Capítulo 81

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Mientras Tom terminaba de poner un par de cosas en la mesa, Vanesa estaba sentada sobre el sillón tranquilamente con el control en la mano cambiado de canales sin decidirse de una vez en cual dejarla.

Ella lo miraba de reojo cada vez que pasaba y cuando Tom también lo hacía, volvía a concentrarse en la televisión.

Simone aún todavía no llegaba, había decido dar un par de vueltas antes de regresar, deseando no encontrarse con Vanesa para así no delatar sola su vergüenza. De todas formas, al parecer ese no era su día de suerte.

Los pasajes habían costado más caro de lo esperado. Mandar a hacer la torta de chocolate le había tenido esperando durante más de media hora en una fila que salía casi del local. Al parecer habían tenido problemas técnicos y por tanto, todos ahí debían de esperar.

Esperaba de todas formas que todo saliese como lo había planeado para el día del cumpleaños de Tom. Él no tenía idea de que ella tenía planeado celebrarlo con familiares y amigos más cercanos, aunque realmente la intención de Simone desde un comienzo había sido que él se encontrase con su hermano.

Cuando Vanesa se sentó a la mesa, esperó a Tom unos minutos antes de empezar a devorar cualquier cosa que tuviese servida en frente.

No recordaba la última vez que había desayunado con él en su casa, quizás no había sido nunca, no estaba muy segura, pero por muy sencilla que fuese la acción era infinitamente especial para ella.

Se dedicó a jugar con la cuchara entre las manos mientras esperaba, pero la puerta de entrada se abrió antes de que Tom diese alguna señal.

Simone se detuvo al verla ahí, sentada tranquilamente llevando encima nada más que una camiseta larga de su hijo.

La hubiese saludado como de costumbre, pero de pronto la paralizó la vergüenza al recordar en qué los había sorprendido a ambos unas horas antes.

—Vanesa.

—Simone, hola.  —Vanesa seguía comportándose igual que de costumbre, no había razones para que así no fuese, de todas formas. Pero no era tan fácil para Simone.

—¿Qué… tú? —tartamudeó.

—¿Todo bien? —la pelirroja pudo notar que ella estaba demasiado nerviosa para hablarle. No lo entendió.

—Sí, sí… ¿y Tom?

—Está arriba.

Cinco segundos después de un extraño silencio, los pasos de él se oyeron bajar las escaleras. Vanesa vio como Simone se tensaba de pies a cabeza, avanzando sin nada que decir hasta la concina e ignorándola a ella y a su hijo.

—Tom  ¿ocurre algo malo?

—¿Algo malo? ¿Por qué lo preguntas?

—Tú mamá llegó. —Él miró a su alrededor buscándola, pero Simone no estaba a la vista.

—¿Y?

—No sé, se comportó de manera muy extraña. Está en la cocina.

Tom se sentó frente a ella con indiferencia y comenzó a comer. Luego podría preguntarle a su mamá si sucedía algo, no creyó que fuese nada grave, quizás Vanesa era un poco paranoica y nada más.

.

Tom regresó a casa después de las tres de la tarde. Simone le había visto salir con su amiga para acompañarla a su casa y había regresado más contento de lo normal.

Simone sabía que no había visto prácticamente nada, y que no era extraño después de todo que su hijo y Vanesa estuviesen juntos. Eran amigos, pero se quería más que eso.

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