La portadora de "El Don"

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Valentina se encontraba en una habitación perfectamente amueblada. Las paredes estaban decoradas con elaborados tapices. Dormía en una gigantesca cama con un brillante dosel de seda cubriendo todo su cuerpo. Se dio la vuelta y abrió poco a poco los ojos. La luz del sol se colaba por entre las cortinas fruncidas. En su boca se formó una pequeña sonrisa y se sentó en el borde de la cama. Aún le costaba alcanzar a tocar el suelo con los pies, pero su padre siempre le decía que seguirá creciendo hasta convertirse en una preciosa jovencita. Valentina creía en eso, y soñaba con el día en que por fin sucediera para hacer todo lo que deseaba.

Con el pijama aún puesto salió disparada de su habitación. El suelo enmoquetado del castillo amortiguaba el ruido de sus pisadas, hasta que llegó a la habitación de los reyes. Entró disparada sin apenas tocar en la puerta, proporcionando un gran susto a sus padres.

- ¿Qué haces tan pronto despierta, Val?- Preguntó su padre riendo.

- Mama dijo que hoy vendría, así que vengo a verlo- dijo Valentina mostrando una enorme sonrisa a la que le faltaban un par de dientes- ¿Dónde está?

- Creo que le apetece esperar un poquito más- contestó su madre.

- ¿Por qué?- Valentina se cruzó de brazos y frunció el ceño, enfadada- Yo lo quiero ya.

- Los bebes pueden ser muy tardones si quieren- su padre la abrazó cariñosamente- Tú llegaste siete días tarde.

Valentina se colocó y con cuidado posicionó su cabecita sobre la barriga de su madre. Comenzó a sentir como se movía él bebe y rio sonoramente.

- Creo que tiene ganas de conocernos.

- Eso no lo dudes, princesita.

Se escucharon un par de toques en la puerta y entró Issa por la puerta.

- Perdónenme sus majestades. La niña se escapó y no pude darme cuenta

- No pasa nada, ahora llévala a prepararse para el día- dijo cordialmente el rey.

Ambas salieron de la habitación, y Valentina empezó a corretear por los pasillos.

- Que sea la última vez que te escapas, casi me da un ataque al ver la cama vacía.

Issa había cuidado de Valentina desde su nacimiento y la tenía en gran estima. Era una mujer de gran envergadura y muy corpulenta. Valentina se sentía segura a su lado. Issa podía resultar más aterradora a veces que cualquier soldado de la guardia real.

Entraron en la habitación, Issa comenzó a sacar vestidos del armario y los colocó sobre la cama. Mientras tanto Valentina se dedicaba a mirar por la ventana. Desde su cuarto se podía ver toda la ciudad, le encantaba observar a la gente por debajo teniendo sus vidas ajenas a que alguien las observa

- ¿Qué vestido prefieres hoy?- Preguntó Issa.

- Quiero ir con el pijama.

- No puedes ir a las clases en pijama, Valentina.

La forma de decirlo y el hecho de que hubiera pronunciado el nombre de pila y no el diminutivo hizo que Valentina supiera que tenía que obedecer.

- El azul- contestó al final

La vistió y peinó domando esos dulces ricitos pelirrojos. Era la hora de ir con el profesor a dar sus clase, y Valentina continuaba remoloneando en su habitación.

- Corre pequeña, ya sabes que al profesor no le gusta que llegues tarde.

Pese a todos los intentos de conseguir que Valentina corriera con un poco más de prisa llegó tarde a las clases. Recorrió todo el castillo de punta a punta para llegar a la sala donde recibía junto con su hermana sus clases diarias. Abrió la pesada puerta con cierta dificultad y se encontró a su profesor con los brazos en jarras con cara de enfado.

- Valentina, ¿Cuántas veces he dicho que la puntualidad es algo completamente necesario? Y más en una princesa como tú- dijo el profesor Simón con cara de pocos amigos.

Valentina sabía por experiencia que no debía contestar a esa pregunta. Entró en la sala y se sentó junto a su hermana con la cabeza agachada.

- Se lo contaré a papa- dijo Nasha a su lado.

- ¿Por qué siempre te tienes que chivar de todo?- contesto malhumorada Valentina- eres una chivata.

La clase continuaba su curso. El profesor seguía con su lección obviando el hecho de que Valentina tenía su cabeza en otro lugar mucho más lejos. Siempre había sido una niña muy soñadora y creía en todos los cuentos de dragones y seres mágicos que Issa le contaba. Sabía que este mundo era muy especial aunque nadie se lo quisiera explicar.

Recordaba una vez en la que consiguió que su cama comenzara a levitar como si nada. Su madre la encontró ahí medio volando y no pudo hacer otra cosa más que mirarla con la boca abierta. En un principio que se había metido en un lío, pero después descubrió que en realidad se trataba de "El Don". Hacía años que nadie de la familia real nacía con "El Don" y que una de las hijas del Rey fuera portadora se trataba de una gran alegría.

- Vuelve a la tierra, Valentina- dijo Simón sacándola de su ensimismamiento.

Mientras las jóvenes hijas del Rey se entretenía en sus clases, en el palacio real se discutía sobre un problema más grave.

- Si bien es la primogénita, pero en cuanto el pueblo descubra que su hermana es portadora de "El Don" no la querrán como reina- decía uno de los consejeros del rey.

- No hay que adelantar acontecimientos, puede que la reina dé a luz un varón y este sea portador de "El Don", entonces ya no nos encontraríamos en ninguna encrucijada- comentaba otro de los consejeros.

- ¿Y si no es así?- dijo abatido el Rey- Es cierto que el hecho de que Valentina tenga "El Don" es un hecho sin precedente, pero Nasha ha sido preparada para ser la próxima reina desde que nació. Si ahora la privásemos de ese privilegio sería de lo más injusto.

- Dejando de lado lo justo o injusto que pueda ser. ¿Quién cree usted que reinará de mejor forma?

Al rey le costaba responder a esa pregunta. Le había estado rondando durante tiempo, pero siempre llegaba a la misma respuesta. Por mucha formación que Nasha tuviera nunca tendría la forma de ser de Valentina que la hacía ser querida por todo el mundo. Nasha nunca sería querida realmente por su pueblo. Siempre existiría gente que lucharía por la corona para Valentina.

No quería que su decisión provocara una guerra civil en su reino. Pero si pensaba en el bien de su pueblo tendría que perjudicar a su hija mayor. ¿Qué padre puede verse obligado a escoger entre sus hijas?

Se oyeron un par de golpes en la puerta que lo sacaron de su ensimismamiento. Entro un joven recadero y dio la gran noticia:

- La reina acaba de dar a luz a una preciosa y sana niña.

El Rey salió de la sala a toda velocidad dispuesto a ver a su pequeña hija recién nacida. Pese a la alegría de saber que todo había salido correctamente, una parte de su cabeza se sentía triste por saber que seguía metido en la encrucijada de escoger.

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La casa de muñecas (En edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora