Capitulo 6

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Vanesa cerró la puerta y vio al rubio caminar hacia el patio de la escuela. Llevaba la mirada en el suelo mientras tenía ambas manos cubriendo su rostro.

—¡Tom! Maldita sea… —gimió corriendo a su encuentro—. ¡Tom! ¡Espérame!

Él se volteó al oírla, y rápidamente secó unas últimas lágrimas que no lograron pasar desapercibidas por mucho que él lo hubo intentado.

Vanesa corrió dando largos trotes. Tom pareció esperarla desde su lugar, sin moverse hacia ningún lado.

Estaban ambos en medio de la cancha solitaria.

—Tú…

—Tom —murmuró cuando se detuvo frente a él, tratando de coger un poco de aire para poder respirar bien—. Estás… ¿Estás bien? —Ella levantó la vista y se enfrentó a los ojos claros del chico.

—Sí…

—¿Seguro? —Vanesa estiró su mano y le tocó la mejilla con cuidado—. Esto se ve…, se ve feo. ¿Te duele? Estás sangrando un poco. ¿Te ha roto el labio?

—Por…

Tom seguía mirándola medio extrañado. No había tenido tiempo para pensar bien en lo que acababa de suceder, simplemente se sentía el ser más asqueroso de la tierra y quería marcharse a llorar como un perdedor…, en silencio. Normalmente no hacía aquello, pero sentía que ya no iba a poder soportarlo por mucho tiempo más. Se preguntaba si algo estaba mal en él.

—¿Por qué lo haces?

—¿Qué? —Vanesa, sin darse cuenta de sus propios actos, seguía acariciando la mejilla de Tom—. ¿Hacer qué?

—Esto… ¿Por qué me ayudaste? —Él sintió como un nudo se formaba en su garganta, pero contuvo las ganas de romperse. No se permitiría hacer el ridículo de nuevo, menos frente a ella.

—¿Por qué lo preguntas? Él estaba molestándote —dijo Vanesa—. Oh, pero que estúpida soy. Ven, acompáñame. —Bajó su mano y lo cogió del brazo—. Vamos para que vean esa herida antes de que te duela más.

Tom iba a negarse, pero prefirió ocupar sus palabras para preguntar otras cosas.

—Sigo sin entenderlo. ¿Tú estás bien? Adam te empujó lejos. —Vanesa se rió desganada.

—Por unos segundos creí que me descuartizaría ahí mismo —suspiró pesadamente—. Pero creo que valió la pena. Lo he dejado en completo ridículo y es lo que importa realmente. —Tom encogió los hombros.

—Nada en comparación conmigo.

Él tenía razón. Nadie se metería con Adam, nadie se atrevería ni siquiera a recordarle el bochorno por el que había pasado. Tom, en cambio, él no estaba salvado. Aún le quedaba un año para oír burlas estúpidas. Y quién sabía, cuando estuviese en la universidad también sería la misma historia.

Vanesa se detuvo y lo miró fijamente.

Amaba sus ojos, eran tan expresivos, pero lamentaba que lo único que enseñara a través de ellos fuese tristeza.

—Adam es un idiota, ¿entiendes? —lo consoló, y era la primera vez que alguien hacía eso por él…, a parte de su madre, claro—. Es un niñito inmaduro y tonto. Se cree la gran cosa cuando no lo es, y ni siquiera sé por qué. Está bastante feo, ¿no lo crees? Sus ojos son como los de un pez, están demasiado separados.

Aunque Tom no lo hubiese querido, se rió de sus palabras.

—No más que yo —murmuró él, demasiado tranquilo para el gusto de Vanesa.

—¿Qué? —Ella volvió a tomar su mejilla, y Tom se quejó por la fuerza ejercida sobre su herida. A pesar de eso, Vanesa no se apartó—. Estás loco si piensas eso. Nunca creas lo que los demás te dicen, Tom. Ellos no lo valen, son todos unos hipócritas sin cerebro. Adam, para mí, es el chico más feo de la escuela.

—Después vengo yo entonces. —La pelirroja bufó, pero prefirió no decir nada para no ser tan evidente. Simplemente lo cogió del brazo y lo guió al baño.

—Es mejor que nos demos prisa. ¿Te duele mucho?

Una vez que entraron nadie los miró, y Tom lo agradeció profundamente. No quería que la gente siguiera acosándolo, nos ese día y menos cuando estuviese con Vanesa.

No quería dejar en ridículo a la chica.

—Estoy acostumbrado.

—No te he preguntado eso.

—Un poco… —murmuró antes de mirarla—. Gracias. —Vanesa asintió.

Cuando llegaron a la dirección de la escuela pidieron algodón y alcohol, luego caminaron en completo silencio hacia los baños.

—Bien… entra. —Señaló la chica.

—Es el baño de hombres —dijo Tom observándola de reojo, esperando que ella desistiera de la idea de ayudarlo.

—Ya lo hice una vez, ¿no? ¿Qué podría pasar?

Por suerte nadie se había encontrado en el interior.

*  *  *

—¡Auch! —Tom frunció el ceño cuando Vanesa lo golpeó en el brazo para que él se quedase tranquilo.

—Cállate y no te quejes.

—¡Me duele! ¡Bruta!

—Eres un llorón, ¿acaso no eres hombre? —preguntó Vanesa. Tom apartó la mirada inmediatamente, pero él dejó que continuase limpiándole la herida.

—Soy un hombre llorón, entonces. Como si no te hubieses dado cuenta de eso.

A Vanesa se le encogió algo dentro del pecho. Se sintió culpable por haberle hablado así. Tom estaba triste, por mucho que él intentara ocultarlo para que no estuviese incómoda.

—Oh, Tom… —Ella dejó a un lado el algodón y, sacando valentía de donde no la tenía, apegó al rubio a su cuerpo para abrazarlo.

Nunca se había sentido tan mal y tan bien a la vez.

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