja, la agarro con todas mis fuerzas y dejo mi mente en blanco. Intento pensar en esos momentos en los que conseguí canalizar toda mi energía para convertirla en poder. Comienzo a notar un cosquilleo por todo mi cuerpo que va directo a las palmas de mis manos. Como de la nada escucho una especie de zumbido que va aumentando su volumen conforme mi energía se desata. Solo faltan unos segundos para conseguir mi objetivo y reventar por completo esta cárcel que me tiene presa cuando noto un tremendo dolor en mi abdomen.

Abro los ojos para ver frente a mí a Armin, mi odio hacia él se hace visible en un segundo. Intento agarrarlo pero se aleja, y con él el cuchillo que sale fluidamente de mi cuerpo. Miro hacia abajo y veo como una mancha roja va aumentando su tamaño. Contemplo a Armin un segundo, él acerca su mano y la coloca en mi mejilla.

- Pobre Val. Creías que podías repetir lo que hiciste, pero te puedo asegurar que no lo harás. No volverás para estropear mis planes, no otra vez.

Todo se vuelve negro, pero no negro como la noche anterior, ni negro como cuando me adentraba en un sueño. Es distinto, y por un segundo antes de desvanecerme dudo el si podré salir de esta oscuridad que se cierne sobre mí.


La casa de muñecas (En edición)Where stories live. Discover now