La casa de muñecas (En edición)

La gran familia (Capítulo 11)

Despierto al día siguiente con la extraña sensación de que alguien me observa, y así es. Abro los ojos y en ese momento soy incapaz de ubicarme, pero al instante recuerdo lo sucedido la noche anterior. Observo sin decir nada a las personas que me miran, y ellas sin parpadear hacen lo mismo. Son una media docena y entre ellas intento buscar al joven que me llevó hasta aquí anoche, pero no lo encuentro.

No puedo creer que haya podido correr este riesgo, he pasado media vida encerrada en la misma casa sin que ningún problema me acechase. Pero ahora, ¿Qué he hecho ahora? He huido de un lugar en el que estaba a salvo para quizás entrar en la boca del lobo. Al instante me viene a la cabeza Yuri. ¿Qué habrá sido de él? El último recuerdo que tengo de él es verlo tumbado sobre la cama con una expresión de total tranquilidad. Esta vez he sido yo quien lo ha traicionado. Siento un dolor en el pecho que me presiona, ¿Es miedo?¿tensión? Es arrepentimiento. Aunque ahora quisiera no podría dar vuelta atrás, el daño esta echo.

Delante mio se planta un chico con una bandeja de comida. Me dice algo pero no lo entiendo, habla en ese extraño idioma en el que hablaban casi todos en la casa. Continua hablando pero debe haber visto mi cara de incertidumbre, pone cara de astiamiento y comienza a hablar otra vez.

- A ver cómo era esto...- dice tocándose el pelo con cierta impaciencia- ¿Quieres comida?

- Ehh? Esto... si claro, me muero de hambre- digo cogiendo la bandeja de sus manos.

Lo miro a los ojos, tiene uno de cada color, uno azul y el otro dorado. Al instante recuerdo al joven de anoche, tienen la misma cara, pero este es rubio. Todo esto es muy raro ¿Será el mismo? Vuelve a hablar en el otro idioma y le hace gestos a uno de los que estaban en la sala. A los minutos regresa con un libro. El chico rubio se sienta en una silla se coloca cómicamente unas gafas y comienza a decir palabras sin sentido. Coloca su mano en mi frente y yo doy un respingo. Cierra los ojos con aire teatral y continua con su oración.

Cierra el libro con fuerza y me mira seriamente. Al instante saca una reluciente sonrisa lo cual me descoloca.

- Ale pues ya está- dice aun sonriente- Combus, ya no hace falta que traigas el diccionario.

Se levanta de la silla, y cada vez tengo más claro que es el joven de la noche anterior, su altura lo delata. Me hace un gesto indicándome que coma, en un principio no confió, pero el extraño sonido que hacen mis tripas me recomienda que deje de ser tan desconfiada por un momento.

- Dejemos a nuestra invitada que descanse tranquila- dice el joven mientras da pequeños empujoncitos a los de la sala para desalojarlos. Cuando ya ha salido todo el mundo se queda plantado delante de la puerta y me mira con sus extraños ojos brillantes- Fue un placer rescatarla anoche, señorita.

Guiña un ojo y se va. Este tío es de lo más raro. Es el chico de la noche anterior, pero su pelo y sus ojos no coinciden. ¿Tan mal tengo la vista?

Comienzo a comer con un hambre voraz. Mi boca comienza a experimentar sabores que nunca antes había probado, pero todo está realmente delicioso.

Me he quedado durante un rato mirando el techo y pensando en todo, pero me he dado cuenta que es peor darle vueltas a todo lo sucedido. Salgo de la cama, aún tengo la ropa puesta de ayer, aunque ahora mismo está completamente arrugada. Abro la puerta con cierto temor, asomo la cabeza y no veo a nadie. Oigo a lo lejos gritos. Echo valor al asunto y decido salir de mi madriguera. Doy un par de pasos y me encuentro con una escena que no me esperaba. Toda la gente que antes se encontraba en mi habitación está sentada alrededor de una larga mesa. Lo que antes oí no eran gritos sino conversaciones en voz alta. Vuela comida de un lado a otro. Al ver toda la gente así todos mis temores se disipan. El chico de la noche anterior se da cuenta de mi presencia y me saluda con una gran sonrisa. Me hace un gesto para que me una a la comida. Por un momento me lo pienso, pero quedaría peor si no me acercara.