Sombras del pasado (Capítulo 19)

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¿Por qué me mira?, lleva así unos veinte minutos y resulta muy incómodo. Me llevo una cucharada de sopa a la boca sin apartar mi vista de ella. Me mira como si estuviese analizando cada célula de mi cuerpo. Tuerce la cabeza hacia un lado pensativa y yo no puedo hacer menos que comer con sus ojos clavados en mí. Esta sopa resulta de lo más insulsa, si me dijeran que en realidad es agua de lluvia me lo creería, pero ese colorcillo marrón que tiene me hace pensar aún peor. Armin me ha dejado aquí comiendo, con la vigilancia de Nasha, aunque preferiría haberme quedado sola. Al menos podría haberme centrado en mi conversación con Yuri. Desearía poder volver a verlo para que me ayudara a entender todo. Pero desperdicié ese momento mostrando mi orgullo.

Trato de recordar el truco que hice para dormir a Yuri, lo que ahora me parece hace un eternidad. No sé realmente lo que hice, solo sé que cada célula de mi ser deseaba hacerlo, y de repente noté como de mis manos salía energía. Es básicamente lo que siempre me pasa. Solo lo consigo en situaciones límite, pero ahora no es una de esas. Se oye una musiquilla venir de lejos, es relajante pero bastante melancólica. Intento sacara todos los pensamientos de mi cabeza concentrándome en la melodía.

Una nota tras otra se van metiendo dentro de mi ser, como por arte de magia reconozco la canción. Noto como mis dedos se mueven siguiendo el ritmo, y como inconscientemente sé que acorde va en cada momento. Me resulta de lo más extraño, en mi vida he sabido de música, y ahora de repente parece que supiera de toda la vida. Con el son de la música la estancia en la que me encuentro se va nublando, y de un segundo a otro todo ha cambiado. Nasha ya no está frente a mí, y la cocina mugrienta en la que me encontraba, ahora está reluciente y llena de gente.

Veo una olla llena de muslos de pollo, y mi estómago no puede hacer otra cosa más que rugir. Esa sopa no es comparación con los manjares que tengo ahora frente a mí. Una mujer al otro lado de la cocina se sorprende al verme, y se acerca arreando codazos a quien osa plantarse delante suyo. Me agarra del brazo con vehemencia, me saca de la cocina y empieza a hablarme atropelladamente:

- ¿Cuantas veces le he dicho ya que vaya a tu cuarto a prepararte?- dice gesticulando- Ya comerá más tarde, el príncipe Yuri está esperando. Debe estar impaciente.

- ¿Yuri?- pregunto.

- Si, por supuesto, ya está aquí- se acerca a mi oído y dice de forma picaresca- y tienen razón, es tan apuesto como dicen. Tiene mucha suerte señorita.

Camino aprisa detrás de esta mujer que desprende seguridad en sí misma. Camina con mucha agilidad teniendo en cuenta su tamaño, nunca había visto una mujer tan corpulenta. Abre la puerta de la habitación, y reconozco el cuarto, en el que había estado hace unas horas. No el desecho, y completamente desamueblado, si no el que estaba lleno de cosas carísima y con detalles en cada esquina. Recorre la habitación, acude al armario y lo abre. De él saca un vestido precioso. Con solo verlo sé que su tacto debe ser finísimo y que al roce con mi piel en vez de picar se sentirá suave como si estuviera echo de nubes. En comparación los vestidos de Penélope son una birria.

Me encuentro frente al espejo y soy incapaz de reconocerme. Puesto el vestido resulta aún más magnifico, si puede llegar a serlo. Es de color azul oscuro, con los hombros descubiertos. El corsé me aprieta un poco, pero soy capaz de aguantar la incomodidad solo con saber lo bien que queda. La falda me llega hasta los pies, escondiendo los maravillosos zapatos que llevo. Doy una vuelta frente al espejo y la falda vuela, parece un sueño.

- Princesa, venga aquí- dice la mujer haciéndome un gesto- He de peinarla.

¿Princesa? A que ha venido eso. Me siento intentando no arrugar mucho el maravilloso vestido y comienza a trastear con mi pelo.

La casa de muñecas (En edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora