El poder del miedo

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Valentina no podía dormir, miraba al techo tratando de entender un poco de todo lo que le estaba pasando. La habían traído allí porque la necesitaban, pero lo habían hecho por la fuerza pese que ella había ofrecido su ayuda desinteresadamente. ¿Porque? Para dar una lección a su padre. ¿Qué habría hecho su padre para que quisieran darle una lección? Su padre era un buen hombre, que quería a su familia y cuidaba de su reino. O al menos era eso lo que ella sabía.

Giró para colocarse mirando por la puerta. Por un momento se le pasó por la cabeza huir de ahí.

- No es tan difícil- murmuró sentada en la cama- El espejo no está muy lejos de aquí, recuerdo perfectamente donde estaba. En cuanto llegué a la ciudad pediré ayuda y todo quedará zanjado.

Sin pensarlo dos veces se abalanzó sobre la puerta. Tardó unos segundos en decidir si era buena idea. Pero la simple idea de que la hubiesen traído ahí sin ningún permiso por su parte la indignaba. Abrió la puerta y miró a ambos lados. En otro momento quizás le habría asustado caminar por un pasillo tan oscuro, pero en estos momentos podía ser su aliado en la huida.

Andaba a tientas tocando la pared para guiarse. Ahora a la derecha, y todo recto hasta el próximo cruce a la izquierda. No estaba siendo muy complicado huir de ahí. Repentinamente escuchó ruidos. Se quedó completamente quieta pegada en la pared esperando a que estos cesaran. Con todos los sentidos funcionando al cien por cien pudo descubrir de dónde venían aquellos sonidos. No tenía mucho sentido, ni era una buena idea pero se acercó a la puerta medio abierta de la que provenían los sonidos. Ahora frente a la puerta se escuchaban mucho más nítidos y descubrió que quien los emitía debía estar pasando un muy buen rato. Una sonrisa pícara asomo en los labios de Valentina al comprobar que se trataba de Sail dándolo todo con una mujer que gemía de puro placer.

Esa escena era demasiado para Valentina quien no pudo ocultar una pequeña risilla. Para sorpresa de Valentina, Sail la escuchó. Aún encima de la mujer todos sus músculos se tensaron y miró amenazadoramente hacia la puerta. Sus miradas se cruzaron, Valentina comenzó a correr por todo el pasillo rezando para que no la hubiera reconocido. Ya le daba igual llegar o no al espejo, lo único que le importaba era llegar a algún lugar donde esconderse. Oía los fuertes pasos de Sail detrás suyo acercándose poco a poco a ella como un cazador a su presa. Era alucinante como pese a su envergadura podía ser tan ágil y rápido.

Lo tenía encima, si sin conocerla le había propinado un tortazo que haría ahora que lo había pillado en un momento tan íntimo.

- Me mata- comenzó a murmurar llena de pánico- Me mata, me mata.

De repente chocó contra una persona que salía de su habitación, completamente ajena a la persecución. Valentina miró con los ojos como platos a la persona con la que había chocado, era Chris. Una sonrisa se formó en los labios de Valentina mientras Chris continuaba con su cara interrogante. Sin pensarlo dos veces los levantó del sitio y lo obligó a meterse en su habitación junto con ella.

- ¿Se puede saber que está pasando?- dijo aún medio confuso por el golpe.

Valentina se abalanzó sobre él y le tapó la boca con la mano. Ambos se quedaron completamente en silencio en esa pequeña habitación. La espalda de Chris estaba apoyada en la pared mientras Valentina estaba prácticamente echada encima de él. La respiración de Valentina se iba calmando conforme sentía que el peligro había pasado, en cambio Chris seguía atacado al verla tan cerca suyo. ¿Qué le estaba pasado?

Súbitamente el momento de calma pasó. Los pasos de Sail se volvían a oír, se estaba acercando.

- Pasa la puerta, pasa la puerta- rezaba Valentina- Por lo que más quieras, pasa la puerta.

La casa de muñecas (En edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora